Mientras en Telecinco se emitían El comisario y Hospital Central, a las que tanto aclamamos en España, el martes y miércoles de esta semana Canal + dedicaba su prime time a la miniserie Elizabeth I. Protagonizada por una inmensa Helen Mirren, la miniserie es una verdadera lección sobre lo que es realmente la televisión en mayúsculas. Un trabajo de rigor histórico y buen drama que nos volvía a recordar que en España la televisión juega en un estadio mucho más pequeño.
El primer capítulo se abría con un examen ginecológico a la reina Isabel I de Inglaterra. Era una curiosa y simbólica manera de presentar la miniserie, muy acertada teniendo en cuenta que Elizabeth I no se centra en la época de esta reina sino más en el plano privado, en el personaje. Los hechos históricos, como la guerra con la España de la época, son constantemente mencionados, pero más como hechos que repercuten a la protagonista como persona que como reina de su país.
En el primer episodio, el conde de Leicester, interpretado muy correctamente por Jeremy Irons, tiene un papel crucial en la trayectoria personal de Isabel I de Inglaterra, mucho mayor al que juega el conde de Essex (Hugh Dancy) en el segundo capítulo. Mientras el personaje de Irons es dibujado como el eterno favorito de la reina, el personaje de Dancy entra de lleno desde el principio en esa montaña rusa que va de hacer sentir más viva que nunca a Isabel I a sacar lo peor de sí misma y decepcionarla profundamente.
En el segundo episodio entra en juego más de lleno otro personaje poderoso, el paso del tiempo. El personaje de Mirren no tarda en decir “los espejos desaparecerán de nuestro palacio” una vez se cumplen los 30 años desde que llegó al trono. Pero resulta interesante sobre todo ver como con el conde de Essex pasa de romper a llorar desconsoladamente por la marcha de este a Lisboa sin su consentimiento (“una palabra de esto y moriréis” les grita a los que son testigos de su escena), a llegar a referirse a él como un “canalla necio y desagradecido”. También el de Essex llega mucho más lejos que el conde de Leicester en las horas bajas de su relación con la reina (“sus condiciones son tan retorcidas como su esqueleto”).
El peso de la acción (puesto que ocurra lo que ocurra en la Época isabelina las cámaras se quedan siempre en la corte) recae sobre la actriz que interpreta a la reina, una Helen Mirren que bien merece un párrafo para ella sola. Pocas veces una actriz había ofrecido un recital interpretativo como el suyo a la hora de interpretar a la Reina Virgen. A su lado Cate Blanchett, nominada al Oscar por su trabajo en Elizabeth (Shekhar Kapur, 1998), queda como una alumna de pupitre (aventajada, pero alumna). La Isabel I de Mirren no es solo más compleja e interesante, la veterana actriz inglesa se muestra insuperable a la hora de retratar a la reina como una mujer irónica, temible, despiadada, romántica, desamparada, dependiente, decidida y vengativa, todo en un mismo ser, y todo en la misma producción. El que consiguió Helen Mirren por este trabajo es uno de los premios Emmy más rotundos y merecidos de los últimos años.
Técnicamente, en cambio, esta Elizabeth I de Tom Hooper no puede competir con la película de Shekhar Kapur. Esto es televisión y por más que sea una cuidada producción la miniserie no puede ocultar que los medios eran mucho más limitados. Las orillas del mar, en la escena en la que los soldados a las órdenes de la reina se congregan para escuchar los ánimos de su líder, parecen vacías a pesar de contar con un número estimable de extras. La corte también se hace pequeña para la grandeza con la que está retratada la reina y, aunque el vestuario y la dirección artística no dejan indiferente, todo lo restante a las interpretaciones está por debajo de la versión cinematográfica del 98 (para la que se prepara una secuela).
De todos modos, una miniserie y una Helen Mirren que vale la pena no perderse. Los dos episodios de Elizabeth I tienen un nuevo pase en Canal + 2 esta noche a las 22:00.
El primer capítulo se abría con un examen ginecológico a la reina Isabel I de Inglaterra. Era una curiosa y simbólica manera de presentar la miniserie, muy acertada teniendo en cuenta que Elizabeth I no se centra en la época de esta reina sino más en el plano privado, en el personaje. Los hechos históricos, como la guerra con la España de la época, son constantemente mencionados, pero más como hechos que repercuten a la protagonista como persona que como reina de su país.
En el primer episodio, el conde de Leicester, interpretado muy correctamente por Jeremy Irons, tiene un papel crucial en la trayectoria personal de Isabel I de Inglaterra, mucho mayor al que juega el conde de Essex (Hugh Dancy) en el segundo capítulo. Mientras el personaje de Irons es dibujado como el eterno favorito de la reina, el personaje de Dancy entra de lleno desde el principio en esa montaña rusa que va de hacer sentir más viva que nunca a Isabel I a sacar lo peor de sí misma y decepcionarla profundamente.
En el segundo episodio entra en juego más de lleno otro personaje poderoso, el paso del tiempo. El personaje de Mirren no tarda en decir “los espejos desaparecerán de nuestro palacio” una vez se cumplen los 30 años desde que llegó al trono. Pero resulta interesante sobre todo ver como con el conde de Essex pasa de romper a llorar desconsoladamente por la marcha de este a Lisboa sin su consentimiento (“una palabra de esto y moriréis” les grita a los que son testigos de su escena), a llegar a referirse a él como un “canalla necio y desagradecido”. También el de Essex llega mucho más lejos que el conde de Leicester en las horas bajas de su relación con la reina (“sus condiciones son tan retorcidas como su esqueleto”).
El peso de la acción (puesto que ocurra lo que ocurra en la Época isabelina las cámaras se quedan siempre en la corte) recae sobre la actriz que interpreta a la reina, una Helen Mirren que bien merece un párrafo para ella sola. Pocas veces una actriz había ofrecido un recital interpretativo como el suyo a la hora de interpretar a la Reina Virgen. A su lado Cate Blanchett, nominada al Oscar por su trabajo en Elizabeth (Shekhar Kapur, 1998), queda como una alumna de pupitre (aventajada, pero alumna). La Isabel I de Mirren no es solo más compleja e interesante, la veterana actriz inglesa se muestra insuperable a la hora de retratar a la reina como una mujer irónica, temible, despiadada, romántica, desamparada, dependiente, decidida y vengativa, todo en un mismo ser, y todo en la misma producción. El que consiguió Helen Mirren por este trabajo es uno de los premios Emmy más rotundos y merecidos de los últimos años.
Técnicamente, en cambio, esta Elizabeth I de Tom Hooper no puede competir con la película de Shekhar Kapur. Esto es televisión y por más que sea una cuidada producción la miniserie no puede ocultar que los medios eran mucho más limitados. Las orillas del mar, en la escena en la que los soldados a las órdenes de la reina se congregan para escuchar los ánimos de su líder, parecen vacías a pesar de contar con un número estimable de extras. La corte también se hace pequeña para la grandeza con la que está retratada la reina y, aunque el vestuario y la dirección artística no dejan indiferente, todo lo restante a las interpretaciones está por debajo de la versión cinematográfica del 98 (para la que se prepara una secuela).
De todos modos, una miniserie y una Helen Mirren que vale la pena no perderse. Los dos episodios de Elizabeth I tienen un nuevo pase en Canal + 2 esta noche a las 22:00.
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