domingo, 7 de enero de 2007

Crítica | MASALA; Una profesora combativa frente a una realidad social

En ‘Mentes peligrosas’ (John N. Smith, 1995) Michelle Pfeiffer se enfrentaba a un grupo de alumnos “difíciles” que la traían de cabeza en un instituto situado en una zona deprimida de Los Ángeles. La película se pasaba de comercial, moralizante y tópica, desaprovechando a su magnífica protagonista y echando a perder una idea interesante. ‘Masala’, un telefilme dirigido por Salvador Calvo que se estrenó el viernes a las 22:45 en Telecinco, es mucho más realista en su conjunto y además está bastante cuidado. Es fruto de un esfuerzo técnico y artístico que se aprecia de verdad.
Belén López en 'Masala' (Salvador Calvo, 2007)
Podríamos empezar diciendo que ‘Masala’ narra la historia de Judith (Belén López), la nueva profesora de música de un instituto conflictivo, en un barrio conflictivo y lleno de jóvenes conflictivos. Pero la cosa no es tan sencilla, y los responsables del guión de ‘Masala’ (Ignacio del Moral y Joan Barbero) se aseguran de que el espectador no se quede con un retrato simplista e incompleto de una realidad mucho más profunda y seria.

De modo que Judith, una profesora que no cuenta con la palabra ‘rendición’ en su vocabulario, llega a un instituto repleto de chicos de clase baja y origen multirracial, de esos que no tienen una limusina esperando en la puerta ni están empadronados en ninguna mansión. Son chicos con problemas, muchos de ellos víctimas de diferentes injusticias (pobreza, racismo, xenofobia, incomprensión...), pero ‘Masala’ tampoco viene a llorar a un grupo de santos vestidos de blanco: el panorama que encuentra Judith a su llegada al centro de enseñanza habla por sí solo.

El primer recorrido por las viejas y maltratadas instalaciones supone una presentación bastante impactante para la emprendedora Judith. Acompañada por otra profesora, Marga (Marta Calvó), y el director, Antonio (José Coronado), Judith camina por los deprimentes pasillos del instituto con una sonrisa aparentemente imborrable, intentando sacar lo mejor de entre lo peor. Cuando ve algunos de los dibujos que adornan los pasillos resalta que esos alumnos “tienen un sentido artístico innato”, pero entonces aparece un pene gigantesco dibujado en una puerta, con lo que Marga, irónica, le da la razón: “tenemos mucho artista suelto por aquí”.

El recorrido sigue y una veterana profesora (Mariana Cordero) sale apresuradamente de un aula, engulle una pastilla y se aleja llorando. Antonio saca del aula a un alumno y lo empuja violentamente contra la pared, haciendo caso omiso a las amenazas de denuncia del estudiante. Judith presencia la escena y prosigue su camino hasta llegar al baño de profesores, “el único privilegio” con el que cuentan los educadores según Marga. Pero su primera visita al escusado no resulta tal privilegio: un alumno le hace una foto con un móvil (que posteriormente se irá pasando de alumno en alumno) en el momento exacto y sale corriendo después. Cuando Judith sale del baño y le explica a Marga lo sucedido, ésta tiene preparado otro ácido apunte: “ya conoces a Jassin”.

Pero lo peor está por llegar para la pobre Judith. Cuando conoce al resto de sus alumnos descubre que Jassin (Mustafá al Bakhti) no es “el elemento” de la clase, es simplemente uno más del montón. Cuando pretende mostrarse interesada por los progresos del grupo con la anterior profesora, Judith obtiene de Bea (Julia Fournier), la cabecilla de la clase, una singular respuesta-amenaza: “¿le contamos lo que hacíamos con la cara-coño... o se lo hacemos?”. Cuando Judith propone que aquellos que no quieran aprender se sientan libres de abandonar el aula, la clase se vacía por completo. El panorama es desolador.

