Saber por qué ‘Friends’, la sit-com estadounidense que emite Cuatro de lunes a viernes a las 15:00, tuvo el éxito que tuvo es fácil. Basta con ver un capítulo de la serie para advertir lo entretenida, dinámica y alegre que es, y eso dice mucho de lo que el público mundial (porque el éxito traspasó fronteras como vallas salta un conejo) busca en televisión: un producto que arranque una sonrisa, una carcajada si cabe, y que no nos retenga demasiado tiempo en el sillón. ‘Friends’ ofrece eso exactamente al espectador. Y lo hace bien, por qué no decirlo.
Pocas veces había logrado tener tanta repercusión e influencia una serie que tenía tan poco que decir. Las historias que se cuentan en ‘Friends’ (el grupo de treintañeros que se niegan a crecer, las dificultades de la independencia, la amistad frente al amor...), todas, han sido contadas anteriormente en televisión, ya sea en forma de teleserie, telefilme o cine. Además, ninguna de esas cosas es de una importancia decisiva a la hora de la verdad: nadie verá como asunto de vida o muerte el enfado entre dos amigos de toda la vida, como tampoco verá tan crucial el relato de una mudanza o un embarazo.
Pero el caso es que la serie creada por David Crane y Marta Kauffman consiguió conectar con un grupo de espectadores realmente grande, por lo que si a ese retrato de la juventud-tirando-a-adulta no se le denomina fidedigno al menos habrá que llamarlo comercialmente acertado. Y es que es difícil saber hasta qué punto el espectador al que se dirigía en principio esta serie se sintió identificado realmente o encontró en ‘Friends’ un retrato ideal o preferible al que se da en la realidad. En cualquier caso, esta serie estuvo siempre tocada por ese incomprensible y maravilloso (al mismo tiempo cruel para la competencia) fenómeno que es el éxito, un éxito rotundo en este caso.
En el primero de los episodios emitidos hoy ninguna de las tramas dejaba ese regusto a profundidad o diferenciación que caracteriza a la mayoría de series “oficialmente buenas”, pero el triunfo de ‘Friends’ está en eso precisamente, en hacer de la rutina un ejercicio de comedia muy eficaz. Mientras Mónica (Courtney Cox Arquette) y Chandler (Matthew Perry) se veían obligados a pedir dinero a Joey (Matt LeBlanc) (cada uno por su lado y a espaldas del otro), Rachel (Jennifer Aniston) se enfrentaba a unos arreglos en el piso para adecuarlo a las necesidades propias de un bebé y Phoebe (Lisa Kudrow) se planteaba vivir con su novio, Mike (Paul Rudd), descubriendo sus diferencias respecto a la idea del matrimonio. Todos estos temas estaban tratados de una forma fresca (algo menos quizás el del matrimonio) y la agudeza cómica del guión se hacía notar en cada escena. Todo en la serie da la impresión de estar perfectamente coordinado.
Con Jennifer Aniston a la cabeza, todos los actores de ‘Friends’ se convirtieron en estrellas gracias a su paso por la serie, y todos ellos están muy lejos de dar con otro vehículo tan rentable como este. Tuvieron su momento – un sueldo impresionante, un guión en el que el insustituible epicentro eran ellos... – y algunos lo aprovecharon mejor que otros, y me refiero a sacarle partido a su tiempo en pantalla.
Aniston, en su único registro efectivo, que es el cómico-ingenuo, supo cumplir como actriz poniendo a su favor un guión sin fisuras. Ya le llegará algún día el papel (complejo) que la desenmascare como una actriz pasable cuando mejor. Sus Emmy y su Globo de Oro por ‘Friends’ son 9 a 1, por así decirlo, fruto de los diálogos divertidos, inteligentes o achispados que cayeron en sus manos más que la recompensa a un trabajo personal y bien hecho. Courtney Cox Arquette (‘Scream’), una actriz más contenida y elegante, encontró en su Mónica el papel perfecto con el que ser divertida sin apenas despeinarse, un buen trabajo para una actriz que no siempre muestra disposición a entregarse al material con el que cuenta. La ganadora del Emmy Lisa Kudrow, por su parte, consiguió ser una “tonta del bote” entrañable, que lejos de sacar de sus casillas al espectador logra su simpatía incondicional (solo ella podía soltar una idiotez como “quiero ser una mamá-taxi” sin caer en el ridículo).
