viernes, 27 de junio de 2008

Crítica | DAÑOS Y PERJUICIOS; Justicia por encima de todo (y de todos)

Al contrario que en “El abogado” o en “Ally McBeal”, la batalla final en los tribunales es sólo un punto lejano en el horizonte para la trama de “Daños y perjuicios” (“Damages”). Para llegar a la meta hay que sobrevivir a todo un mundo de estrategia y engaño, que es en lo que se centra esta historia. Es por eso por lo que esta serie, que sobresale entre las de su género, se convierte en una verdadera alternativa.
Glenn Close y Rose Byrne
en "Daños y perjuicios" ("Damages")

A los personajes no se los conoce en el primer episodio. De hecho, finalizada la primera temporada todavía queda por ver realmente hasta dónde son capaces de llegar algunos de ellos.

Patty Hewes (interpretada por Glenn Close) dirige uno de los bufetes más importantes de Nueva York. Es una profesional respetada y temida a partes iguales que no se anda con rodeos. Sabe lo que quiere y casi todo lo que hace tiene una finalidad. Por eso, cuando contrata a Ellen Parsons (Rose Byrne) no es porque crea que ésta sea más ambiciosa o capaz que el resto de jóvenes promesas de las que puede disponer. Hewes sabe más de lo que parece acerca de Ellen y, sobre todo, acerca de ciertas personas de su entorno.

En el transcurso de la investigación que lidera Patty para sentar en el banquillo de los acusados a Arthur Frobisher (Ted Danson), un poderoso empresario que puede haber estafado a los trabajadores de su empresa, los giros inesperados se suceden uno tras y otro y casi por norma. El argumento parece a veces estar jugando al despiste como lo haría cualquier otra serie. Pero no.

Poco a poco el espectador se va dando cuenta de que todo está bajo control: todo aquello que se dijo, aquello que se nos enseñó, los constantes saltos en el tiempo, los puzzles que tiene el espectador por recomponer, todo, va encajando paulatinamente y hasta desembocar en un desenlace perfecto (que no satisfactorio en lo que se refiere a poner en orden todos los hilos). Quizás cueste un poco entrar en la serie, eso es cierto, pero cuando te atrapa lo hace de veras.

Glenn Close, en su primer protagonista en una serie de televisión, pone en su personaje el mismo cuidado que crítica y público le admitieron en sus dorados 80 en el cine estadounidense. En la piel de Patty Hewes, la actriz puede llegar incluso a dar miedo, pero nunca permite que la odies y temas del todo. Tiene a su personaje controlado al máximo y no deja ver del todo quién es y de qué es capaz, lo que mantiene en vilo a la audiencia.

Rose Byrne, que a ratos se da un aire a una joven Miranda Richardson, aguanta admirablemente bien en sus cara a cara con Close y demuestra ser una protagonista mucho más que eficaz. Ted Danson, por su parte, recupera algo del brillo de sus mejores tiempos y Zeljko Ivanek lo borda. Los actores de reparto, uno tras otro (en esta temporada Noah Bean y Peter Facinelli sobre todo), están siempre a la altura.

Vuelve a emitirse en Canal+ a partir del domingo 29 (23:40). Es todo un lujo.

jueves, 26 de junio de 2008

Crítica | DIRT; Nada por detrás

Lo malo de las series que están hechas de escándalo es que lo tienen muy difícil para golpear al espectador eternamente. Una serie que engancha a base de impactos, visuales y argumentales, requiere de una historia de cierta complejidad y profundidad para atrapar a la audiencia a largo plazo. Tiene que haber algo más, vamos. En “Dirt” al principio da igual si lo hay o no, los impactos son suficientemente entretenidos. Después empieza a parecer probable que no habrá demasiado. Al final, decepción mayúscula.

Es una historia sobre interdependencias enmarcada en el mundo de la prensa sensacionalista. Pero no todo el mundo se dará cuenta de esto, de que hay historia, por mala que sea. No es difícil que el espectador se quede más con los trapos sucios y las miserias del personaje episódico de turno.

La protagonista, Lucy Spiller (una Courteney Cox sin vida ni encanto), es la directora de una revista que representa la variante más agresiva de ese tipo de publicaciones, la que tiene fama de llegar más lejos, la que presume de no detenerse ante nada ni nadie. Don Konkey (Ian Hart, aceptable) es un paparazzi esquizofrénico, amigo de Lucy desde sus años de universidad. Colabora con ella y hace todo cuanto le pide, lo que a menudo le obliga a arriesgar su vida misma.

En el lado de los fotografiados, perseguidos y acosados están Holt McLaren (Josh Stewart, “Turno de guardia”), un actor de moda por el que Lucy tiene una fijación especial, y la novia actual de éste, una actriz en horas bajísssssimas llamada Julia Mallory (Laura Allen, “Los 4400”).

En el primer episodio entra en juego una novata de nombre Willa McPherson (Alexandra Breckenridge), que aspira a abrirse camino en el mundo de la prensa del corazón desde un puesto en la revista de Lucy, “DirtNow”. Ella le sirve a la serie como excusa para presentarnos a los personajes partiendo de cero y hacernos entender cómo funcionan las cosas.