‘Masala’ narra con buen pulso el proceso que lleva a Judith a ganarse poco a poco la confianza de sus alumnos. Para algunos de ellos, el hecho de ver a la nueva profesora como una víctima a su manera (la mala relación que empieza teniendo con Antonio y el trato que recibe de él) resulta decisivo a la hora de ponerse de su lado, pero todos, tarde o temprano y de un modo u otro, se acaban convenciendo de que dar la espalda a un centro que intenta ayudarles no es un acto de rebeldía demasiado inteligente.

La mayoría de personajes del telefilme están bastante bien dibujados, pero la descripción y desarrollo de los mismos podría haber sido mejor si hubiesen sido menos en cantidad. El afán de los guionistas por mostrar algo de la vida de cada uno de los alumnos, aunque sólo sean pinceladas en el caso de algunos de ellos, no solo enriquece el relato sino que se hace necesario para no mostrar a los chicos del centro como problemáticos “porque sí” o delincuentes “sin más”. La situación de los personajes adolescentes (la chica hindú a la que sus padres quieren casar, el chico gitano que se desvive por cuidar a su abuelo...) ayuda a dar a cada una de sus historias una dimensión más humana y justa de cara al juicio que seguro recibirán por parte de algunos espectadores, pero son tantas que la agilidad del relato de ve dañada.

El mayor éxito de ‘Masala’ reside en la impresionante labor de casting realizada por sus responsables. No importa que el guión tenga dificultades para desarrollar como es debido alguno de los personajes jóvenes (con una duración mayor y formato de miniserie esto se hubiese evitado), los actores que los interpretan demuestran tener una naturalidad y una capacidad para moverse ante la cámara inmensas. Los debutantes Antonio Moreno y Julia Fournier, por nombrar dos ejemplos, hacen trabajos redondos en sus papeles, y el costarricense Daniel Marote, al que ya habíamos visto en ‘Hospital Central’ en un papel del estilo pero más borroso en su trazado, está impresionante, transmitiendo el miedo, la rabia y el dolor de su personaje con el mismo e impactante realismo.

El director Salvador Calvo maneja con el mismo acierto a los actores que interpretan los personajes adultos, muchos de ellos salidos de la cantera de ‘Motivos personales’, de la que Calvo fue director. En este sentido, debe resultar toda una recompensa el volver a confiar en un actor con el que ya has trabajado y recibir por parte del mismo un trabajo como el que Belén López hace en ‘Masala’. La intérprete, nominada este año al Premio de la Unión de Actores como mejor actriz revelación por ‘La distancia’, es en todo momento una heroína natural y creíble, adaptándose como un guante a cada una de las situaciones a las que su personaje es empujado en esa pequeña jungla de instituto. Su interpretación tiene exactamente la fortaleza y humanidad necesarias.

José Coronado, en una interpretación más agresiva, es igual de creíble en la piel de Antonio, un director marcado por una experiencia traumática y que parece desencantado con la enseñanza, a la que una vez defendió como “camino de ida y vuelta” y en la que Judith aspira a volver a hacerle creer. Marta Calvó, en un papel más relajado que aquel de ‘Motivos personales’ que le dio la fama, vuelve a demostrar ser una actriz demasiado buena como para que el final de un culebrón se la llevase consigo.

Hay que decir que ‘Masala’ tiene un final demasiado feliz y grandioso como para sonar creíble, pero la película, en su conjunto, está llena de buenas intenciones. Está correctamente dirigida, tiene una aceptable fotografía de Daniel Aranyo y funciona como entretenimiento así como en forma de cine social.

Volviendo a la trama, a partir de cierto momento en ‘Masala’ la amenaza de cierre a causa de la especulación inmobiliaria coloca a todos los personajes del instituto en un mismo frente: es una bonita manera de hacernos llegar el mensaje de que podemos trabajar juntos con una meta en común, de que la convivencia pacífica es posible porque nos parecemos más de lo que pensamos, y que es al ser conscientes de ello cuando pasamos a ser una verdadera comunidad, una comunidad en la que la diferencia, la mezcla (eso es exactamente lo que significa la palabra hindú masala) es vista como la riqueza que es.

