martes, 31 de octubre de 2006

Crítica | FRIENDS; Agradable retrato

Saber por qué ‘Friends’, la sit-com estadounidense que emite Cuatro de lunes a viernes a las 15:00, tuvo el éxito que tuvo es fácil. Basta con ver un capítulo de la serie para advertir lo entretenida, dinámica y alegre que es, y eso dice mucho de lo que el público mundial (porque el éxito traspasó fronteras como vallas salta un conejo) busca en televisión: un producto que arranque una sonrisa, una carcajada si cabe, y que no nos retenga demasiado tiempo en el sillón. ‘Friends’ ofrece eso exactamente al espectador. Y lo hace bien, por qué no decirlo.

Pocas veces había logrado tener tanta repercusión e influencia una serie que tenía tan poco que decir. Las historias que se cuentan en ‘Friends’ (el grupo de treintañeros que se niegan a crecer, las dificultades de la independencia, la amistad frente al amor...), todas, han sido contadas anteriormente en televisión, ya sea en forma de teleserie, telefilme o cine. Además, ninguna de esas cosas es de una importancia decisiva a la hora de la verdad: nadie verá como asunto de vida o muerte el enfado entre dos amigos de toda la vida, como tampoco verá tan crucial el relato de una mudanza o un embarazo.

Pero el caso es que la serie creada por David Crane y Marta Kauffman consiguió conectar con un grupo de espectadores realmente grande, por lo que si a ese retrato de la juventud-tirando-a-adulta no se le denomina fidedigno al menos habrá que llamarlo comercialmente acertado. Y es que es difícil saber hasta qué punto el espectador al que se dirigía en principio esta serie se sintió identificado realmente o encontró en ‘Friends’ un retrato ideal o preferible al que se da en la realidad. En cualquier caso, esta serie estuvo siempre tocada por ese incomprensible y maravilloso (al mismo tiempo cruel para la competencia) fenómeno que es el éxito, un éxito rotundo en este caso.

En el primero de los episodios emitidos hoy ninguna de las tramas dejaba ese regusto a profundidad o diferenciación que caracteriza a la mayoría de series “oficialmente buenas”, pero el triunfo de ‘Friends’ está en eso precisamente, en hacer de la rutina un ejercicio de comedia muy eficaz. Mientras Mónica (Courtney Cox Arquette) y Chandler (Matthew Perry) se veían obligados a pedir dinero a Joey (Matt LeBlanc) (cada uno por su lado y a espaldas del otro), Rachel (Jennifer Aniston) se enfrentaba a unos arreglos en el piso para adecuarlo a las necesidades propias de un bebé y Phoebe (Lisa Kudrow) se planteaba vivir con su novio, Mike (Paul Rudd), descubriendo sus diferencias respecto a la idea del matrimonio. Todos estos temas estaban tratados de una forma fresca (algo menos quizás el del matrimonio) y la agudeza cómica del guión se hacía notar en cada escena. Todo en la serie da la impresión de estar perfectamente coordinado.

Con Jennifer Aniston a la cabeza, todos los actores de ‘Friends’ se convirtieron en estrellas gracias a su paso por la serie, y todos ellos están muy lejos de dar con otro vehículo tan rentable como este. Tuvieron su momento – un sueldo impresionante, un guión en el que el insustituible epicentro eran ellos... – y algunos lo aprovecharon mejor que otros, y me refiero a sacarle partido a su tiempo en pantalla.

Aniston, en su único registro efectivo, que es el cómico-ingenuo, supo cumplir como actriz poniendo a su favor un guión sin fisuras. Ya le llegará algún día el papel (complejo) que la desenmascare como una actriz pasable cuando mejor. Sus Emmy y su Globo de Oro por ‘Friends’ son 9 a 1, por así decirlo, fruto de los diálogos divertidos, inteligentes o achispados que cayeron en sus manos más que la recompensa a un trabajo personal y bien hecho. Courtney Cox Arquette (‘Scream’), una actriz más contenida y elegante, encontró en su Mónica el papel perfecto con el que ser divertida sin apenas despeinarse, un buen trabajo para una actriz que no siempre muestra disposición a entregarse al material con el que cuenta. La ganadora del Emmy Lisa Kudrow, por su parte, consiguió ser una “tonta del bote” entrañable, que lejos de sacar de sus casillas al espectador logra su simpatía incondicional (solo ella podía soltar una idiotez como “quiero ser una mamá-taxi” sin caer en el ridículo).

Los varones del reparto, Matthew Perry, David Schwimmer y Matt LeBlanc, tres actores no precisamente sobresalientes, están claramente por debajo que sus compañeras pero, eso sí, siempre manteniéndose correctos. La nota curiosa a este respecto la da Matt LeBlanc, que siendo el más flojo de los tres actores fue el que consiguió protagonizar su propia spin-off (o tal vez, viendo lo discreta que es ‘Joey’, fue precisamente por eso). Con este último pasa lo mismo que con Aniston, pero en una versión más exagerada: las frases que le toca decir a LeBlanc dejan tan a la vista que la gracia está casi enteramente en el guión que, en ocasiones, se da una especie de ilusión óptica que hace que la boca del actor se aleje del resto de su inexpresivo rostro, como si partes asoladas de su cuerpo adquiriesen vida propia (o mejor dicho ajena). Respecto a los invitados de la serie, hay que decir que a lo largo de sus diez temporadas los hubo muchos y para todos los gustos. Entre ellos los más destacables fueron Susan Sarandon, Danny DeVito, Gary Oldman y Kathleen Turner.

En los dos episodios que ha emitido Cuatro hoy, el tratamiento que recibía el tema del matrimonio tiraba bastante hacia lo conservador (“Mike no quería casarse y no quiero tener una relación que no tenga futuro” decía el personaje de Lisa Kudrow), pero detalles concretos como ese son de lo poco que desentona en esta serie, a parte del recurso de las risas enlatadas, que resultan algo molestas (o quizás dependa del día que uno tenga). ‘Friends’ es, por lo demás, una serie divertida, contagiosamente alegre, a veces tragicómica y tópica en su justa (y necesaria en algunos casos) medida. Un retrato, en resumidas cuentas, agradable de ver.

lunes, 30 de octubre de 2006

Crítica | LA FAMILIA ADDAMS; El divertido clan de los Addams

La noche del consumismo y la idiotez de importación estadounidense, también conocida como Halloween, se viene celebrando en nuestras televisiones desde hace años, y al menos nos deja alguna que otra película decente en la parrilla. Mañana, mientras en Antena 3 nos colocan ‘Scary Movie 3’, la mayor estupidez que han podido encontrar, en Disney Channel habrá un pase de ‘La familia Addams’ (Barry Sonnenfeld, 1991) a las 22:47. Es, después de la oferta de Cinemanía Clásico (‘La leyenda de la casa del infierno’, ‘La noche de los muertos vivientes’, ‘Yo anduve con un zombie’...), lo mejor que se ofrece este año con motivo de la “fiesta” de la calabaza.

Morticia (Anjelica Huston) y Gómez (Raul Julia)

Dirigida por el autor de las muy menores ‘Men in black’ y ‘Wild wild west’ y con guión de Caroline Thompson y Larry Wilson, ‘La familia Addams’ ('The Addams Family') es una comedia que nos abre las puertas a la vida de una de las familias más extravagantes, macabras y divertidas que ha dado el cine para todos los públicos. Creado por Charles Addams, el singular clan vive entre tinieblas, en una mansión que tiene mucho de ‘Psicosis’ (Alfred Hitchcock, 1960) y poco de hogar ideal para una familia acaudalada de Estados Unidos. Una puerta que se cierra atrapando a un ladronzuelo con abrigo nuevo, una biblioteca que guarda clásicos “mortales” de la literatura y pasadizos que conducen a una riqueza celosamente guardada coinciden en la propiedad de los Addams.

La familia tiene como eje central al matrimonio formado por Gómez (Raul Julia) y Morticia (Anjelica Huston), dos misteriosos y cómicos seres que tan pronto se besan apasionadamente como bromean sobre el sufrimiento y el dolor. Sus hijos, Miércoles (Christina Ricci) y Pugsley (Jimmy Workman) se dedican a hacerse la vida imposible el uno al otro, pero no como hermanos corrientes. En lo que se hacen el uno al otro los dos mocosos Addams todo parecido a un juego de niños es pura coincidencia. Tampoco hay que olvidar a la abuela (interpretada por Judith Malina) (una señora que es la imagen clásica de la bruja de cuento, con sus pelos de loca y sus asquerosas recetas de caldero) y a la mano, de nombre “Cosa”, que corretea por la mansión como mascota inteligente.

En la película que se emite mañana, otro miembro de la familia, Fétido (Christopher Lloyd), está siendo buscado desde hace décadas por su hermano Gómez, cuya conciencia no logra descansar por una pepea que tuvieron ambos antes de su desaparición. Pero cuando reaparece el hermano mayor algunos comienzan a sospechar que hay algo en él que ha cambiado en su larga ausencia. Y tienen motivos para hacerlo, ya que Fétido es el cebo utilizado por el contable de los Addams (Dan Hedaya) y una peligrosa doctora (Elizabeth Wilson) para arruinar a la familia.

Los actores de la película parecen haber sido sacados directamente del cómic original, ya que todos y cada uno de ellos casan a la perfección con sus respectivos personajes. Raul Julia crea un Gómez Addams que es la sátira perfecta del patriarca familiar convencional. Esa gran actriz que es Anjelica Huston interpreta a Morticia de forma perfecta, dotándola de una oscura sensualidad que está entre lo más recordado del filme. El veterano Christopher Lloyd también se luce como Fétido Addams, al igual que Dana Ivey como la mujer del contable que encuentra a su verdadero amor en el primo “Eso” (una bola de pelo) y Elizabeth Wilson, que se convierte en una disfrutable villana, un explosivo cruce entre la Angela Channing de ‘Falcon Crest’ y la loca más divertida del manicomio.

‘La familia Addams’ hace gala de una capacidad impresionante para crear un humor negro realmente conseguido e imprimir un ritmo a la acción que rara vez decae a lo largo de la película. Además de eso, la película tiene un don especial a la hora de entretener que para sí quisiera la competencia televisiva que le ha tocado en esta “noche de Halloween”. La película guarda escenas que arrancan carcajadas (Morticia trabajando como profesora y provocando el llanto generalizado con su versión libre de ‘Hansel y Gretel’), contiene diálogos punzantes (todo lo que sale de la boca de una estupenda Christina Ricci) y tiene una estética de cuento gótico y un vestuario (nominado al Oscar) que resultan insuperables. Tuvo una secuela, ‘La familia Addams: la tradición continúa’, igual de conseguida. Entretenimiento en estado puro.

domingo, 29 de octubre de 2006

Crítica | LA DOCTORA QUINN; Jane Seymour en un Colorado "light"

En una época en la que las esposas no pueden tener otra preocupación que la de vestirse correctamente, las organizadoras de bailes buscan chicas “limpias y cristianas” y los indios son brutalmente heridos por generales arrogantes, una mujer llega a Colorado Springs para ejercer la medicina y revelarse contra la sociedad. Suena a folletín clásico o a libro de de bolsillo sobre amor y aventuras, y en cierto modo lo es. Se trata de ‘La doctora Quinn’ ('Dr. Quinn, Medicine Woman'), la serie de principios de los noventa que lanzó a Jane Seymour y que se emite de lunes a viernes a las 21:00 en People+Arts.