Los varones del reparto, Matthew Perry, David Schwimmer y Matt LeBlanc, tres actores no precisamente sobresalientes, están claramente por debajo que sus compañeras pero, eso sí, siempre manteniéndose correctos. La nota curiosa a este respecto la da Matt LeBlanc, que siendo el más flojo de los tres actores fue el que consiguió protagonizar su propia spin-off (o tal vez, viendo lo discreta que es ‘Joey’, fue precisamente por eso). Con este último pasa lo mismo que con Aniston, pero en una versión más exagerada: las frases que le toca decir a LeBlanc dejan tan a la vista que la gracia está casi enteramente en el guión que, en ocasiones, se da una especie de ilusión óptica que hace que la boca del actor se aleje del resto de su inexpresivo rostro, como si partes asoladas de su cuerpo adquiriesen vida propia (o mejor dicho ajena). Respecto a los invitados de la serie, hay que decir que a lo largo de sus diez temporadas los hubo muchos y para todos los gustos. Entre ellos los más destacables fueron Susan Sarandon, Danny DeVito, Gary Oldman y Kathleen Turner.
En los dos episodios que ha emitido Cuatro hoy, el tratamiento que recibía el tema del matrimonio tiraba bastante hacia lo conservador (“Mike no quería casarse y no quiero tener una relación que no tenga futuro” decía el personaje de Lisa Kudrow), pero detalles concretos como ese son de lo poco que desentona en esta serie, a parte del recurso de las risas enlatadas, que resultan algo molestas (o quizás dependa del día que uno tenga). ‘Friends’ es, por lo demás, una serie divertida, contagiosamente alegre, a veces tragicómica y tópica en su justa (y necesaria en algunos casos) medida. Un retrato, en resumidas cuentas, agradable de ver.
Pocas veces había logrado tener tanta repercusión e influencia una serie que tenía tan poco que decir. Las historias que se cuentan en ‘Friends’ (el grupo de treintañeros que se niegan a crecer, las dificultades de la independencia, la amistad frente al amor...), todas, han sido contadas anteriormente en televisión, ya sea en forma de teleserie, telefilme o cine. Además, ninguna de esas cosas es de una importancia decisiva a la hora de la verdad: nadie verá como asunto de vida o muerte el enfado entre dos amigos de toda la vida, como tampoco verá tan crucial el relato de una mudanza o un embarazo.
Pero el caso es que la serie creada por David Crane y Marta Kauffman consiguió conectar con un grupo de espectadores realmente grande, por lo que si a ese retrato de la juventud-tirando-a-adulta no se le denomina fidedigno al menos habrá que llamarlo comercialmente acertado. Y es que es difícil saber hasta qué punto el espectador al que se dirigía en principio esta serie se sintió identificado realmente o encontró en ‘Friends’ un retrato ideal o preferible al que se da en la realidad. En cualquier caso, esta serie estuvo siempre tocada por ese incomprensible y maravilloso (al mismo tiempo cruel para la competencia) fenómeno que es el éxito, un éxito rotundo en este caso.