(Foto2: Daniel Marote)

jueves, 4 de enero de 2007

Crítica | PASIÓN ADOLESCENTE; Hormonas peligrosas, culebrón morboso

Podría decirse que Beatriz Luengo se estrenó como actriz de televisión en el telefilme ‘Pasión adolescente’, que vio la luz en el año 2001 y se repone de cuando en cuando en los canales autonómicos agrupados en la FORTA. El título puede llevar a ideas equivocadas, pero los comienzos de la actriz y cantante madrileña quedan lejos de estar unidos al porno.
Fanny Gautier en una escena de
'Pasión adolescente' (Joaquín Llamas, 2001)

Dirigido por Joaquín Llamas, al que se deben otras tv-movies como la deprimente ‘Flores muertas’ y la inédita ‘Sin hogar’, ‘Pasión adolescente’ es lo que llamaríamos un telefilme típico y tópico, categoría ‘Multicine’, canal Antena 3. Por su argumento y por su correcta factura pasaría como otro más de ese estilo (y ubicación), pero el dato curioso es que no es otro de esos subproductos estadounidenses, es una producción española, con financiación, equipo técnico y reparto español.

Por un lado alegra ver que no desentone demasiado en lo técnico frente a la industria americana, mucho más prolífica y rica en medios en lo que se refiere a películas para el mercado televisivo, pero alegra algo menos comprobar que no va mucho más allá en cuanto al contenido: la típica historia de la adolescente enamorada, cuya obsesión crece hasta convertirse en un asunto más propio de implacables hormonas asesinas que de simple enamoramiento de juventud. La “víctima”, para añadirle morbo al culebrón, es el profesor de la encantadora protagonista, o eso parece al menos.

¿Qué es ‘Pasión adolescente’? Pues un culebrón, aunque bastante divertido, eso sí.

Mónica (Beatriz Luengo) está loca por Fernando (Aníbal Soto), su profesor de filosofía. Pero el suyo no es un simple enamoramiento, de hecho la “pasión” a la que hace referencia el título se queda bien corta al describir lo que siente la joven estudiante. Lo de Mónica es una obsesión enfermiza que crece y crece alimentada por miradas, gestos y palabras a las que el profesor no da la menor importancia.

Todo empieza con aires de chiquillada. Mónica se va a hacer footing por la mañana temprano con el único propósito de tropezar “accidentalmente” con su profesor. La chica muestra un inusitado interés por las explicaciones del educador, se lee los apuntes de pe a pa e inventa toda clase de trucos para pasar tiempo con él. Un día finge haber sido plantada por su madre y acepta que Fernando la lleve a casa. En el trayecto éste le habla de sus planes de publicar un libro de cuentos y de lo bien que le vendría encontrar una canguro que cuide de su bebé mientras él y su mujer (está casado, claro, lo contrario sería restarle al conjunto otras dosis de morbo demasiado valiosas) están ausentes.

No está del todo claro cuándo cruza Mónica la invisible a la par que pronunciada línea que separa el interés por alguien de la fascinación obsesivo-compulsiva, pero el caso es que ‘Pasión adolescente’ no desaprovecha el tiempo y pronto nos muestra a la protagonista metida a niñera, registrando cada rincón de la casa del profesor y oliendo su ropa cual amante desequilibrada. Y es que Mónica, como descubrimos al escuchar una conversación que mantiene con su madre, no ve que la diferencia de edad sea un obstáculo tan insalvable, y tiene algunas convicciones que tienen lo mismo de firmes que de inquietantes: “¿a que cuando conoces a alguien super especial notas algo así como muy dentro? (...) ¿A que cuando estás segura de que es para ti tienes que hacer todo lo posible para conseguirlo?” Su madre, pensando que se refiere a algún chico de su edad, responde que sí. Qué más quería la niña...