No hay tanta crueldad en la serie creada por Beth Sullivan como podría haber, teniendo en cuenta el tiempo y lugar en el que trascurre la acción. La serie, una especie de ‘La casa de la pradera’ en versión feminista, pretende ser un entretenimiento políticamente correcto destinado a todos los públicos, por lo que la violencia contra los indios, por ejemplo, es rápidamente denunciada por la buena de Michaela Quinn (Jane Seymour) y el gentil Byron Sully (Joe Lando). Ambos se revelan contra una sociedad conservadora, claro que muchísimo menos racista y machista de lo que era en realidad, para no herir la sensibilidad de aquellos espectadores norteamericanos que, atraídos por el aroma clásico y puritano que desprende la serie, se sumaban a la audiencia de la popular teleserie.

La doctora Michaela Quinn se podría considerar una heroína moderna norteamericana, de esas que se ganan el aprecio de la mayor parte del público por ser feminista y, al mismo tiempo, dar la imagen de esposa perfecta, ama de casa intachable y, por supuesto, por ganarse la vida ejerciendo una profesión que tan buena acogida tiene entre el público televisivo. La doctora Quinn es adelantada a su tiempo, se revela contra despóticos generales, violentos soldados y reverendos sumisos, consuela a viudos gruñones, se convierte en una madre de concurso para tres huérfanos (Shawn Toovey, Chad Allen y Erika Flores) y hace cosas tan bonitas como bailar con la niña que se ha quedado sin pareja en el baile de turno.

El hecho de que ‘La doctora Quinn’ transcurra en un ambiente bastante más amable y edulcorado del que cabría haberse creado para una serie que buscase realismo no es, de todos modos, tan raro. En la televisión norteamericana hay que tener cuidado (al menos en los canales generalistas) y hacer productos que puedan ser digeridos por las grandes masas. En un canal como la CBS, a principios de los noventa, una historia en torno al SIDA o la homosexualidad hubiese sido demasiado pedir, y el tono de esta serie era exactamente el considerado adecuado. Al menos, ‘La doctora Quinn’ está muy lejos de tener más pretensiones que la de servir de cuento familiar, no se las da de serie histórica ni mucho menos de rompedora.

Jane Seymour, una de esas actrices ignoradas por el cine pero que arrastran multitudes en la pequeña pantalla, es la perfecta protagonista para la serie. La intérprete, que lleva en la profesión desde principios de los setenta, encarna a la doctora de forma adorable, demostrando saber defenderse en pantalla en las escenas más exageradamente melodramáticas, de esas en las que otras actrices se desmadrarían entre llantos fáciles y teatralidad.

Los títulos de crédito de ‘La doctora Quinn’ prometen algo mucho más grandilocuente de lo que después se ofrece, que no es sino una serie nostálgica y muy tópica, aunque lo dicho, cuentan con la actriz idónea para capitanear el proyecto y una recreación de la época (finales del siglo XIX) que no está nada mal en lo que se refiere a vestuario, peluquería y decorados. No es el retrato feminista más digno, pero las intenciones no eran malas.

viernes, 27 de octubre de 2006

Crítica | REENCARNACIÓN; Kidman en plena forma

La escena que abre ‘Reencarnación’ (Jonathan Glazer, 2004), estrenada esta semana en Canal + y que vuelve a emitirse el martes 31 en Canal + Cine 3 a las 22:30, es un adelanto de los que vamos a ver en la próxima hora y media. Un hombre está haciendo footing en un parque en pleno y crudo invierno, la nieve lo rodea todo y les un toque elegante a las imágenes, pero no sabemos cuánto durará la escena ni a dónde se dirige el deportista. Y así es la película, fría y misteriosa, lenta y extraña.

Anna (Nicole Kidman), una mujer que perdió a su marido diez años atrás, parece haber encontrado la estabilidad otra vez junto a Joseph (Danny Huston), un hombre paciente que la ha cortejado durante años. Pero en una película tan oscura y estrafalaria como ‘Reencarnación’ ('Birth') la felicidad no parece dispuesta a quedarse. Pronto entrará un niño de diez años en la vida de Anna diciendo ser Sean, su difunto marido. Tras los primeros momentos de desconcierto y desconfianza, Anna comienza a convencerse de que ese inquietante niño (Cameron Bright), que tanto sabe sobre su vida en común con Sean, es la reencarnación de su verdadero amor.

Un tema complicado el de la reencarnación para realizar un drama que tiene un tono tan realista, pero la película se las ingenia para manejar al espectador en ese clima insano de suspense. El problema de la película de Glazer es su tan pausado ritmo, que a pesar de funcionar en algunos momentos de tensión y no desentonar con el enfermizo ambiente de la acción, tampoco le hace ningún favor a la hora de mantener el suspense. ‘Reencarnación’ se hace a ratos aburrida y solo mantiene atento al espectador en esos momentos por contar con una protagonista en plena forma.

Si el interés de una película se partiese en trozos como una tarta, en ‘Reencarnación’ la mayor parte de ella pertenecería a Nicole Kidman. Con un pelo cortísimo para la ocasión, la actriz vuelve a demostrar que es una de las mejores actrices del panorama cinematográfico actual, alguien que por más productos comerciales que haga está muy lejos de desaparecer. En este trabajo, Kidman interpreta su papel de forma contenida, dotando a su personaje de una fragilidad algo violenta, como si no todo fuese sufrimiento pasado en ella, como si hubiese algo en esa tranquila mujer que puede descolocarla en cualquier momento haciéndola estallar. La escena de la ópera, en la que Kidman permanece de cara a la cámara mostrando cómo a su personaje se le rompen todos los esquemas, es el mejor momento de la función.

Kidman a un lado, el guión no otorga al resto del reparto las notas de interés necesarias para crear secundarios interesantes. Cameron Bright está bastante acertado en la piel del enigmático niño, pero Anne Heche, Danny Huston y, sobre todo, Lauren Bacall se enfrentan a papeles sin forma ni color.

El desenlace de ‘Reencarnación’ deja algo frío y parece que todo ha ocurrido con tal tranquilidad que las cosas no han llegado tan lejos ni han sido tan graves. De todos modos, la película de Jonathan Glazer, con guión de Jean-Claude Carrière, Milo Addica y el propio director, es interesante, en ocasiones incómoda y lo suficientemente compleja para situarse lejos de la facilona y mediocre producción que predomina en el Hollywood actual.

(Foto: Nicole Kidman)

jueves, 26 de octubre de 2006

Crítica | SMALLVILLE; Un débil Superman, sobre y para adolescentes

Secuestros, chantajes, amenazas, pruebas de ADN... No es un culebrón venezolano ni la segunda temporada de ‘Mujeres desesperadas’, se trata de ‘Smallville’, la serie que narra la adolescencia de Superman todos los días alrededor de las 20:45 en La 2. No es que destaque por lo malo entre las teleseries extranjeras de esa cadena, pero tampoco viene a salvar los muebles del segundo canal público, ese que combina premiados documentales con ‘El chavo del ocho’ y ‘Florecienta’.

Para ser justos, deberíamos apuntar que ‘Smallville’ tiene una factura técnica bastante notable, se atreve con efectos especiales (algo peligroso para un producto televisivo) y no sale mal parada y, además, cuenta con localizaciones de rodaje que se hacen, a ratos, muy agradables de ver. Pero lo que la factura técnica y las granjas de cuento no pueden esconder es una historia construida sin imaginación y de la forma más sosa. La idea original de la serie, la de mostrar los años de instituto del superhéroe creado por Jerry Siegel y Joe Shuster, podría haber funcionado mucho mejor si no se hubiese ideado para cuajar sólo entre una porción tan específica del público como es la adolescente.

En el episodio de ayer, ‘Genealogía’, la serie demostraba poder ser tan melodramática como una telenovela, pero no acertaba a ser tan emocionante como la película de Richard Donner de 1978, ni supongo que tan entretenida o apasionante como el cómic original, que no he leído. “Él podría ser mi padre biológico... quiero averiguarlo todo acerca de él” decía Lana, el personaje interpretado por Kristin Kreuk (la chica del rostro felino), y poco después la veíamos entrando en la casa de un hombre con el que nunca había hablado para soltarle que él (que salía en una foto junto a la madre de la chica) podría ser su padre. Cosas que pasan.

El protagonista (Tom Welling, un actor que no aguanta la menor comparación con Christopher Reeve) también tenía que enfrentarse a un lío familiar: una mujer pelirroja que aparecía de la nada para decirle que era su madre. Desde ese momento, las pruebas de ADN falsificadas, los secuestros, los padres que lo hacen “casi todo” por sus hijos raptados y los poderes del jovencito Clark marcaban el ritmo de la función, no más que moderadamente entretenida.

En cualquier caso, hubo puntos interesantes en el capítulo de ayer. Por un lado, cuando el primer encuentro entre Lana y su supuesto padre biológico no llegaba a buen puerto, veíamos a Kristin Kreuk salir llorando de una casa. Dentro no se nos había enseñado a la chica empezando a llorar, y quizás fuese para agilizar el ritmo de la narración, pero también es posible que estuviesen evitando mostrar a la actriz intentando llegar al llanto frente a la cámara por alguna razón que, me imagino, nada tendrá que ver con el hecho de que Kreuk no llegue como actriz al nivel de discreta promesa. Por otro lado, en momentos de gran tensión emocional (o eso se pretendía que fuesen), a Tom Welling no se le pedía ni lo de salir de una casa con las lágrimas en los ojos. Al carilindo protagonista solo se le requería alguna que otra cara de corderito degollado, lo que parecía suponer un reto importante para el inexpresivo actor. Haciendo de padres adoptivos del chaval, Annette O'Toole y John Schneider se colocaban por encima de la media de la serie en materia de interpretación, pero tratándose de una serie adolescente su tiempo en pantalla estaba restringido. A Michael Rosenbaum, por su parte, se le podría decir pasable como el joven Lex Luthor, al que imprime un marcado misterio (¿o será más nuestro subconsciente?).

Refiriéndose a su madre, el personaje de Chloe (Allison Mack), una de las amigas de instituto del joven Clark, decía: “no era lo bastante buena para que ella me quisiera”. Esa cursilada de frase dice más sobre la propia serie que sobre la madre de ese personaje. ‘Smallville’ no es lo bastante buena para gustar al público adulto que disfrutó con el ‘Superman’ de Richard Donner, ni lo bastante buena como para orquestar un entretenimiento decente dirigido a aquellos a los que no interesa la película protagonizada por Christopher Reeve y Margot Kidder. Esta descafeinada versión es sobre adolescentes y para adolescentes. Concretamente, para los menos exigentes.

miércoles, 25 de octubre de 2006

Crítica | EMBRUJADAS; Fantástico, el género

‘Embrujadas’ ('Charmed'), todos los días en Cuatro a las 16:00, es un producto fantástico, pero no en lo que se refiere a su calidad sino porque pertenece al género de la fantasía, con sus brujas, demonios, conjuros y ángeles. Es una serie estadounidense, lo que quiere decir que técnicamente tenía más posibilidades que nuestra producción autóctona y, por qué no, también tenía papeletas para ser una buena serie vistas algunas joyas que nos llegan desde ese país. Pero la verdad es que en la serie creada por Constance M. Burge lo único que brilla son las luces y flashes que salen de conjuros y batallas, unos efectos especiales que van directos a la categoría de “mucho ruido y pocas nueces”. Como todo lo demás.

