miércoles, 18 de octubre de 2006

Crítica | AMAR EN TIEMPOS REVUELTOS; Los tiempos siguen revueltos

Hay un problema con cierto producto en televisión. Una parte de la sociedad lo solicita, pero hay canales (muy competitivos) que no suelen ofrecerlas muy a menudo porque el producto no tiene gran reclamo (generalmente) entre el público que interesa a esos canales. Pues bien, algún canal se tendrá que mojar y ofrecer ese producto, y ese suele ser TVE-1, que como canal público tiene que emitir lo que otros, cegados por el share, no quieren. ¿Está entonces TVE-1 cumpliendo como servicio público al emitir ese producto? Puede parecer que sí, pero si destapamos este pastel y vemos que el producto en cuestión son las telenovelas de sobremesa, generalmente la respuesta será que no. Generalmente.

El 26 de septiembre de 2005 se estrenó en el primer canal de TVE ‘Amar en tiempos revueltos’, que rápidamente se convirtió en uno de los programas más exitosos de la pública en los últimos años. La historia giraba en torno a un grupo de personas, de distintas clases sociales e ideologías, que tenían que salir adelante en la Guerra Civil y la posguerra española. Constituyendo una especie de encuentro entre el clásico serial de sobremesa y una serie histórica, la trama prestaba especial atención a la relación entre Andrea (Ana Turpin), una chica de familia conservadora, y Antonio (Rodolfo Sancho), un obrero republicano.

‘Amar en tiempos revueltos’ era en el momento de su estreno (y sigue siendo a día de hoy) la primera telenovela nacional en abordar la Guerra Civil y la posguerra española. Contar una parte de la historia (aunque se haga de forma ficcionada) que se sigue intentando tapar es ofrecer un servicio público, le pese a quien le pese, y solo por eso la serie merecía un lugar en TVE-1. También merecía más publicidad por parte de los medios y más presupuesto por parte de la productora, pero hay que insistir en que el simple hecho de su existencia ya es un triunfo.

Ahora ‘Amar en tiempos revueltos’ se enfrenta a las dificultades de una segunda etapa. Y hay ciertas dificultades, porque la audiencia española parece soportar unas cuantas temporadas de la insufrible ‘Los Serrano’, pero se resiente ante las segundas etapas de los seriales de sobremesa. Y, respecto a calidad, no hay demasiadas razones para ello en este caso, pero sí es cierto que este serial ha tenido cambios tras el verano, en especial en su reparto.

El agotamiento de los actores después de tantísimos capítulos se hace entender, y es una pena que actores como Héctor Colomé, Rodolfo Sancho, Félix Gómez y, sobre todo, Pilar Bardem no hayan seguido en la serie. Tampoco ha sido un personaje fijo el de Ana Turpin en la segunda etapa, pero esta semana la serie recibía su visita. Tiene gracia que sea precisamente ella, con diferencia la peor actriz del anterior grupo protagonista, la que vuelva ahora como estrella invitada. Pero eso está muy lejos de perjudicar a la serie, porque la audiencia se encariña con los protagonistas, sea quien sea el que los interprete.

Con Ana Turpin ocurre que, por más que su personaje sea interesante, en la mayoría de ocasiones no es una actriz que de la talla. Puede ser atractiva e incluso parecer frágil cuando su papel se lo pide, pero no sabe actuar como es debido en el 90% de los casos. Una frase como “yo también os he añorado” suena mil veces más falsa saliendo de ella que de cualquier otro actor de ‘Amar en tiempos revueltos’. Y no es solo esa voz que tiene que, por más que intente controlar, se hace inevitablemente insoportable. Es la forma que tiene de afrontar cada situación que el guión le presenta. Simplemente no da la talla.

En una de las escenas clave de esta semana, Andrea y Mario (Cristóbal Suárez) intentaban fingir seguir siendo un matrimonio para que la madre de ella, Loreto (Luisa Gavasa, que se despedía de la serie esta semana), muriese feliz. El problema venía cuando Ana Turpin intentaba parecer afectada, agradecida y melancólica al mismo tiempo, diciendo las mentiras que tocaban (“[en Estados Unidos] la gente puede decir y pensar lo que quiere sin miedo a que la metan en la cárcel”) en un tono que ni la más ingenua se creería. Y no es porque intentase hacer más cómplice de la mentira al espectador. No sabía interpretar a alguien que fingía y más bien parecía que fingía interpretar. Por suerte, el guión había previsto esta situación y había hecho que el personaje de Jaime Menéndez dijese que la moribunda se había vuelto “selectiva” al acercarse el momento de su muerte, y que las mentiras le entraban bastante fácil.

Dejando a un lado a Turpin, los capítulos de esta semana estaban francamente conseguidos. La recreación de la época, teniendo en cuenta los recursos, era más que estimable, y se daban situaciones insólitas (de esas que solo podrían imaginarse en la posguerra) que resultaban cuando menos curiosas: una mujer le daba a su antiguo marido su propio certificado de defunción para que este pudiese vivir en paz con su nueva compañera.

Del reparto que capitanea ahora la producción hay que decir que, aunque no llegue a tener el encanto del original, cuenta con gratas sorpresas. Como el mayor protagonismo de Ana Otero o la presencia de Elisa Garzón, que tiene una cara que le hace parecer haber salido de una foto de la época. Aunque también hay dudosas incorporaciones, como la de Begoña Maestre, que siempre parece darse a sí misma demasiada importancia a la hora de interpretar, o la de Ana Labordeta, que parece una doncella demasiado autoritaria en el tono como para ser creíble.

Pero una vez más, conviene decir que el simple hecho de que ‘Amar en tiempos revueltos’ exista ya es un triunfo. Y, como dijo Pilar Bardem, aquellos que siguen insistiendo en que reabre heridas sin cicatrizar “que se echen mercromina”.

(Foto: Ana Otero)

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