A partir de ese momento Mónica no piensa en otra cosa que en pasar el mayor tiempo posible en casa de su profesor favorito y en intrigar para separarlo de su mujer (Fanny Gautier). La relación con su familia y con su novio (que lo tiene, y es un chico muy atractivo aunque ella tenga otras cosas en mente antes que reparar en él) se deteriora... En fin, una turbia telenovela escrita sin un ápice de originalidad pero de forma que enganche y haga disfrutar al espectador a base de entretenimiento ágil y calenturiento.

Beatriz Luengo ofrece un debut bastante aceptable; suena creíble en los diálogos más inverosímiles (Soy una mujer y he luchado por ti como una mujer) y ese atractivo infantil que tiene funciona bien como elemento engañoso en la trama. Quien no acaba de encajar del todo es Aníbal Soto, que no es un actor tan sugerente como para interpretar a un personaje que trae de cabeza a su alumna, a su atractiva compañera de trabajo y a su aún más atractiva esposa.

Sobre el resto, decir que todos están en su sitio. Fanny Gautier (‘Al filo de la ley’) hace un trabajo sólido como de costumbre, y a Israel Rodríguez ('Javier ya no vive solo', 'Yo soy Bea') y a la elegante Remedios Cervantes ('El pasado es mañana'), como novio de la protagonista y compañera de trabajo del profesor respectivamente, también se les ve francamente cómodos a pesar de contar con unos personajes bastante más desdibujados y breves.

La primera escena de ‘Pasión adolescente’ nos muestra a la protagonista (a modo de aperitivo de acontecimientos posteriores) llorando desconsoladamente con una cantidad de pastillas en la mano que nada tiene de dosis recomendada, claro indicativo de que las cosas no apuntan a terminar demasiado bien para la chica. Pero aquel que haya pasado, al menos, una tarde de domingo en su vida frente al televisor sabrá que las cosas no son tan fáciles en este tipo de películas. Todo está sujeto a sorpresas y giros de guión repentinos.

En su desenlace, ‘Pasión adolescente’ deja en manos del espectador la decisión de juzgar o no a los protagonistas, así como la oportunidad de valorar quién ha sido en realidad el bueno de la función. Si es que ha habido tal cosa.

miércoles, 3 de enero de 2007

Crítica | LOS SERRANO; Calidad bajo mínimos

Estrenada en abril de 2003, ‘Los Serrano’ se convirtió rápidamente en uno de los mayores éxitos de Telecinco, compitiendo con ‘Siete vidas’ y ‘Hospital Central’ por ser el hijo más querido de Estudios Picasso. Con el tiempo, a base de medirse contra ‘Aquí no hay quien viva’ y demás pesos pesados de la competencia (aunque la serie de los vecinos es la única que le ha logrado hacer sombra a lo largo de los años), la serie ha ido desgastándose, tanto comercial como artísticamente. El share parece que sigue de parte de esta familia televisiva, pero la calidad no. No rotundo.
Belén Rueda y Antonio Resines
Aunque no vayamos a salir ahora con el “que buena era...”, “cuántas eran sus virtudes...” y etcéteras. ‘Los Serrano’ no ha pasado nunca de ser una serie entretenida, un producto para ver sin demasiados sobresaltos ni esfuerzos y una comedia que daba lo que estaba a la vista y que más allá de eso no se aventuraba en prometer. Aunque, al menos, ahí estaba siempre lo acordado: nadie prometió jamás una comedia extraordinaria, pero lo que se ofrecía era casi siempre aceptable.