Alyssa Milano, Holly Marie Combs y Rose McGowan

En el capítulo de hoy, perteneciente a la cuarta temporada y titulado ‘Entra el demonio’, las tres hermanas Halliwell tenían que enfrentarse a una especie de guerrero oriental que había raptado a su maestro, por así decirlo. Pero la cosa no acababa ahí, ya que cada una de las brujas tenía sus propios problemas en el episodio: Phoebe (Alyssa Milano) tenía que entrenar muy duro porque “La Fuente” (¿?) había jurado matarla, Piper (Holly Marie Combs) tenía que ayudar a la hija del maestro oriental para enfrentarse al villano del capítulo y Paige (Rose McGowan), entre calderos, intercambiaba accidentalmente su cuerpo con el de Phoebe. Si el argumento suena ridículo, el propio episodio no andaba lejos de responder a esa misma descripción. Pero no parecía un ridículo en absoluto accidental, pues da la impresión de que es esa fantasía infantil e inverosímil la que se esfuerza la serie en ofrecer.

Ni las luchas con espada entre los orientales (coreografiadas sin imaginación) ni los diálogos imprimían a la historia el mínimo toque serio al conjunto, aunque pretender conseguir un drama con estos ingredientes hubiese sido cuando menos ingenuo para esta serie. Pero hay algo que no encaja del todo en ‘Embrujadas’, porque si no intenta que la trama se tome en serio, ¿como se explica que el guión exija a las protagonistas aparentar verdadera tensión ante los fantasiosos peligros que se les presentan? No se puede utilizar una frase como “no me hagas ser la malvada bruja del norte” y otra como “si haces mal una poción puede morir gente inocente” y pretender que la primera sea entendida como sarcástica y la segunda como una lección de vida o muerte. Ambas suenan igual de estúpidas si el guión no se toma algo en serio a sí mismo. Se trata de encontrar un término medio, y esta serie no lo ha conseguido para nada.

En el episodio de hoy las cosas se volvían risibles por momentos. El recurso del cambio de cuerpo entre dos de las hermanas les servía a las actrices para cambiar de registro, pero ambas (sobre todo Alyssa Milano) sobreactuaban en el rol de la otra. Con una frase como “nos hemos cambiado” para explicarse ante la tercera hermana, parecíamos estar viendo ‘Tú a Londres y yo a California’. La trama de los orientales, con un villano que no pasaba de la caricatura barata, no estaba precisamente conseguida y el decorado en el que transcurría la batalla final parecía sacado de una función teatral de barrio.

Al final del episodio, el “maestro” oriental decía algo sobre el error que supone aferrarse a la vida cuando la muerte sólo es una parte de ésta. Demasiado tarde, me temo, para empezar a ponerse intelectuales cuando todo el resto del capítulo era una mezcla de serie infantil, película de Kung Fu de serie B y comedia adolescente sobre intercambio de personalidades. Alyssa Milano, Rose McGowan y Holly Marie Combs, las atractivas protagonistas, no tienen ni el talento ni el material necesario para ofrecer interpretaciones que aguanten el más mínimo análisis. El conjunto, en fin, no funciona ni como comedia, ni como aventura ni como producto “fantástico”.

martes, 24 de octubre de 2006

Crítica | EL ABOGADO; A cada uno lo suyo

Buena parte de la sociedad estadounidense actual se tiene a sí misma como un modelo de modernidad en política social, por poner un ejemplo. No podemos devolver la vista a esa “buena parte”, no por difícil, sino porque para devolver algo es preciso que el que lo va a recibir lo haya tenido ya antes, y no se da el caso. Pero a cada cual se le debe admitir su triunfo, y en Estados Unidos la calidad media de la ficción televisiva es intachable (si es un triunfo comparable al que supone no tener vigente la pena de muerte, en eso ya no me meteré). Buen ejemplo de ello es ‘El abogado’ ('The Practice'), una serie que tiene ya unos añitos pero que aguanta una revisión como solo un producto verdaderamente bueno puede hacerlo.

En el capítulo emitido ayer por La Sexta (18:15), se tocaron temas como el aborto, el tráfico de drogas, la religión y la medicina (estas dos en un mismo caso), la doble moral de la sociedad norteamericana actual y, como no, los entresijos de la ley. Los guionistas de ‘Los hombres de Paco’, entre otras series españolas de muy dudosa calidad, se quedarían boquiabiertos si llegase a sus oídos que meter todo eso en un mismo guión es posible. Pues lo es, y diré más, es posible hacerlo muy bien.

Del creador de ‘Ally McBeal’, otra serie que se ha recuperado recientemente para la televisión en abierto, ‘El abogado’ narra el día a día en un bufete de abogados de Boston. Las tramas personales tienen cabida en esta serie, pero en comparación con la serie protagonizada por Calista Flockhart el tiempo que se les dedica es muy inferior. Eso implica que el gran peso del relato recae en las tramas legales. En el capítulo ‘Busca y confisca’ (de la segunda temporada), Lindsay, interpretada por Kelli Williams, defendía a un traficante de droga, en un caso bastante más irónico de lo que acostumbran a ser los relacionados con las sustancias ilegales. El otro caso, el que causaba más impresión, era el de una mujer que, movida por sus convicciones religiosas, se negaba a que le practicasen una cesárea, única manera de salvar al hijo que llevaba en su interior.

Los dos temas dan algo de vértigo, pero a los guionistas no les temblaba el pulso en ningún momento. Desde la irónica escena en la que el traficante explicaba a la jueza que “ando un poco corto de pasta... si hubiese vendido la cocaína...” hasta la impactante secuencia que servía de desenlace al caso de la madre y su bebé, todo en el capítulo estaba controlado al milímetro por el guión. La dirección, por su parte, era impecable y el reparto creíble del primer al último miembro del mismo.

Merecen especial atención en la lista de actores Kelli Williams, Lara Flynn Boyle y, sobre todo, Dylan McDermott. Éste último, un buen actor, demuestra en ‘El abogado’ que se puede ser un cabeza de reparto serio, riguroso y elegante (con el smoking del episodio del lunes o sin él) sin caer en el error de dar una imagen de insoportable superioridad, como le ocurre a David Caruso, protagonista de la inferior ‘CSI Miami’. El Bobby Donnell de Dylan McDermott es un líder carismático pero con sus flaquezas, y no un jefazo odioso y meticulosamente perfecto.

‘El abogado’, también hay que admitirlo, no puede evitar caer en el tópico del clásico (y heroico) juicio americano, del tipo en que un fiscal siempre tiene un as en la manga o un abogado suelta un discurso tan espectacular que parece que media sala va a romper a llorar de pura emoción. Pero no es necesariamente un error, porque es lo que funciona mejor en este tipo de series. No hay más que echar la vista atrás y ver cómo les fue en materia de audiencias a Leonardo Sbaraglia, Natalia Verbeke y Fanny Gautier con la más recatada (pero muy estimable) ‘Al filo de la ley’. Para juicios realistas, las noticias, y para buena ficción, la estadounidense. A cada uno lo suyo.

lunes, 23 de octubre de 2006

Crítica | CAMERA CAFÉ; Simple pero efectivo

Una sola cámara y unos cuantos personajes. Poco más le hace falta a ‘Cámera café’, la serie de Telecinco, para hacer reír a millones de espectadores todos los domingos. En una época en la que los efectos especiales son el eje central de algunas series, cada vez hay más exteriores y el protagonismo de muchas series se reparte entre un pequeño grupo de intérpretes, ‘Cámera café’ es símbolo de la ficción a contracorriente. Una buena idea, unos actores compenetrados y unos guiones sin fisuras para la serie del momento.

Parte del reparto de 'Cámera café'
En la oficina en la que transcurre cada sketch de ‘Cámera café’ debe haber mesas, papel, sillas de oficina y ventanas a la calle. El baño debe ser como todos los baños de oficina y el ascensor debe llegar al resto de pisos, pero nada de eso lo llegamos a ver en esta serie. Ni falta que nos hace, bastante tenemos con lo que se nos pone delante: en cada capítulo el personal de la empresa, se dedique a lo que se dedique, deja lo que está haciendo para acudir, fiel a su cita, a la máquina de café que hay en el pasillo. Lo que vemos es un grupo de gente que nadie en su sano juicio contrataría para llevar adelante un negocio, aunque sólo se tratase de hinchar globos.

Está el típico borde de oficina, el típico chulo, las típicas cotillas y el no tan típico señor de mediana edad que se asusta con su sombra, se pone hecho unos nervios con el aire que le pega en la cara, que convive aún con su madre, a la que se supone que adora, y que con “desguace” se refiere al hogar del jubilado que visita la señora en cuestión. También está la chica infantil y de aspecto ridículo que está enamorada del señor anterior. Y estos son sólo dos de los casos clínicos que hacen acto de presencia frente a la máquina de café.

Creados semejantes personajes, a más raro, extremo y surrealista cada uno, los guiones no tienen más que tirar del hilo para conseguir crear situaciones capaces de arrancar la carcajada a un espectador que está de luto. Cualquier pretexto es válido, desde una fiesta de cumpleaños hasta el ir y venir de una grapadora. Los personajes de ‘Cámera café’ son semejante mina de oro por explotar que da lo mismo el tema que se trate en el sketch, no hay nada que se le resista a esa estrambótica galería de especimenes para hacer reír al espectador. Los guionistas, conscientes de esto, les han sabido coger el punto a todos y cada uno de ellos, aprovechando hasta el último recurso.

Los actores y humoristas (todos se han revelado como ambas cosas) son de recibo: César Sarachu y Esperanza Pedreño (ganadora de un premio de la Unión de Actores por este trabajo) parecen haber nacido para dar vida a esos eternos niños que son Bernardo y Cañizares; Esperanza Elipe está perfecta en la piel de Marimar, esa singular ama de casa y eterna aspirante a encontrar su media naranja; el veterano Luis Varela está inmenso como ese director gerente ácido, gruñón y sarcástico; Arturo Valls, por su parte, demuestra ser más que un showman a merced de los no siempre acertados guiones de ‘Caiga quien caiga’. Quizás las interpretaciones de Ana Ruiz y Carolina Cerezuela sean algo más rutinarias, pero tampoco desentonan en ese potente conjunto.

‘Cámera café’ no parece gran cosa a simple vista, pero tiene todo lo necesario para triunfar en la comedia. Pocas veces algo tan básico como poner a unos actores frente a una cámara ha dado tan buenos frutos. Algunos se parten el espinazo buscando localizaciones para sus escenas de exteriores o intentando dar con platós con el mayor número de metros cuadrados posibles. Otros, en cambio, lo bordan con un pasillo y una máquina de café.

domingo, 22 de octubre de 2006

Crítica | LA HISTORIA DE AUDREY HEPBURN; Años luz de la verdadera y única

Antes de nada habría que dejar claro que nadie podría haber dado vida a la actriz Audrey Hepburn y salir del todo airosa. Quizás por eso, puestos a equivocarse, los responsables de ‘La historia de Audrey Hepburn’ ('The Audrey Hepburn Story') no se preocuparon demasiado en elegir a la mujer que interpretase a una de las de las estrellas de cine más recordadas del siglo pasado. El hecho de que la propia Jennifer Love Hewitt sea co-productora ejecutiva de este telefilme, que se emitió ayer y se ha repetido hoy en Cosmopolitan, explica algo más este rotundo e imperdonable error de casting.

Love Hewitt, una confesa admiradora de Audrey Hepburn, no debió de ser capaz de resistirse a la tentación de ponerse en la piel de la actriz belga. Muchas otras hubiesen huido de tal responsabilidad dándola por imposible, pero esta actriz debió creer que podría con ello. Visto el telefilme, sin duda se equivocó.