En el primero de los episodios emitidos hoy ninguna de las tramas dejaba ese regusto a profundidad o diferenciación que caracteriza a la mayoría de series “oficialmente buenas”, pero el triunfo de ‘Friends’ está en eso precisamente, en hacer de la rutina un ejercicio de comedia muy eficaz. Mientras Mónica (Courtney Cox Arquette) y Chandler (Matthew Perry) se veían obligados a pedir dinero a Joey (Matt LeBlanc) (cada uno por su lado y a espaldas del otro), Rachel (Jennifer Aniston) se enfrentaba a unos arreglos en el piso para adecuarlo a las necesidades propias de un bebé y Phoebe (Lisa Kudrow) se planteaba vivir con su novio, Mike (Paul Rudd), descubriendo sus diferencias respecto a la idea del matrimonio. Todos estos temas estaban tratados de una forma fresca (algo menos quizás el del matrimonio) y la agudeza cómica del guión se hacía notar en cada escena. Todo en la serie da la impresión de estar perfectamente coordinado.
Con Jennifer Aniston a la cabeza, todos los actores de ‘Friends’ se convirtieron en estrellas gracias a su paso por la serie, y todos ellos están muy lejos de dar con otro vehículo tan rentable como este. Tuvieron su momento – un sueldo impresionante, un guión en el que el insustituible epicentro eran ellos... – y algunos lo aprovecharon mejor que otros, y me refiero a sacarle partido a su tiempo en pantalla.
Aniston, en su único registro efectivo, que es el cómico-ingenuo, supo cumplir como actriz poniendo a su favor un guión sin fisuras. Ya le llegará algún día el papel (complejo) que la desenmascare como una actriz pasable cuando mejor. Sus Emmy y su Globo de Oro por ‘Friends’ son 9 a 1, por así decirlo, fruto de los diálogos divertidos, inteligentes o achispados que cayeron en sus manos más que la recompensa a un trabajo personal y bien hecho. Courtney Cox Arquette (‘Scream’), una actriz más contenida y elegante, encontró en su Mónica el papel perfecto con el que ser divertida sin apenas despeinarse, un buen trabajo para una actriz que no siempre muestra disposición a entregarse al material con el que cuenta. La ganadora del Emmy Lisa Kudrow, por su parte, consiguió ser una “tonta del bote” entrañable, que lejos de sacar de sus casillas al espectador logra su simpatía incondicional (solo ella podía soltar una idiotez como “quiero ser una mamá-taxi” sin caer en el ridículo).
Los varones del reparto, Matthew Perry, David Schwimmer y Matt LeBlanc, tres actores no precisamente sobresalientes, están claramente por debajo que sus compañeras pero, eso sí, siempre manteniéndose correctos. La nota curiosa a este respecto la da Matt LeBlanc, que siendo el más flojo de los tres actores fue el que consiguió protagonizar su propia spin-off (o tal vez, viendo lo discreta que es ‘Joey’, fue precisamente por eso). Con este último pasa lo mismo que con Aniston, pero en una versión más exagerada: las frases que le toca decir a LeBlanc dejan tan a la vista que la gracia está casi enteramente en el guión que, en ocasiones, se da una especie de ilusión óptica que hace que la boca del actor se aleje del resto de su inexpresivo rostro, como si partes asoladas de su cuerpo adquiriesen vida propia (o mejor dicho ajena). Respecto a los invitados de la serie, hay que decir que a lo largo de sus diez temporadas los hubo muchos y para todos los gustos. Entre ellos los más destacables fueron Susan Sarandon, Danny DeVito, Gary Oldman y Kathleen Turner.
En los dos episodios que ha emitido Cuatro hoy, el tratamiento que recibía el tema del matrimonio tiraba bastante hacia lo conservador (“Mike no quería casarse y no quiero tener una relación que no tenga futuro” decía el personaje de Lisa Kudrow), pero detalles concretos como ese son de lo poco que desentona en esta serie, a parte del recurso de las risas enlatadas, que resultan algo molestas (o quizás dependa del día que uno tenga). ‘Friends’ es, por lo demás, una serie divertida, contagiosamente alegre, a veces tragicómica y tópica en su justa (y necesaria en algunos casos) medida. Un retrato, en resumidas cuentas, agradable de ver.
No hay comentarios:
Publicar un comentario