miércoles, 4 de octubre de 2006

Crítica | AÍDA; Lo más bajo en lo más alto

Ahora que su cuarta temporada se ha despedido de la parrilla de Telecinco, Aída, la serie protagonizada por Carmen Machi, continúa entre nosotros en forma de repeticiones. Como ayer noche, que se emitía en Paramount Comedy el capítulo Dead man, de la segunda temporada.

El reparto de la serie

Ya no haría falta mencionar que Aída es la "spin-off" de aquella longeva y estupenda serie que fue Siete vidas, con Amparo Baró. La serie de Carmen Machi se ha ganado a pulso el ser recordada por propios méritos. Basta con ver lo ágiles y divertidas que resultan las historias de la serie para darse cuenta de que, en una época en la que las series españolas dejan mucho (Yo soy Bea) e incluso muchísimo (Los Serrano, Los hombres de Paco) que desear, tener a Aída en pantalla es un verdadero privilegio.

Su humor no es precisamente de buen gusto: desde la vulgaridad de la propia protagonista (la sin par Carmen Machi), pasando por la vulgaridad de Mauricio, el dueño de bar (Mariano Peña en un papel que hace suyo), hasta llegar a la suprema vulgaridad desvergonzada de la madre de la protagonista (estupenda Marisol Ayuso), la serie nos deja incontables perlas de humor corrosivo y barriobajero. Una serie que da en la diana, que sabe hacer humor a costa de la antítesis del modelo burgués de perfecta familia tradicional. Si, se ríe de la familia, y se ríe de lo que se intenta ocultar en otras partes, de lo más bajo de la sociedad, y lo hace francamente bien. La única serie en el panorama televisivo actual que puede ser hiriente (para ciertos sectores de la sociedad) y maliciosa con acierto y sin perder los papeles. También es, por tanto, políticamente incorrecta (no hay más que contar el número de veces que llamaba Aída “golfa” a su hija en el capítulo de ayer, al creer que se había quedado embarazada, o las veces que acostumbra a recordarle a su vecina cómo se gana el pan).

Los guionistas han sabido cogerles muy bien el punto a unos personajes que se humillan, se traicionan y se lanzan los más puntiagudos reproches e insultos. No es fácil dibujar a unos personajes que suenan odiosos sobre el papel para convertirlos en ases de la comedia al adquirir forma humana. Y no hay que quitar el más mínimo mérito a los actores en esto último: junto a Machi, Peña y Ayuso hay otros actores menos veteranos pero no menos estupendos sin los que Aída ya no sería lo mismo: Paco León (que se ha llevado, por de pronto, un ATV de la Academia de la Televisión, el Fotogramas de Plata, el premio de la Unión de Actores y un TP de Oro) está perfecto como Luisma, un inconsciente en todos los sentidos (inconsciente de lo ridículo que resulta, inconsciente de hasta qué punto está fracasando en la vida y lo bajo que cae a cada instante y, por supuesto, inconsciente de la suerte que tiene de tener una hermana como Aída); Pepe Viyuela está insuperable como Chema, un hombre pisoteado por todo el barrio por ser el más decente y humano, buen padre, amigo y amante. También merecen mención Melanie Olivares en el papel de Paz y, como no, los tres chavales de la serie: David Castillo, Eduardo Reina y Ana María Polvorosa, que les aguantan bien el pulso a los actores adultos.

Si ya sabemos de lo que son capaces los guionistas y actores de Aída, solo queda pedirles que sigan como hasta ahora, que no sería poco. Es mucho más difícil seguir haciendo reír que llorar en televisión, sobre todo tras unas cuantas temporadas, pero los responsables de esta serie han demostrado que merece la pena confiar en ellos.

Esperaremos los nuevos capítulos con sumo interés.

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