Este biopic televisivo se abre con una recreación de la famosa escena del taxi llegando a Tiffany’s en ‘Desayuno con diamantes’ (Blake Edwards, 1961). Solo ver el taxi ya queda claro que estamos ante una pobre imitación de la película de Edwards, pero la cosa empeora cuando descubrimos a Jennifer Love Hewitt dentro del vehículo. En la misma escena, un exagerado Michael J. Burg da vida a Truman Capote, que parece todo menos contento con la elección de Hepburn para protagonizar la película basada en su novela. Pronto se recurre al flashback para contar cómo ha llegado la actriz hasta la cumbre de Hollywood.

En Bruselas, antes de la Segunda Guerra Mundial, una Audrey Hepburn que cuenta con ocho años (interpretada en este tramo por Sarah Hyland) comienza a vivir el drama familiar que supone el abandono de su padre (Keir Dullea). Ese padre ausente también juega un papel importante en el comportamiento de la Hepburn adolescente (Emmy Rossum), constantemente preocupada por cuándo volverá a verlo una vez en el internado británico. Pero el encuentro entre ellos, en el aeropuerto desde el que Audrey partirá hacia Holanda para reunirse con su madre (Frances Fisher), es más bien frío y no hace más que empeorar las cosas.

Pasada la Segunda Guerra Mundial, la vida de Audrey Hepburn va tomando poco a poco la forma de un cuento de hadas. Primero consigue llegar con el baile mucho más lejos de lo que había pensado, a pesar de su altura. Después la contratan para pequeños papeles en distintas películas y, poco a poco, va enamorando con su encanto a todo aquel que se cruza en su camino, logrando abrirse camino en el duro mundo de la interpretación. Primero conquista Broadway y después la meca del cine. Todo lo hace vestida con los mejores diseños y sin renunciar a su dulzura y buen corazón. De cuento, vamos.

Lo malo de ‘La historia de Audrey Hepburn’ no es tanto lo largo que es el telefilme. Hay una historia interesante que contar y se le habría sacado mayor partido, incluso con ese guión tan pesado, si la actriz que interpretase a Hepburn tan sólo tuviese una séptima parte del encanto que tenía la interpretada. Con ese pestañeo incesante y esas muecas dramáticas tan suyas y tan fuera de lugar, Jennifer Love Hewitt no solo carece del encanto físico de Audrey Hepburn, sino que tampoco está dotada con un solo pedazo del talento que hacía de la actriz belga un monstruo de la interpretación. Donde Hepburn estaría encantadora Jennifer Love Hewitt está gestera, pasada de vueltas y, en definitiva, nada convincente.

Interpretada por Love Hewitt, nadie se cree que una chica como esa sería admirada y despertaría el interés de tantos y tantos. La Audrey Hepburn de esta actriz estadounidense es una mujer ñoña y de aires demasiado infantiles, alguien que no podría haber llegado a ser elegida para protagonizar ‘Gigí’ en Broadway, ni por supuesto ‘Vacaciones en Roma’ (William Wyler, 1953) o ‘Historia de una monja’ (Fred Zinnemann, 1959). En la recreación del mítico paseo en la Vespa de ‘Vacaciones en Roma’, Jennifer Love Hewitt parece una sátira de sí misma. No importa los modelitos que luzca, no llega en ningún momento a rasgar siquiera la superficie del personaje que interpreta.

Otros de los actores, como Eric McCormack (‘Will y Grace’) dando vida a Mel Ferrer y Gabriel Macht en el papel de William Holden, tampoco están precisamente acertados en sus actuaciones. Son dos piezas más en este fallido puzzle que parecen sacadas del sitio donde deberían estar.

Volviendo a la narración, uno de los momentos clave de ‘La historia de Audrey Hepburn’, el reencuentro de la actriz con su padre tras años sin verse, está francamente desaprovechado. La escena no está escrita con el dramatismo preciso y los actores no son capaces de sacarla adelante, algo que, llegado ese momento en el telefilme, no es que sorprenda, pero constituye una nueva decepción en este flojísimo biopic de Steven Robman.

‘La historia de Audrey Hepburn’ se cierra con el final del rodaje de ‘Desayuno con diamantes’. Unos rótulos blancos informan sobre algunas de las películas que realizó la actriz a parte de la de Edwards, así como su labor para UNICEF en los últimos años de su vida. Las imágenes de archivo que dan paso a los créditos, con la verdadera Audrey Hepburn en ellas, son otra prueba de que nada de lo visto en las últimas horas se acerca lo más mínimo a la esencia de aquella gran actriz.

sábado, 21 de octubre de 2006

Crítica | JOSH Y EL SEXO; Tercera lección para Josh en Cosmopolitan

No todo en América es mojigatería, y no hay más que ver series como ‘Sexo en Nueva York’ para demostrarlo. Aunque esa serie quizás se pase de bobalicona en ocasiones, también ha dejado escenas realmente comprometidas y picantes a lo largo de sus seis temporadas. Pero, sobre todo, conviene decir que no es un caso aislado. Sin alejarse mucho de Estados Unidos podemos encontrar otra producción que se podría decir que tiene al sexo como uno de sus personajes principales.

‘Josh y el sexo’ ('Naked Josh') es una serie canadiense que obtuvo un gran éxito tras su estreno en 2004. En España, Cosmopolitan estrenó la tercera entrega la semana pasada y podemos decir que el producto es un nuevo acierto de la ficción actual. Puede que, al contrario que otras grandes series que nos han llegado en los últimos tiempos como ‘CSI’ o ‘Mujeres desesperadas’, esta otra serie no goce de una popularidad demasiado extendida, pero no deja de ser otra prueba de que la ficción televisiva vive un momento dulce.

Josh Gould (David Julian Hirsh), un joven profesor de Antropología Sexual de una universidad, tiene que aprender a diferenciar entre la teoría y la práctica a la hora de embarcarse en nuevas aventuras sentimentales y sexuales tras la ruptura con su última compañera. Aunque parezca saberlo todo acerca del sexo, Josh se revela como una especie de inseguro principiante cuando se cierran los libros de sus lecciones. Además, su amigo Eric (Andrew Tarbet) y algunas de sus alumnas, entre ellas Hunter (Krista Bridges), no le ponen las cosas precisamente fáciles a la hora de afrontar su nueva vida como “soltero sin compromiso”.

Tal vez sea eso mismo, lo de no querer seguir siendo un “soltero sin compromiso”, lo que le haga tener a ‘Josh y el sexo’ lo peor de ‘Sexo en Nueva York’, y es que en algunas historias parece que si el protagonista no acaba con pareja no puede llegar a ser feliz. Pero las cosas tampoco son tan simplistas. ‘Josh y el sexo’ no tiene demasiado de conservador, de hecho puede ser muy políticamente incorrecta a la hora de tratar ciertos temas. Como en el capítulo de hoy sin ir más lejos, en el que Eric, el desinhibido amigo de Josh, jugaba con el hijo de su último ligue a los globos de agua usando condones. Por otro lado, en lo que se refiere a las escenas de sexo hay que admitir que la mayoría tampoco son de escándalo, pero las hay también bastante generosas.

‘Josh y el sexo’ es una serie rápida y breve (no llega a la media hora), divertida, a veces sarcástica y también picante. Aunque los guiones de la serie pueden resultar rompedores o insufriblemente sensibleros con igual facilidad. Tan pronto estamos ante una escena ingeniosa como nos topamos con otra repetitiva, y es que lo del tema del sexo como “uno de sus personajes principales” juega en contra de la serie en ocasiones. Como en ‘Sexo en Nueva York’, ‘Josh y el sexo’ a veces se torna demasiado romanticona, en especial en las escenas que comparten los personajes de David Julian Hirsh y Krista Bridges.

Pero de todos modos el conjunto deja buen sabor de boca. La tarea de compaginar las tramas puramente sexuales con las románticas no es en absoluto un camino fácil, pero es el que ha venido tomando ‘Josh y el sexo’ en todas sus temporadas y el esfuerzo se le agradece. Con ese sensible, bonachón y atractivo profesor como protagonista, desde luego es una serie echa a la medida del canal Cosmopolitan, donde se emite los sábados alrededor de las 18:00. Tal vez no sea “sólo para mujeres”, pero sí es cierto que está bastante más cerca de ser así que de ser “sólo para hombres”.

(Foto: David Julian Hirsh)

jueves, 19 de octubre de 2006

Crítica | ALLY McBEAL; Ally McBeal, abogada, resucita en Cuatro

Cuatro ha recuperado para las tardes de la semana la serie norteamericana ‘Ally McBeal’, la que fuera una de las series estrella de Telecinco hace unos años. No faltará la gente que diga que mejor sería estrenar un producto nuevo, inédito en España, que echar mano de reposiciones. Pero para ver estrenados productos como ‘One Tree Hill’ o ‘Dos hombres y medio’, ambas en La 2, resulta más interesante revisar viejas glorias. La serie de la abogada tiene algo que contar, resulta divertida y no insulta a la inteligencia.

‘Ally McBeal’ se estrenó en 1997 en Estados Unidos. La trama de la serie tiene como protagonista a la mujer del título (Calista Flockhart), una abogada que se traslada al bufete de un antiguo compañero de instituto (Greg Germann) y que se encuentra allí con el gran amor de su juventud (Gil Bellows), que ahora está casado con otra abogada (Courtney Thorne-Smith). A partir de ahí la serie combina con gran acierto las historias personales de Ally y sus compañeros de profesión con las aventuras y desventuras de todos ellos en los juzgados.

Toda una galería de extraños jueces (el encarnado por Phil Leeds, aquel que pedía a los abogados que le enseñasen los dientes, es el más recordado), peculiares abogados (como el interpretado por Peter MacNicol), odiosas secretarias (la Elaine de una genial Jane Krakowski) y demandantes compulsivas (Lucy Liu, que se unió a la serie en 1998) pasaron por la serie a lo largo de sus cinco temporadas. También quedaron para el recuerdo aquellas noches en las que los abogados celebraban triunfos o ahogaban sus penas en el bar, al son de las canciones de la estupenda Vonda Shepard, que llevó la banda sonora de la serie a lo más alto de las listas de éxitos de todos los países en los que ‘Ally McBeal’ se estrenó.

El creador de la serie, David E. Kelly (que más tarde sería el responsable de otra estupenda serie de temática legal, ‘El abogado’), supo llevar adelante a la perfección esta mixtura de comedia y drama donde se recurre a la sátira de las clásicas ficciones de juzgado americanas o se tocan los más serios y conmovedores casos relacionados con la abogacía, todo con el mismo buen hacer que se convirtió en marca de la casa.

Uno de los grandes éxitos de la serie fue su reparto, que funcionó hasta el último capítulo a pesar de que los guiones fueron perdiendo el norte poco a poco. Calista Flockhart, una buena actriz que se dio a conocer gracias a esta serie, daba vida a la abogada protagonista con el mismo acierto ya se tratase de una escena con gran carga dramática o una con la ironía más picante. La actriz vio recompensado su trabajo con un merecido Globo de Oro y 3 nominaciones a los Emmy. Y no menos acertados estuvieron el resto de nombres que pasaron por la serie, entre los que destacan Peter MacNicol, Jane Krakowski y Portia de Rossi.