Como en “El diablo viste de Prada”, Willa se esfuerza al máximo en su trabajo para no decepcionar a su temida jefa, ganarse su favor y abrirse puertas de cara al futuro. Las cosas son muy complicadas y mete bastante la pata al principio, con lo que el espectador se identifica con ella. Pero a medida que avanzan los capítulos la forma de ser de la chica pasa de ingenua, voluntariosa pero despistada a decidida e implacable. Casi al tiempo, sus tramas van interesando menos al espectador. Y no es que sea todo culpa de la actriz, que por otro lado nunca entusiasma, sino más bien de todo ese mar de drogas, sexo, fama y focos que nos trae “Dirt”. Ya hay bastante con el culebrón que vertebra la serie.

Don, el paparazzi, es demasiado inestable como para andar por su cuenta y riesgo las 24 horas, de modo que necesita a Lucy y ésta le necesita a él, porque no hay muchos paletos dispuestos a dar su vida por una miserable foto. Pero Lucy al mismo tiempo tiene un problema, y es que sólo parece lograr excitarse con Holt, el actor. Éste se siente en deuda con su novia, Julia, y no se decide a abandonarla. Julia quiere a Holt, pero también depende bastante de su camello (Carly Pope), una lesbiana que tampoco quiere dejarla escapar a ella. Holt cada vez se siente más interesado por Lucy, pero para cuando eso ocurre las cosas se han deteriorado tanto y el espectador se ha inmunizado hasta tal punto ante tan exagerado cóctel que ya no puede más.

Y esto al final no es entretenimiento, es un producto vulgar y pasado de vueltas. No es una crítica al mundo de la prensa rosa, eso desde luego. Si alguna vez pretendió serlo, como en “El diablo viste de Prada”, la crítica se convirtió en lo criticado. “Dirt” existe hasta que deja de sorprenderte.

Se emite en Fox los miércoles a las 22:20.

(Foto: Courteney Cox)

domingo, 8 de junio de 2008

Crítica | EL COLECCIONISTA DE MARIPOSAS; Cuando a la amistad le siguen los interrogantes

Salirse de las normas no escritas de la narración televisiva actual puede ser peligroso. Buena parte del público se queja –y con razón– de que por muchos canales que tengamos hoy la oferta sigue sin ser realmente variada. Los programadores no le echan demasiada imaginación a su tarea y acaban por convertir cada canal en poco menos que un clon de su competencia. Pero cuando alguien viene a contarnos una historia diferente (no digo ya original) los espectadores respondemos con recelo.

Nos están acostumbrando de tal manera a esa nueva ficción efectista y de ritmo imparable que predomina en nuestras cadenas que nos empieza a resultar extraña toda producción que se salga de ese esquema. Ya no sabemos lo que es una escena sin diálogo, una imagen sin movimientos bruscos de cámara o una historia sin tiroteos. En ese sentido, “El coleccionista de mariposas” (“Butterfly Collectors”), que se emitió anoche en ETB-2, resulta una especie de ventana a un tipo de ficción en peligro de extinción. Aunque esto no es un punto a favor de cara a buena parte del público.

No es que esta miniserie británica sea estupenda ni mucho menos. Su ritmo decae en algunos tramos y su factura técnica no podemos calificarla de brillante (la banda sonora, eso sí, destaca desde el primer momento), pero se trata de una historia que mira a varios lados a cada momento y que pone énfasis en la relación entre sus distintos personajes.

Nos narra la historia de John McKeown (Pete Postlethwaite, “En el nombre del padre”), un policía veterano y desencantado con su labor, y Dex Lister (Jamie Draven, “Billy Elliot, quiero bailar”), un adolescente que se ha visto obligado a madurar demasiado deprisa. El primero tiene una relación desastrosa con sus hijos, cosa que lamenta profundamente, y el segundo ejerce precisamente de padre de los que son en realidad sus hermanos (Thomas Aston y Ruth Harrop).

A ratos la miniserie adquiere el tono del típico juego entre policías y (posibles) criminales que tantas ficciones británicas nos traen a las sobremesas de ETB-2. Pero también permite ser vista desde otros puntos de vista: puede ser una historia de dos amigos, de un hombre y el hijo que necesita a su lado o la historia de dos padres incluso.

Jean Stewart y Paul Abbott, director y guionista de “El coleccionista de mariposas”, mantienen el interés sin trampas ni artificio, jugando bien sus bazas, que son sobre todo esos dos personajes centrales. Pero la trama del asesinato que hace que John entre en la vida de Dex (o viceversa) tampoco decepciona.

En el reparto, el veterano Pete Postlethwaite y un entonces casi novel Jamie Draven (la producción data de 1999) forman un equipo perfecto. El primero se convierte en la personificación del agente quemado que, además, no encuentra a su regreso a casa la armonía que quisiera. Draven, por su parte, impide en todo momento que el espectador baje la guardia: su Dex es víctima y misterio, todo en uno. ¿Pero y si es sólo una de dos...?

(Foto: el poster estadounidense de "El coleccionista de mariposas")