Las cosas han cambiado. El interés por ver cómo se las apañaban por sobrevivir bajo el mismo techo la “familia de los chicos” (formada por Antonio Resines, Fran Perea, Víctor Elías y Jorge García) y la de las chicas (Belén Rueda, Verónica Sánchez y Natalia Sánchez) se apagó tras las primeras dos temporadas (como mucho). La gracia de los “personajes de taberna” de ‘Los Serrano’ (los interpretados por Jesús Bonilla y Antonio Molero) pasó a ser un espectáculo de chistes baratos, repetición de gestos e insoportable sobreactuación más o menos al mismo tiempo. La incorporación de Alexandra Jiménez (una actriz que parece no saber que interpretar es algo más que hablar con cara de asco y tono de estar mordiéndose los labios de rabia) y la marcha de Verónica Sánchez y Fran Perea (‘Los mánagers’), a pesar de ser dos actores con más tirón comercial que talento, no ayudaron a la serie, que vio como la audiencia se empezaba a resentir poco a poco. El momento en que Nuria González se fue en busca de proyectos mejores (un movimiento acertado el suyo) fue el punto de no retorno para la serie: todo lo que la producción tenía de efectivo se había agotado o había desaparecido (ideas, actores con gancho para la audiencia a la que va destinada la serie...).

En esta sexta temporada de la serie la manta se ha estirado de la siguiente manera: Diego y Santi se han visto obligados a vender la taberna (la compradora es Emilia, interpretada por la recién incorporada Pilar Castro) empujados por una amenaza de embargo, y Fiti ha regresado arruinado, con lo que no puede ayudar a sus dos amigos; la Choni (Pepa Aniorte, vista en ‘Volver’), “una mezcla entre copla y reggaeton”, Lourditas (la bilbaína Goizalde Núñez) y Lucía (Belén Rueda) siguen haciendo lo que pueden por manejar a los estudiantes de Santa Justa, con las dificultades que conlleva el tener a sus alumnos en plena edad del pavo y dispuestos a enredar, enamorarse, hacer el imbécil y, en fin, aburrir al espectador.

La fórmula de “Diego se mete en un lío, Fiti y Santi lo empeoran todo metiendo cizaña, las cosas se salen de madre, las mujeres de la serie lo solucionan todo y final feliz” ya no da más de sí. La trama se ha convertido en un circo patético y barriobajero, difícil de digerir y fácil de olvidar.

El reparto, que era en principio uno de los puntos fuertes de esta ficción, se ha subido con el tiempo a un carrusel y va dando vueltas sobre sí mismo sin llegar a ninguna parte, sin dar nada nuevo y mareando al espectador. Antonio Resines, lejos ya los días en los que impactó y conmovió en ‘La buena estrella’ (Ricardo Franco, 1997), parece haber sido degradado como actor a la categoría de “cómico principiante”. Tiene cuatro recursos contados (o, al menos, son los únicos que utiliza en la serie) y los explota hasta la saciedad. Pero mucho, muchísimo peor están Antonio Molero y Jesús Bonilla, para los que sus papeles en ‘Los Serrano’ han supuesto un retroceso insalvable en sus carreras. Están sobreactuados hasta el extremo y no son ya más que dos caricaturas exageradamente inverisímiles. Belén Rueda hace que su trabajo en ‘Mar adentro’ parezca un espejismo: ¿es ésta la misma actriz de la cinta de Amenábar, esta mujer gritona que no hace nada más que echar broncas y hacer muecas de falsa desesperación? Alejo Sauras, uno de los pocos actores que ofrecía una interpretación algo más trabajada en ‘Al salir de clase’, está en la misma línea que los demás, la interpretación (o lo que sea) de María Bonet deja sin palabras, y no por nada bueno, y los más jovencitos (Víctor Elías, Natalia Sánchez, Adrián Rodríguez y Andrés de la Cruz, entre otros) sacan de quicio (al menos en el episodio de ayer no cantaron...). Y, por último, apena ver a toda una Julia Gutiérrez Caba metida en semejante embrollo.

‘Los Serrano’ ha llegado al punto en el que ya no hay nada que hacer. Seguirá tirando todo lo que permita el share, exprimiendo hasta la última de esas necias ideas hasta que un día la serie se sitúe por debajo del 20% de cuota de pantalla. Ese será el fin de la serie, ya que no hay ninguna razón que no sea comercial para seguir dando cuerda a este reloj de madera podrida.