Sin duda, en una época en la que las mejores comedias que nos llegan desde Estados Unidos no pasan de los canales digitales (‘Arrested Development’) y las peores son despachadas a todas horas en la programación de La 2 (‘Dos hombres y medio’), el que se recuperen series de calidad como ‘Ally McBeal’ es un privilegio. Para todos los que quieran buena comedia y buen drama, todo en uno, que no se pierdan esta serie que emite Cuatro de lunes a viernes a las 20:00. Y es mejor cogerla pronto, porque las últimas temporadas no valen ni la mitad de lo que vale la que se emite actualmente.

miércoles, 18 de octubre de 2006

Crítica | AMAR EN TIEMPOS REVUELTOS; Los tiempos siguen revueltos

Hay un problema con cierto producto en televisión. Una parte de la sociedad lo solicita, pero hay canales (muy competitivos) que no suelen ofrecerlas muy a menudo porque el producto no tiene gran reclamo (generalmente) entre el público que interesa a esos canales. Pues bien, algún canal se tendrá que mojar y ofrecer ese producto, y ese suele ser TVE-1, que como canal público tiene que emitir lo que otros, cegados por el share, no quieren. ¿Está entonces TVE-1 cumpliendo como servicio público al emitir ese producto? Puede parecer que sí, pero si destapamos este pastel y vemos que el producto en cuestión son las telenovelas de sobremesa, generalmente la respuesta será que no. Generalmente.

El 26 de septiembre de 2005 se estrenó en el primer canal de TVE ‘Amar en tiempos revueltos’, que rápidamente se convirtió en uno de los programas más exitosos de la pública en los últimos años. La historia giraba en torno a un grupo de personas, de distintas clases sociales e ideologías, que tenían que salir adelante en la Guerra Civil y la posguerra española. Constituyendo una especie de encuentro entre el clásico serial de sobremesa y una serie histórica, la trama prestaba especial atención a la relación entre Andrea (Ana Turpin), una chica de familia conservadora, y Antonio (Rodolfo Sancho), un obrero republicano.

‘Amar en tiempos revueltos’ era en el momento de su estreno (y sigue siendo a día de hoy) la primera telenovela nacional en abordar la Guerra Civil y la posguerra española. Contar una parte de la historia (aunque se haga de forma ficcionada) que se sigue intentando tapar es ofrecer un servicio público, le pese a quien le pese, y solo por eso la serie merecía un lugar en TVE-1. También merecía más publicidad por parte de los medios y más presupuesto por parte de la productora, pero hay que insistir en que el simple hecho de su existencia ya es un triunfo.

Ahora ‘Amar en tiempos revueltos’ se enfrenta a las dificultades de una segunda etapa. Y hay ciertas dificultades, porque la audiencia española parece soportar unas cuantas temporadas de la insufrible ‘Los Serrano’, pero se resiente ante las segundas etapas de los seriales de sobremesa. Y, respecto a calidad, no hay demasiadas razones para ello en este caso, pero sí es cierto que este serial ha tenido cambios tras el verano, en especial en su reparto.

El agotamiento de los actores después de tantísimos capítulos se hace entender, y es una pena que actores como Héctor Colomé, Rodolfo Sancho, Félix Gómez y, sobre todo, Pilar Bardem no hayan seguido en la serie. Tampoco ha sido un personaje fijo el de Ana Turpin en la segunda etapa, pero esta semana la serie recibía su visita. Tiene gracia que sea precisamente ella, con diferencia la peor actriz del anterior grupo protagonista, la que vuelva ahora como estrella invitada. Pero eso está muy lejos de perjudicar a la serie, porque la audiencia se encariña con los protagonistas, sea quien sea el que los interprete.

Con Ana Turpin ocurre que, por más que su personaje sea interesante, en la mayoría de ocasiones no es una actriz que de la talla. Puede ser atractiva e incluso parecer frágil cuando su papel se lo pide, pero no sabe actuar como es debido en el 90% de los casos. Una frase como “yo también os he añorado” suena mil veces más falsa saliendo de ella que de cualquier otro actor de ‘Amar en tiempos revueltos’. Y no es solo esa voz que tiene que, por más que intente controlar, se hace inevitablemente insoportable. Es la forma que tiene de afrontar cada situación que el guión le presenta. Simplemente no da la talla.

En una de las escenas clave de esta semana, Andrea y Mario (Cristóbal Suárez) intentaban fingir seguir siendo un matrimonio para que la madre de ella, Loreto (Luisa Gavasa, que se despedía de la serie esta semana), muriese feliz. El problema venía cuando Ana Turpin intentaba parecer afectada, agradecida y melancólica al mismo tiempo, diciendo las mentiras que tocaban (“[en Estados Unidos] la gente puede decir y pensar lo que quiere sin miedo a que la metan en la cárcel”) en un tono que ni la más ingenua se creería. Y no es porque intentase hacer más cómplice de la mentira al espectador. No sabía interpretar a alguien que fingía y más bien parecía que fingía interpretar. Por suerte, el guión había previsto esta situación y había hecho que el personaje de Jaime Menéndez dijese que la moribunda se había vuelto “selectiva” al acercarse el momento de su muerte, y que las mentiras le entraban bastante fácil.

Dejando a un lado a Turpin, los capítulos de esta semana estaban francamente conseguidos. La recreación de la época, teniendo en cuenta los recursos, era más que estimable, y se daban situaciones insólitas (de esas que solo podrían imaginarse en la posguerra) que resultaban cuando menos curiosas: una mujer le daba a su antiguo marido su propio certificado de defunción para que este pudiese vivir en paz con su nueva compañera.

Del reparto que capitanea ahora la producción hay que decir que, aunque no llegue a tener el encanto del original, cuenta con gratas sorpresas. Como el mayor protagonismo de Ana Otero o la presencia de Elisa Garzón, que tiene una cara que le hace parecer haber salido de una foto de la época. Aunque también hay dudosas incorporaciones, como la de Begoña Maestre, que siempre parece darse a sí misma demasiada importancia a la hora de interpretar, o la de Ana Labordeta, que parece una doncella demasiado autoritaria en el tono como para ser creíble.

Pero una vez más, conviene decir que el simple hecho de que ‘Amar en tiempos revueltos’ exista ya es un triunfo. Y, como dijo Pilar Bardem, aquellos que siguen insistiendo en que reabre heridas sin cicatrizar “que se echen mercromina”.

(Foto: Ana Otero)

martes, 17 de octubre de 2006

Crítica | LOS SIMPSON; Malicia sin ofensa

Para ‘Los Simpson’ ('The Simpsons'), la serie de animación norteamericana que se emite desde hace años en Antena 3 TV al mediodía, resulta muy fácil ser políticamente incorrecta. Visto lo sencillo que es ofender a la sociedad estadounidense actual (basta un pezón en la tele para sembrar el caos más absoluto), a la serie creada por Matt Groening lo único que le hace falta es coger una parte de la realidad y echar mano de la exageración y la ironía . Aunque, a decir verdad, ‘Los Simpson’ tienen más de otras cosas que de exagerados. A veces incluso tiran más hacia amables, porque de quitar ironía a este retrato de esa sociedad (porque lo de la familia no es más que un punto de partida para la serie) los norteamericanos se darían con la cruda realidad en las narices, una realidad mucho más cruel y desesperanzadora.

Si cogemos a los personajes podremos ver que malicia no les falta a estos dibujos. Tenemos a un padre muy aficionado a visitar a sus amigos del bar, muy aficionado a comer, a quedar en ridículo, a descuidar un trabajo altamente peligroso, a hacer el vacío a su familia, a criticar lo que él mismo hace y muy aficionado, en definitiva, a ser, pensar y decir todo lo que “no se debe”. Una madre que intenta imponer algo de orden pero que tan pronto suelta palabras amables y bobaliconas como se convierte en conductora temeraria (por ejemplo). Tenemos a una cerebrito de hija que tan pronto se revela contra los suyos como se pasa horas junto a su hermano viendo 'Rasca y Pica' o saca lo peor de sus genes para hacer frente a una rival intelectual. También está ese hijo rebelde que no duda en utilizar todo su ingenio para el peor fin que logre ocurrírsele, ya sea sabotear algún acto del instituto o simplemente hacer un poquito más desgraciada la vida de cualquiera de los que le rodean. Por último (dentro de casa, claro), está ese abuelo, que cuando no se duerme de pie o es abandonado en el rincón más rebuscado, se dedica a decir burradas o hacer de un relato de guerra una comedia de enredo, siempre con la mala uva que se le presupone a todo aquel que viva en ese Springfield amarillento.

En fin, todo un caso de familia en el que, por supuesto, ni un solo americano se ve reflejado. Faltaría más. ‘Los Simpson’ ha sido calificada por algunos sectores de la sociedad estadounidense de insultante, incendiaria, cruel e incluso peligrosa. Pero mucho me temo que de quitar ese bello, bellísimo velo en que pueden convertirse a veces la ironía y la sátira, la sociedad del otro lado del charco se encontraría con un espejo que para poder tragar habría que desgarrarse la garganta por lo duro y puntiagudo de su cristal. Lo que tiene la familia amarilla en casa no es nada en comparación con lo que puede encontrarse entre los muros de muchísimas familias norteamericanas. Y quien dice entre los muros de las familias dice entre los muros de la administración, instituciones y demás.

Porque ese negligente doctor de Springfield mete el dedo en el ojo a muchos médicos reales, pero lo saca y el ojo queda como estaba. Mucho más duro sería enseñar a modo de documental como está la sanidad de ese gran país. No haría falta colar ninguna cámara oculta en un hospital, bastaría con entrar en cualquier casa y ver cuantos de los allí presentes se ven abandonados a su suerte por no tener un cheque que convierta a los médicos de verdad en los héroes que vemos en las series médicas estadounidenses. ‘Urgencias’, ‘House’ y ‘Anatomía de Grey’ son todas series de gran calidad pero, incluso a la hora de abordar la más sangrienta de las tramas, la realidad más dramática y cruel se queda siempre en la puerta del estudio.

Y lo mismo ocurre con el agente de policía: qué malicia, sí, y que mala intención a la hora de pintar a un agente de la ley como un despreocupado, necio y gordinflón. Pero, ¿y si tocásemos en serio, sin vivos tonos amarillos ni abueletes seniles, el tema de la corrupción policial en Estados Unidos?

La televisión estadounidense ha sabido crear el mejor vehículo posible para reírse de su gente, de una manera inteligente, mordaz, punzante... pero con mucha manga ancha. ‘Los Simpson’ son una especie de auto-terapia para los norteamericanos, una forma de demostrar que algo podrido se puede pintar de rosa. O de amarillo. Y no tienen de qué quejarse, más les vale que ese color siga donde está por mucho tiempo.

lunes, 16 de octubre de 2006

Crítica | MISTERIOSA OBSESIÓN; Moore y West en un mero pasatiempo

Julianne Moore es una de esas actrices que pueden convertir un personaje del montón en algo mucho más interesante. No importa si se trata de un drama, una comedia o, como en el caso de ‘Misteriosa obsesión’ ('The Forgotten'), que se emitió ayer a las 15:00 en Canal +, una película de ciencia-ficción. De hecho, sin la actriz estadounidense, este filme de Joseph Ruben se vería reducido a un pasaje de intriga sobrenatural con una estética conseguida y un par de sustos como únicos alicientes.

Julianne Moore y Dominic West en 'Misteriosa obsesión' (Joseph Ruben, 2004)

La película cuenta la historia de Telly (Julianne Moore), una madre y esposa que ha perdido recientemente a su único hijo, Sam (Christopher Kovaleski), en un accidente de aviación. El misterio empieza cuando todos los conocidos de Telly, incluido su propio marido (Anthony Edwards, de la serie ‘Urgencias’), aseguran que ella nunca ha tenido ningún hijo. De repente, las fotos y videos que la protagonista se pasaba horas mirando han desaparecido y el psicólogo que la trata (Gary Sinise) intenta convencerla de que ha inventado la vida del bebé que perdió años atrás. Pero Telly tiene nueve años de recuerdos con su hijo y no está dispuesta a olvidar, dejarse convencer o rendirse ante ninguna evidencia.

