Cuando el protagonista de una serie es capaz de sacar de quicio con solo decir “¿La hora de la muerte, por favor?”, es que algo va muy mal. Pero no es la frase, es cómo dice la frase. No es el guión, es el actor.
Anoche, mientras la bochornosa serie de Ana Obregón Ellas y el sexo débil hundía a Antena 3 TV en la miseria más absoluta de audiencia de sus últimos diez años de historia (6,3% de share), en el capítulo de CSI Miami, titulado A tres bandas, David Caruso tuvo la gentileza de no hacer mucho acto de presencia. Y es de agradecer. Esa chulería con la que su personaje trata a compañeros y sospechosos, hablándoles sin mirarles a la cara, con la mirada perdida y los ojos entrecerrados, en definitiva, esos aires de superioridad, hacen que el mayor de los villanos, el mayor desequilibrado, despierte simpatía en el espectador. Las actitudes frente a la cámara de este actor norteamericano hacen grande al Stallone más prepotente.
Horatio Caine nunca duda demasiado, y si lo hace intenta disimular (y muy bien). Nunca parece necesitar ayuda, así es que cuando la recibe parece estar siendo él quien le hace un favor a su compañero, como si le dejase ayudarlo para tenerlo contento. El personaje de Caruso tampoco hace muchas preguntas, o al menos no de las que necesitan respuesta. Suelen ser retóricas; “Alguien nos tiene muchas ganas, ¿verdad?”. Su expresión suele sugerir que sabe la respuesta a todo, que sabe lo que le van a preguntar antes de que abran la boca, que no hay secretos para él. Por eso resulta extraño que en todos y cada uno de los capítulos tarde cerca de una hora en resolver los crímenes. Es raro, muy raro. Y odioso.
Ninguno del resto de los actores consigue provocar el rechazo-rabia que provoca David Caruso, o su personaje, o ambos. El resto de sabelotodos parecen saber siempre menos que el protagonista, lo que los hace más modestos y soportables. Khandi Alexander (que interpreta a Alexx), por ejemplo, se gana la simpatía del público con unas pocas palabras: “¡Vayanse! ¡No tienen respeto!” le propina a una periodista, que intenta convertir en espectáculo el inevitable cadáver del capítulo. La rubia del grupo (Emily Procter), en cambio, va camino de convertirse en una nueva Caruso: los aires de importancia que se da a la hora de dar la información más obvia (“He contado tres alianzas pero no hay maridos”) se acercan a paso firme al terreno Caruso.
Pero dejando a un lado al protagonista, el capítulo no estuvo mal. Tres mujeres que pasaban un “fin de semana de las esposas” se veían implicadas en un asesinato. Al principio parecía que la solución iba a llegar muy pronto: en un interrogatorio una de las mujeres admitía a la primera un “fue en defensa propia”, y a la segunda un “perdí los estribos”. Pero nada se soluciona en CSI Miami antes de 60 minutos.
A ratos el capítulo parecía haber salido de una novela de Agatha Christie, ya que seguía los progresos de los forenses uno por uno, contrastando más tarde lo descubierto por uno con lo descubierto por otro, así hasta formar el puzzle. En lo técnico el episodio tenía buena factura, como casi todo lo que se hace en la televisión estadounidense de hoy. Solo cabe criticar el repetitivo uso de los ecos y la cámara lenta.
Por último, decir que A tres bandas tuvo sus momentos destacables, como un Rex Linn trajeado que se agachaba arrastrando su corbata para encontrar dos condones, una sospechosa de increíbles ojos azules (Lisa Thornhill) y una cariñosa Khandi Alexander hablando al cadáver que tenía sobre la mesa.
Anoche, mientras la bochornosa serie de Ana Obregón Ellas y el sexo débil hundía a Antena 3 TV en la miseria más absoluta de audiencia de sus últimos diez años de historia (6,3% de share), en el capítulo de CSI Miami, titulado A tres bandas, David Caruso tuvo la gentileza de no hacer mucho acto de presencia. Y es de agradecer. Esa chulería con la que su personaje trata a compañeros y sospechosos, hablándoles sin mirarles a la cara, con la mirada perdida y los ojos entrecerrados, en definitiva, esos aires de superioridad, hacen que el mayor de los villanos, el mayor desequilibrado, despierte simpatía en el espectador. Las actitudes frente a la cámara de este actor norteamericano hacen grande al Stallone más prepotente.
Horatio Caine nunca duda demasiado, y si lo hace intenta disimular (y muy bien). Nunca parece necesitar ayuda, así es que cuando la recibe parece estar siendo él quien le hace un favor a su compañero, como si le dejase ayudarlo para tenerlo contento. El personaje de Caruso tampoco hace muchas preguntas, o al menos no de las que necesitan respuesta. Suelen ser retóricas; “Alguien nos tiene muchas ganas, ¿verdad?”. Su expresión suele sugerir que sabe la respuesta a todo, que sabe lo que le van a preguntar antes de que abran la boca, que no hay secretos para él. Por eso resulta extraño que en todos y cada uno de los capítulos tarde cerca de una hora en resolver los crímenes. Es raro, muy raro. Y odioso.
Ninguno del resto de los actores consigue provocar el rechazo-rabia que provoca David Caruso, o su personaje, o ambos. El resto de sabelotodos parecen saber siempre menos que el protagonista, lo que los hace más modestos y soportables. Khandi Alexander (que interpreta a Alexx), por ejemplo, se gana la simpatía del público con unas pocas palabras: “¡Vayanse! ¡No tienen respeto!” le propina a una periodista, que intenta convertir en espectáculo el inevitable cadáver del capítulo. La rubia del grupo (Emily Procter), en cambio, va camino de convertirse en una nueva Caruso: los aires de importancia que se da a la hora de dar la información más obvia (“He contado tres alianzas pero no hay maridos”) se acercan a paso firme al terreno Caruso.
Pero dejando a un lado al protagonista, el capítulo no estuvo mal. Tres mujeres que pasaban un “fin de semana de las esposas” se veían implicadas en un asesinato. Al principio parecía que la solución iba a llegar muy pronto: en un interrogatorio una de las mujeres admitía a la primera un “fue en defensa propia”, y a la segunda un “perdí los estribos”. Pero nada se soluciona en CSI Miami antes de 60 minutos.
A ratos el capítulo parecía haber salido de una novela de Agatha Christie, ya que seguía los progresos de los forenses uno por uno, contrastando más tarde lo descubierto por uno con lo descubierto por otro, así hasta formar el puzzle. En lo técnico el episodio tenía buena factura, como casi todo lo que se hace en la televisión estadounidense de hoy. Solo cabe criticar el repetitivo uso de los ecos y la cámara lenta.
Por último, decir que A tres bandas tuvo sus momentos destacables, como un Rex Linn trajeado que se agachaba arrastrando su corbata para encontrar dos condones, una sospechosa de increíbles ojos azules (Lisa Thornhill) y una cariñosa Khandi Alexander hablando al cadáver que tenía sobre la mesa.
1 comentario:
Esta nueva versión CSI: Nueva York, no me pareció que haya sido una buena producción como lo fue CSI: Miami, sobre todo por el elenco. La actuación de el actor Omar Berson Miller fue una de las que más valoraría de la serie, porque pocas veces vemos a este actor participar en el género policiaco.
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