miércoles, 11 de octubre de 2006

Crítica | PADRE DE FAMILIA; Del amarillo al rojo chillón

Lo que hace Padre de familia ('Family Guy'), la serie de animación estadounidense, lo vienen haciendo Los Simpson desde hace bastante más de una década. Pero esta otra serie es como una versión bruta de la ya clásica serie de la familia amarilla. De hecho, es más cercana a South Park.

La familia Griffin al completo

Si en Los Simpson el padre es un bebedor, trabajador negligente y un inconsciente hasta extremos peligrosos, en Padre de familia el protagonista es todo eso multiplicado por diez. Peter Griffin es un Homer todavía peor: más borracho, más inconsciente y más gordo incluso. El resto de la familia poco o nada tiene que ver, ya que, a excepción de una madre con alguna que otra luz más que el esposo, ni la hija (Meg) es un cerebro incomprendido (es más una estúpida incomprendida), ni el hijo mayor (Chris) es un gamberro ingenioso (es un simple cabeza hueca), ni el bebé ni tan siquiera el perro tienen demasiado en común con los vecinos de Springfield.

Mientras en Los Simpson la familia es objeto de cuidadas burlas y críticas feroces, en Padre de familia la unidad familiar es tomada como excusa y punto de partida para los más exagerados gags, repletos de insultos, gritos, chistes hirientes y líneas argumentales capaces de hacer apartar la vista (el anciano pederasta, el amigo depravado, los chistes a costa del policía minusválido...).

En esta serie está todo llevado al extremo. El padre es capaz de hacer un chiste sobre el sida, hacer un concurso de pedos que suenan como trompetas o cruzar la cara de su hija sin inmutarse. La madre, aunque sea el mal menor si se la compara con su marido, dista mucho de ser ejemplar: en un episodio Lois daba por muerto a Peter, que se había hecho a la mar y no había vuelto. La mujer, en un malévolo guiño a la película Naufrago (Robert Zemeckis, 2000) rehacía su vida, pero lo hacía nada menos que con el perro, con el que llegaba a pensar en “juntar las camas”. Con semejantes modelos los vástagos no parecían destinados a ser premios Nobeles o embajadores de Unicef, pero lo del bebé es un caso aparte: Stewie solo tiene de bebé entrañable su nombre. Se dedica a trazar planes para controlar el mundo, intentar matar a su madre o chantajear al perro de la familia, el único que parece entender lo que sale de esa boquita retorcida. Pero para resumir a los Griffin bastaría con decir que es ese perro el más intelectual de la casa.

Sobre el horario en el que se emite se han escrito muchas cosas, y la mayoría llevan la razón: no se trata de una serie infantil ni mucho menos. Al igual que con Los Simpson, los programadores han intentado “colársela” a todos los públicos en horario de tarde y en una cadena generalista, y es una jugada equivocada y peligrosa. Los sectores que pusieron el grito en el cielo por la emisión de Los Simpson en la sobremesa fueron quizás demasiado alarmistas (no habían visto nada aún), ya que en la serie de Matt Groening los chistes son en su mayoría parte del diálogo, referencias y gags que los niños escuchan sin comprender, todo ello con unos vivos colores como acompañamiento y distracción. Pero en esta otra serie creada por Seth MacFarlane la sangre más roja es abundante, los malos tratos (de todo tipo y por parte de todos y para todos) son el pan de cada día y los insultos son directos y escandalosos. Sutileza ninguna. Los niños cogen más en Padre de familia de lo que cogen en Los Simpson.

En cualquier caso, vista por mayores de edad, es una serie divertida, con un humor corrosivo que se despacha a gusto sobre cualquier tema, a más incómodo mejor. Una buena serie para un público que sepa tener manga ancha a la hora de contemplar la visión más políticamente incorrecta sobre la familia que se haya hecho hasta la fecha en la animación televisiva. Ese público puede disfrutar de Padre de familia a diario, a las 15:10, en La sexta.

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