La trama de ‘Misteriosa obsesión’ (‘Los olvidados’ en su original) parece bastante más interesante de lo que luego resulta ser. La curiosidad que despierta el planteamiento no se convierte en un interés demasiado sólido a medida que el guión desarrolla la historia. Y no es una película aburrida en absoluto, pero por dinámico que intente ser el guión de Gerald Di Pego, las claves se reparten a lo largo del metraje de una manera demasiado espaciada. A ratos resulta incluso pesado seguir la trama al no tener la intriga otra base sobre la que sostenerse que la convicción de la protagonista de que su hijo no fue una invención. No sabemos si se investiga algo, si las persecuciones de las que escapan arrojarán algo de luz sobre el asunto o si solo se trata de llegar con vida a los últimos minutos de la película.

En cambio, una cosa sí está conseguida en el filme, y es su belleza visual. Como ya pasara con ‘El buen hijo’, otra película de Joseph Ruben, esta también resulta visualmente interesante, y no solo por lo bien que dan en pantalla Julianne Moore y Dominic West. Incluso la escena más oscura de ‘Misteriosa obsesión’ resulta estéticamente bella, y los tonos que predominan en la mayor parte de la película le dan una especie de elegancia formal al conjunto.

Y volviendo a Julianne Moore, solo queda decir que nadie sino ella podía convertir a esa Telly Paretta en un personaje con algo de interés. Dibujada en el guión como otra madre coraje más, una mujer que combina los estados de deprimida y eufórica entre escena y escena, Moore hace de ese personaje algo mucho más fuerte y llamativo de lo que venía a ser, y eso que no estamos ante una de sus mejores interpretaciones.

Anthony Edwards, por su parte, se limita a cumplir el expediente con ese personaje de una sola nota, pero Dominic West (‘28 días’, ‘Chicago’) ofrece una buena interpretación en la piel de ese hombre que ha olvidado el por qué de su alcoholismo. Se sabe que éste último ha cumplido correctamente su cometido en la película cuando, en una escena, a Telly le cuesta demasiado despertarle tras una noche de borrachera. La tensión que se respira en el ambiente por si el personaje está más que dormido indica que, de alguna forma, West ha conseguido despertar una simpatía compasiva en el espectador, que es más de lo que parecía posible lograr con un personaje tan plano. Peor parados salen Gary Sinise y Alfre Woodard en unos papeles diseñados para “decir y desaparecer”.

‘Misteriosa obsesión’, que se vuelve a emitir en Canal + Cine 1 el día 23 a las 22:00, está dirigida con corrección, y cuenta con mejores interpretaciones de las que merecía el guión, pero es una película incompleta que deja al espectador con una molesta pregunta: ¿esto es todo?.

sábado, 14 de octubre de 2006

Crítica | MUÑECO DIABÓLICO; Lo bueno del no saber

En el cine de terror siempre funciona mejor lo que se sugiere que lo que se muestra. El monstruo siempre da más miedo cuando no se le ve, el fantasma asusta más cuando uno se lo imagina... Por eso, el problema de ‘Muñeco diabólico’ ('Child's Play'), que se emitió ayer a las 22:00 en Sci-Fi, es que se equivoca al mostrar al muñeco matando y diciendo barbaridades. No hay más que ver lo superiores que son los primeros 45 minutos de metraje para saber que los guionistas cometieron un error en los restantes.

El comienzo de la película no deja del todo satisfecho, roza lo infantiloide: un asesino en serie es acorralado en una juguetería y antes de morir decide depositar su alma en el cuerpo más cercano mediante brujería. Y sí, se agradece el esfuerzo de buscar una explicación a lo del muñeco parlante y psicótico, pero resultan igual de inverosímiles y ridículos, a simple vista, un muñeco que tiene vida porque sí y un conjuro vudú que puede hacer que la tenga.

Volviendo al asesino en apuros, todos saben que en el mundo de hoy la gente no está ahí para ayudarte cuando la necesitas. Y eso le pasa al personaje interpretado por Brad Dourif. Puesto que esto es ‘Muñeco diabólico’, lo único que tiene a mano en el momento clave no es otra cosa que un trozo de plástico. Pero le sirve.

A partir de ese momento se le da el pistoletazo de salida a todo lo mejor de la película. Andy Barclay (Alex Vincent), un niño de seis años, recibe por fin su esperado muñeco Good Guy de manos de su madre, que parece tener que apretarse el cinturón cada mes, por lo que tiene que comprarle el juguete a un vagabundo en un callejón. Por ahora la madre (Catherine Hicks) no sabe lo que le acaba de hacer a su hijo, pero tiempo al tiempo.

Cuando una noche “tía Maggie” (Dinah Manoff), la mejor amiga de la madre, se queda a cuidar de Andy, Chucky (el simpático muñeco) comienza a decir algo más que “seré tu amigo hasta el final”. Pero por ahora se lo dice a Andy al oido, y ahí está el acierto de este tramo de la película: hacer que el niño sea visto como una criatura desequilibrada que utiliza al muñeco como excusa para hacer y decir las mayores barbaridades. Preguntado por su madre, Andy dice que Chucky “me cuenta muchas cosas... que tía Maggie era una perra y que ha recibido su merecido”. La cara que se le queda a la madre es de imaginar. Pero cuando la policía deja internado a Andy en una institución, su madre saca por fin la supermadre que lleva dentro, y es que cualquier buena madre de película americana cree antes en muñecos enajenados que en hijos asesinos. Cuando ella amenaza con tirarlo al fuego por lo que le está pasando a su hijo, Chucky se revela contra la madre.

A partir de ahí, por desgracia, ‘Muñeco diabólico’ se desmadra sin remedio. La impotencia que se le transmite al espectador al ver como Andy paga por lo que hace su “amigo hasta el final”, desaparece. Se acaban esas inquietantes escenas en las que una víctima es acechada por algo que no podemos ver. Y repito, esto es ‘Muñeco diabólico’ y nosotros sabemos lo que pasa, pero ese juego de “¿será el niño o el muñeco?” al que se les hace jugar a los personajes adultos es lo más memorable de la película.

El guión va perdiendo tensión a medida que se acerca al desenlace. Llegado el final del filme, además, se dan demasiadas vueltas, con un te-mato/no-te-mato que se hace bastante largo (aunque más largas son otras escenas similares en películas que tienen a un ser de carne y hueso como villano).

El director Tom Holland dirige la película con buen pulso, sabiendo que no debe tomarse el asunto demasiado en serio y, por tanto, tratando con el debido respeto un espectador que sin duda verá esto como un juego macabro. La “seriedad” malévola que tiene la primera mitad de la película viene acompañada de un humor negro muy acertado.

Por su parte, Catherine Hicks hace un buen trabajo en el papel de esa madre que condena a su hijo a ser perseguido por un muñeco durante toda la película (y alguna que otra secuela). El propio hijo está interpretado francamente bien por Alex Vincent, uno de esos pocos niños de película que no sacan de quicio al espectador. Chris Sarandon, en cambio, no consigue entrar a formar un triángulo con los anteriores a pesar de ser el primero en aparecer en escena. El policía al que interpreta no llega a conectar con el espectador. Y con Brad Dourif, por último, no puede uno dejar de pensar que viendo lo que hizo en ‘Alguien voló sobre el nido del cuco’ (Milos Forman, 1975) lo de esta película y este papel no es precisamente salir bien parado.

En definitiva, ‘Muñeco diabólico’ es un entretenimiento muy aceptable, que merece la pena aunque solo sea por su primera mitad. El resto se podría considerar el verdadero comienzo de las secuelas.

viernes, 13 de octubre de 2006

Crítica | HIGH SCHOOL MUSICAL; 'High School Musical' desafina

‘High School Musical’ es un telefilme de Disney Channel que a su paso por la televisión estadounidense cosechó un éxito de público sin precedentes para el canal de pago. Ayer a las 21:00 esta singular tv-movie tuvo su segundo pase en el Disney Channel español, y la impresión que deja esa hora y media de canciones idiotas y bailes vacíos es la de que ese canal es un simple vehículo para mantener a los niños sentados. Sólo sentados, y a poder ser con la mente en blanco, ya que el Disney de hoy lo da todo a la boca, previamente masticado y listo para ser tragado.

"Espontáneos" - Zac Efron y Vanessa Anne Hudgens

A ‘High School Musical’ se le puede poner la medalla de haber sido algo valiente al apostar por un género, el musical, que nadie toca en la ficción televisiva. En este país cuesta recordar otro ejemplo a parte de ‘Paco y Veva’, aquella fallida serie de TVE. Si en Estados Unidos abundan más los musicales en televisión, desde luego aquí no nos han llegado. Otra de las escasas virtudes de este producto podrían ser las buenas intenciones, con un mensaje de carácter educativo que intenta enseñar que hay que ser uno mismo y hacer lo que te gusta sin importarte el qué dirán. Pero aquí se cierra este grifo.

Para llevar a imágenes la historia de una cerebrito y un popular jugador de baloncesto que quieren cantar en un musical pero no se atreven porque no es lo que se espera de ellos, Peter Barsocchini se apoya en todo tipo de tópicos. El guionista construye la trama alrededor de unos personajes estereotipados al extremo que hacen todo lo que se espera de ellos sin dar una sola sorpresa en toda la película.

Se sabe desde el principio que esa inteligente y tímida adolescente llamada Gabriella (Vanessa Anne Hudgens) acabará triunfando en el musical junto al señor popular, Troy (Zac Efron). Se sabe también que los malos de la historia (Ashley Tisdale y Lucas Grabeel) e incluso los respectivos amigos de la pareja protagonista (Corbin Bleu y Monique Coleman) se lo pondrán difícil, pero que al final la música y la amistad triunfarán y que incluso la despótica profesora de teatro acabará bailando al son de la música. Todo muy colorista, alegre y estúpido.

El guión no se anda por las ramas, va directo al topicazo. En la escena que abre la película los protagonistas son presentados con todo lo que se sabrá de ellos en la próxima hora y media. En plena nochevieja la madre de Gabriella le quita a su hija el libro que está leyendo y ella, disgustada, le dice “Mamá, estoy leyendo... ¡devuélvemelo!”. El sueño de toda madre. Por otro lado, el padre y entrenador de Troy está con su hijo bajo una canasta cuando la madre da una vuelta sobre sí misma luciendo un traje de gala mientras les recuerda que “es nuestra última noche de vacaciones, la fiesta... ¿lo habéis olvidado?”, y el chaval contesta “Una más, la última”. El sueño de todo padre-entrenador.

El director Kenny Ortega, por su parte, se limita a mover su cámara para permitir que los protagonistas estén siempre favorecidos. No es más que el instrumento para que esta bobada quede inmortalizada de la manera más clara, enseñando todo lo que hay sin dejar absolutamente nada a la imaginación.

Los actores de ‘High School Musical’ tampoco están muy inspirados que digamos. Zac Efron pone a veces cara de no saber lo que hace, abriendo la boca para cantar como si no supiese lo que saldrá de ahí. Pero lo que sale es una voz que, doblada o no, sabe exactamente cuál es la nota que hay que entonar. Él y “su voz” no se pusieron de acuerdo. En el resto de escenas, tanto él (que tiene un doblaje español un poco pobre) como Vanessa Anne Hudgens están bastante exagerados, aunque puede ser intencionado, pues eso es ‘High School Musical’, un cúmulo de estereotipos, una exageración.

El resto son villanos pijos que sobreactúan de manera preocupante, una profesora que va mucho más allá de la caricatura y un entrenador y padre que, interpretado por Bart Johnson, se ve superado por las dos palabras que tiene que articular.

Por lo visto la banda sonora se vendió como churros en Estados Unidos, y puede que sin las imágenes de acompañamiento esas canciones tan tontas den menos vergüenza ajena. En cualquier caso, y limitándome a lo que conozco, con imágenes ‘High School Musical’ desafina. Y mucho.

jueves, 12 de octubre de 2006

Crítica | ELIZABETH I; Helen Mirren hace historia en 'Elizabeth I'

Mientras en Telecinco se emitían El comisario y Hospital Central, a las que tanto aclamamos en España, el martes y miércoles de esta semana Canal + dedicaba su prime time a la miniserie Elizabeth I. Protagonizada por una inmensa Helen Mirren, la miniserie es una verdadera lección sobre lo que es realmente la televisión en mayúsculas. Un trabajo de rigor histórico y buen drama que nos volvía a recordar que en España la televisión juega en un estadio mucho más pequeño.

El primer capítulo se abría con un examen ginecológico a la reina Isabel I de Inglaterra. Era una curiosa y simbólica manera de presentar la miniserie, muy acertada teniendo en cuenta que Elizabeth I no se centra en la época de esta reina sino más en el plano privado, en el personaje. Los hechos históricos, como la guerra con la España de la época, son constantemente mencionados, pero más como hechos que repercuten a la protagonista como persona que como reina de su país.

En el primer episodio, el conde de Leicester, interpretado muy correctamente por Jeremy Irons, tiene un papel crucial en la trayectoria personal de Isabel I de Inglaterra, mucho mayor al que juega el conde de Essex (Hugh Dancy) en el segundo capítulo. Mientras el personaje de Irons es dibujado como el eterno favorito de la reina, el personaje de Dancy entra de lleno desde el principio en esa montaña rusa que va de hacer sentir más viva que nunca a Isabel I a sacar lo peor de sí misma y decepcionarla profundamente.

En el segundo episodio entra en juego más de lleno otro personaje poderoso, el paso del tiempo. El personaje de Mirren no tarda en decir “los espejos desaparecerán de nuestro palacio” una vez se cumplen los 30 años desde que llegó al trono. Pero resulta interesante sobre todo ver como con el conde de Essex pasa de romper a llorar desconsoladamente por la marcha de este a Lisboa sin su consentimiento (“una palabra de esto y moriréis” les grita a los que son testigos de su escena), a llegar a referirse a él como un “canalla necio y desagradecido”. También el de Essex llega mucho más lejos que el conde de Leicester en las horas bajas de su relación con la reina (“sus condiciones son tan retorcidas como su esqueleto”).

El peso de la acción (puesto que ocurra lo que ocurra en la Época isabelina las cámaras se quedan siempre en la corte) recae sobre la actriz que interpreta a la reina, una Helen Mirren que bien merece un párrafo para ella sola. Pocas veces una actriz había ofrecido un recital interpretativo como el suyo a la hora de interpretar a la Reina Virgen. A su lado Cate Blanchett, nominada al Oscar por su trabajo en Elizabeth (Shekhar Kapur, 1998), queda como una alumna de pupitre (aventajada, pero alumna). La Isabel I de Mirren no es solo más compleja e interesante, la veterana actriz inglesa se muestra insuperable a la hora de retratar a la reina como una mujer irónica, temible, despiadada, romántica, desamparada, dependiente, decidida y vengativa, todo en un mismo ser, y todo en la misma producción. El que consiguió Helen Mirren por este trabajo es uno de los premios Emmy más rotundos y merecidos de los últimos años.

Técnicamente, en cambio, esta Elizabeth I de Tom Hooper no puede competir con la película de Shekhar Kapur. Esto es televisión y por más que sea una cuidada producción la miniserie no puede ocultar que los medios eran mucho más limitados. Las orillas del mar, en la escena en la que los soldados a las órdenes de la reina se congregan para escuchar los ánimos de su líder, parecen vacías a pesar de contar con un número estimable de extras. La corte también se hace pequeña para la grandeza con la que está retratada la reina y, aunque el vestuario y la dirección artística no dejan indiferente, todo lo restante a las interpretaciones está por debajo de la versión cinematográfica del 98 (para la que se prepara una secuela).

De todos modos, una miniserie y una Helen Mirren que vale la pena no perderse. Los dos episodios de Elizabeth I tienen un nuevo pase en Canal + 2 esta noche a las 22:00.

miércoles, 11 de octubre de 2006

Crítica | PADRE DE FAMILIA; Del amarillo al rojo chillón

Lo que hace Padre de familia ('Family Guy'), la serie de animación estadounidense, lo vienen haciendo Los Simpson desde hace bastante más de una década. Pero esta otra serie es como una versión bruta de la ya clásica serie de la familia amarilla. De hecho, es más cercana a South Park.

La familia Griffin al completo

Si en Los Simpson el padre es un bebedor, trabajador negligente y un inconsciente hasta extremos peligrosos, en Padre de familia el protagonista es todo eso multiplicado por diez. Peter Griffin es un Homer todavía peor: más borracho, más inconsciente y más gordo incluso. El resto de la familia poco o nada tiene que ver, ya que, a excepción de una madre con alguna que otra luz más que el esposo, ni la hija (Meg) es un cerebro incomprendido (es más una estúpida incomprendida), ni el hijo mayor (Chris) es un gamberro ingenioso (es un simple cabeza hueca), ni el bebé ni tan siquiera el perro tienen demasiado en común con los vecinos de Springfield.

Mientras en Los Simpson la familia es objeto de cuidadas burlas y críticas feroces, en Padre de familia la unidad familiar es tomada como excusa y punto de partida para los más exagerados gags, repletos de insultos, gritos, chistes hirientes y líneas argumentales capaces de hacer apartar la vista (el anciano pederasta, el amigo depravado, los chistes a costa del policía minusválido...).

En esta serie está todo llevado al extremo. El padre es capaz de hacer un chiste sobre el sida, hacer un concurso de pedos que suenan como trompetas o cruzar la cara de su hija sin inmutarse. La madre, aunque sea el mal menor si se la compara con su marido, dista mucho de ser ejemplar: en un episodio Lois daba por muerto a Peter, que se había hecho a la mar y no había vuelto. La mujer, en un malévolo guiño a la película Naufrago (Robert Zemeckis, 2000) rehacía su vida, pero lo hacía nada menos que con el perro, con el que llegaba a pensar en “juntar las camas”. Con semejantes modelos los vástagos no parecían destinados a ser premios Nobeles o embajadores de Unicef, pero lo del bebé es un caso aparte: Stewie solo tiene de bebé entrañable su nombre. Se dedica a trazar planes para controlar el mundo, intentar matar a su madre o chantajear al perro de la familia, el único que parece entender lo que sale de esa boquita retorcida. Pero para resumir a los Griffin bastaría con decir que es ese perro el más intelectual de la casa.

Sobre el horario en el que se emite se han escrito muchas cosas, y la mayoría llevan la razón: no se trata de una serie infantil ni mucho menos. Al igual que con Los Simpson, los programadores han intentado “colársela” a todos los públicos en horario de tarde y en una cadena generalista, y es una jugada equivocada y peligrosa. Los sectores que pusieron el grito en el cielo por la emisión de Los Simpson en la sobremesa fueron quizás demasiado alarmistas (no habían visto nada aún), ya que en la serie de Matt Groening los chistes son en su mayoría parte del diálogo, referencias y gags que los niños escuchan sin comprender, todo ello con unos vivos colores como acompañamiento y distracción. Pero en esta otra serie creada por Seth MacFarlane la sangre más roja es abundante, los malos tratos (de todo tipo y por parte de todos y para todos) son el pan de cada día y los insultos son directos y escandalosos. Sutileza ninguna. Los niños cogen más en Padre de familia de lo que cogen en Los Simpson.

En cualquier caso, vista por mayores de edad, es una serie divertida, con un humor corrosivo que se despacha a gusto sobre cualquier tema, a más incómodo mejor. Una buena serie para un público que sepa tener manga ancha a la hora de contemplar la visión más políticamente incorrecta sobre la familia que se haya hecho hasta la fecha en la animación televisiva. Ese público puede disfrutar de Padre de familia a diario, a las 15:10, en La sexta.

martes, 10 de octubre de 2006

Crítica | BALBEMENDI; Un bosque de tópicos

Al final del primer capítulo de Balbemendi, una nueva serie de intriga que se estrenaba el domingo por la noche en ETB-1, sabemos prácticamente lo mismo que en los diez primeros minutos. En un parque natural se ha producido la desaparición de una pareja de jóvenes. No es la primera vez que ocurre en el lugar, pero esta vez uno de los jóvenes ha reaparecido y esto empuja a una mujer cuya hermana también desapareció años atrás a comenzar una investigación por su cuenta y riesgo. La trama llama la atención, pero el guión da demasiadas vueltas, está plagado de tópicos y todo suena muy falso.

El episodio se abría con la típica escena de la parejita adolescente que disfruta de una noche a la intemperie junto a una hoguera. Por desgracia para los dos jóvenes (y por suerte para los actores que interpretaban tan trillada situación), antes de poder tontear demasiado la chica desaparece sin dejar rastro y él se empieza a sentir indispuesto. En la civilización, Ane (Edurne Azuara), que trabaja como doctora, decide dejar su puesto temporalmente para hospedarse en una casa rural del parque natural de Balbemendi, donde el caso de los dos jóvenes está haciendo disminuir las visitas notablemente. Fingiendo ser fotógrafa de profesión, la protagonista comienza a moverse por el lugar conociendo a los habitantes, que en su mayoría parecen tener algo que esconder, e intentando buscar cualquier cosa que le conduzca a una respuesta a las desapariciones.

A pesar de que la trama puede interesar, Balbemendi acaba por echar a perder casi todas sus bazas. La falta de originalidad en la historia no puede contarse como defecto de por sí en una historia como esta, es más, tratándose del género del serial de intriga eso puede ser una virtud. Pero cuando cada plano de la historia contiene, de una u otra forma, algún tópico, se puede decir que se ha pasado una línea. Ventanas que se cierran al paso de la protagonista, personajes que la ignoran como si no estuviese ahí, personas que la ven como una amenaza antes incluso de saber si se queda a pasar más de unas horas, niñas que se dedican a irrumpir en los dormitorios ajenos en plena noche o se dan a la caza de renacuajos según le convenga al guionista...

Solo el enigmático escenario está realmente logrado en la serie, esos bosques bellos y frondosos pero solitarios y deprimentes. Los actores, en cambio, se pierden en ese bosque de tópicos que está hecho el guión, con sus pretensiones de dibujar personajes complejos que al final son solo hostiles o, por el contrario, el alma de la fiesta. La protagonista, Edurne Azuara, sobre la que descansa buena parte del peso de la historia por ser la que tiene que lograr que el espectador se identifique con ella, no lo hace demasiado bien, aunque no es suya toda la culpa. Se le pide ser inteligente (es la heroína) y a la vez perderse en el parque a los dos minutos de llegar al escenario de la acción; se le pide ser cauta al no explicar el motivo de su estancia en Balbemendi, y a la vez torpe para ser vista por todos aquellos a los que espía. La Ane de Edurne Azuara no llega a despertar simpatía, deja más bien indiferente. Aunque la contenida aportación de esta actriz está por encima de la sobreactuación de otras piezas del anodino rompecabezas, como ese actor con voz de ultratumba que es Kandido Uranga, entre otros casos.

Otro de los personajes, que respondía al nombre de Irati (Naiara Etxebarria) y que hablaba con un excesivo desparpajo, resumía en una frase todo el primer episodio: “La gente de este pueblo guarda muchos secretos”. Cuales son no sabemos, y viendo lo que le cuesta avanzar a la historia, muchos tampoco queremos. Si Balbemendi fuese un libro, sería el típico que o bien se deja después del primer capítulo, o bien se retoma en las últimas páginas solo para saber qué ha sido de esa despistada heroína y que fue de su hermana y de todos los que eligieron esa hoguera para pasar la noche.

lunes, 9 de octubre de 2006

Crítica | ÁNGELES DE HIERRO; Mujeres de hierro

En una escena de Ángeles de hierro ('Iron Jawed Angels') un médico dice algo como “en las naranjas y en las mujeres a menudo se confunde el valor con la locura” y en otra escena un señor felicita a una sufragista por su valentía. En este relato sobre la lucha de las sufragistas estadounidenses por el derecho al voto de la mujer, esos son dos de los pocos ejemplos de hombres que no cumplen el papel de villanos. Pero, de todos modos, este telefilme es más bien benévolo con el género masculino teniendo en cuenta que fue ese mismo papel el que el hombre cumplió en la historia. En cualquier caso, estamos ante una película honesta, valiente y emotiva.

Alice Paul (Hilary Swank) es una de las muchas mujeres que luchan por el voto femenino en los Estados Unidos de principios del siglo XX. Tanto Alice como su amiga Lucy Burns (Frances O’Connor) tienen que salir a las calles para defender su causa frente a la hostilidad de parte de la sociedad americana del momento. En Ángeles de hierro se plasman las dificultades a las que se tienen que enfrentar las dos heroínas, desde los conflictos con otras sufragistas, entre ellas la presidenta de la Asociación Nacional Americana para el Sufragio para la Mujer (encarnada por Anjelica Huston), hasta las encarcelaciones y huelgas de hambre.

La directora Katja von Garnier dirige con oficio esta película para la televisión, aunque un guión que mantiene bien el pulso y un reparto impecable pesan más que su trabajo tras la cámara. El vestuario está francamente conseguido, aunque la factura televisiva resta algo de realismo al conjunto. Al montaje se le puede acusar de distraer al espectador en ciertas escenas, como en ese videoclipero comienzo, ya que esa rapidez en la imagen dificulta el meternos en la historia. Si se pretende avivar el ritmo del relato es más conveniente recurrir al guión que al ordenador, al menos en una historia de época.

La doblemente oscarizada Hilary Swank encabeza el reparto de Ángeles de hierro, ofreciendo una buena interpretación de nuevo en la piel de una mujer luchadora. Frances O’Connor, vista en Inteligencia artificial (Steven Spielberg, 2001), defiende igual de bien su papel y a Anjelica Huston, en un papel que le valió un Globo de Oro, también se la ve cómoda en el suyo. Julia Ormond, por su parte, pocas veces ha estado tan favorecida físicamente en la pantalla. En el reparto masculino cabe destacar a un Patrick Dempsey (Anatomía de Grey) que, a pesar de no tener un papel muy sustancioso, se gana la simpatía del espectador aunque solo sea por enseñar a conducir al personaje de Swank.

Debe quedar claro que no se trata de un telefilme de sobremesa, de esos que convierten el tema más delicado en un culebrón infumable. Este telefilme tiene una interesante historia que contar, en la que las mujeres luchan por sus derechos, son encarceladas injustamente y, en las escenas más duras de la película, son alimentadas contra su voluntad. Ángeles de hierro, que se emite en Canal + Cine 2 esta noche a las 22:00, tiene el acierto de contar la historia de esas mujeres sin satanizar al hombre.

(Foto: Julia Ormond, Frances O'Connor, Hilary Swank y Anjelica Huston)

domingo, 8 de octubre de 2006

Crítica | LA DÁRSENA DE PONIENTE; Traciciones, infidelidades, dinero, Sancho Gracia y poco más

Las vistas aéreas del imperio naviero de los Bazán, la familia que protagoniza La dársena de poniente, dan algo de elegancia y grandiosismo a este nuevo serial de intriga que se estrenaba ayer en el prime time de TVE-1. Pero esas tomas duran escasos segundos y el resto resulta ser lo que los seriales de sobremesa españoles acostumbran a ofrecer.

La historia gira entorno a una adinerada familia que, al margen de los beneficios que obtiene de su empresa de transportes navieros, no parece tener una vida perfecta. Ya en el primer capítulo veíamos a la matriarca del clan confiándole sus sospechas de que su marido tenía una aventura a la mismísima amante, quien tranquilizaba a la esposa con un malicioso “A mí no puede engañarme... me paso el día con él”. Otro clásico de estos seriales tomaba forma cuando el personaje de Sancho Gracia, uno de los pocos actores que se libran de la quema en el reparto, le proponía a su futuro yerno firmar un documento de separación de bienes en un supuesto intento de proteger a su hija (“Llevo toda la vida luchando para que no le falte de nada” aseguraba más tarde el patriarca a su abogado delante de su hija).

A pesar de contar con conversaciones idiotas donde las haya (“Jamás había conocido a una mujer que supiese tanto de mecánica”/”Tal vez nunca hayas conocido a una mujer de verdad”), el guión sabe por donde se mueve y qué hace falta para estructurar una historia como esta. Y eso que los primeros capítulos nunca son fáciles. Los guionistas tienen que presentar a los personajes, hacer que los espectadores se formen una imagen de ellos en muy poco tiempo, preparar los hilos argumentales con suficiente claridad... Pero en este caso el guión cumplió con su cometido decentemente dentro de lo que cabe. Aunque eso no impidió que el episodio se hiciese a ratos pesado y artificial por la cantidad de traiciones y misterios que había que digerir por minuto.

El reparto de la serie, aunque bien encabezado por Sancho Gracia, tiene tendencia a la exageración. Cristina Urgel parecía no darse cuenta de que estaba en televisión y no en teatro, donde su sobreactuación estaría algo menos fuera de lugar. Silvia Tortosa no daba la impresión de estar cómoda, aunque puede que en posteriores episodios se vaya relajando. Otras caras conocidas como las de Manolo Zarzo y Miguel Rellán asomaron durante unos minutos en la serie, sin demasiada ocasión para lucirse. Habrá que esperar unas semanas, si la audiencia les deja, para que todos ellos se hagan más a sus personajes.

Volviendo a la historia, un coche fuera de control irrumpía en una boda llevándose por delante un banquete y yendo a parar a un acantilado. Rodada desde diferentes ángulos, la caída del vehículo ponía punto y final al primer capítulo demostrando que dinero hay. Pero el segundo episodio será tanto o más importante que este primero para aclarar si La dársena de poniente tiene más que eso. Por ahora asoma la duda.

viernes, 6 de octubre de 2006

Crítica | MUJERES DESESPERADAS; Antes y "Después"

Llega un momento en 'Después', el primer capítulo de la segunda temporada de 'Mujeres desesperadas' ('Desperate Housewives'), en que te preguntas cuándo dejó la serie de ser innovadora, mordaz y punzante para volverse repetitiva, rebuscada y simplemente entretenida. Y no deja de ser una serie muy diga, pero se ha perdido algo en el camino que hace desaparecer ese entusiasmo que despertaba antes en el espectador.

Las cinco protagonistas de la serie

La segunda temporada arranca con la misma belleza visual que la anterior, con más oscuridad pero con el mismo buen hacer del equipo técnico. Si algo se ha perdido no hay que buscarlo por ese lado. Es el guión el que tiene la respuesta.

La historia es retomada en el punto exacto en que acabó. Susan (Teri Hatcher) y Mike (James Denton) se enfrentan a Zach (Cody Kasch) en casa del fontanero. En esa introducción al capítulo encontramos uno de los guiños más maliciosos de la temporada, cuando Susan dispara el revolver y la bala sale de la casa atravesando el cristal. Pero este detalle no tendrá sentido hasta el final de la temporada, ya en otra casa del vecindario y con una bala que atraviesa un cristal en sentido contrario. Por otro lado, Rex Van de Camp (Steven Culp), el marido de Bree (Marcia Cross), ha muerto y la viuda tiene que enfrentarse a su suegra, una sobreactuada Shirley Knight que consiguió una sorprendente nominación al Emmy por este papel. Lynette (Felicity Fuffman), por su parte, se enfrenta a su primer día de trabajo con doble dificultad, tiene que trabajar, en efecto, y peor aún, dejar a su marido Tom (Doug Savant) a cargo de los niños. Por último, Gabrielle (Eva Longoria) está enfrascada en una lucha por demostrar su arrepentimiento a su marido (Ricardo Antonio Chavira) y por tapar viejos agujeros.

En esta segunda temporada, la voz en off de Mary Alice (Brenda Strong) suena bastante más repetitiva, usando fórmulas que hemos oído ya demasiadas veces (“...por suerte para Ida, Dios estaba escuchando...”). Respecto al “secreto” de la nueva etapa, no solo no consigue causar el impacto del suicidio de la señora Young en el espectador, sino que encima no trastoca (por el momento) la vida de las vecinas, por lo que el interés despertado es muy inferior. Los personajes, por su parte, han sufrido las consecuencias de un guión desgastado: en la segunda escena en que aparece, Teri Hatcher ya está haciendo el idiota de forma exagerada (las gasas en la boca y la voz distorsionada) y sus escenas dramáticas parecen estampadas en el guión para su mayor lucimiento en vez de estar ahí en favor de la historia; a Eva Longoria le falta tiempo para aparecer saliendo de la ducha y encontrarse con un jardinero que, ¡sorpresa!, no lleva la camisa puesta; a Felicity Huffman le quitan todo el encanto de su Lynette al sacarla de su hábitat natural, la casa rodeada de niños en la que tan mal se manejaba (para disfrute de la audiencia).

Sólo el personaje de Marcia Cross parece avanzar en buena dirección en 'Después'. Por eso, cuesta creer que sea esta actriz la que menos reconocimientos ha recibido por la serie. Hatcher tiene un generoso Globo de Oro, Huffman un merecidísimo Emmy y Longoria tiene contratos multimillonarios con distintas firmas además de fama internacional. Pero Cross se ha convertido en la eterna nominada o aspirante-a del grupo, un título que le queda pequeño a esta estupenda actriz, que hace el mejor trabajo del reparto en esta temporada. Respecto a Nicollette Sheridan, a pesar de tener destellos divertidos con Hatcher (con la que tiene una química increíble), no ha logrado que los guionistas le den un papel sustancial, a pesar de ser una actriz muy superior a lo que la consideran.

En este comienzo de la segunda temporada, que se emitió en TVE-1 hace unos meses, sigue habiendo ciertos puntos destacables (la conversación alrededor de la revista porno del difunto, el incidente de la corbata en el funeral con esa desagradable visión del pálido cadáver, una contenida y enigmática Alfre Woodard...), pero lo destacable en la primera etapa no eran ciertos puntos sino el todo. Esperemos que la tercera temporada siga el ejemplo de la primera y no se siga perdiendo en ese camino de zarzas que tomó en la segunda.

El capítulo 'Después', de 'Mujeres desesperadas', tiene un nuevo pase en FOX el lunes a las 9:18 de la mañana.