Comenzó debatiéndose entre la vida y la muerte en su primera temporada. Pero finalmente renovó para una segunda y así hasta la 12ª. En este tiempo los guiones de Hospital Central han mejorado notablemente: las tramas están mejor coordinadas, los diálogos son más fluidos, los personajes están mejor trazados... Pero no todo está solucionado por ahora. La serie tiene aún una asignatura pendiente: involucrar más a los personajes del SAMUR en la acción hospitalaria para que no queden al margen de los personajes de pasillo.
El ir y venir de actores en una serie longeva es algo normal, pero en esta serie las bajas son ya demasiados entre los que han pasado por el SAMUR a lo largo de estas doce temporadas. Este verano se empezaron a oir rumores de que los responsables de la serie querían buscar nuevas caras para la ambulancia, aunque también podrían haberse parado a pensar si lo que realmente fallaba eran las caras o lo que les tocaba en suerte decir, hacer y demás a esas caras. Hay que diferenciar bien entre un actor que no da la talla en un papel y un guión (o parte de él) que no la da. Está comprobado que en Hospital Central un actor puede funcionar (en el sentido de tener seguidores y despertar curiosidad) sin que se trate de un nombre de peso en la interpretación. Ahí están los casos de Rosa Mariscal y Amaia Lizarralde, dos actrices francamente menores que se ganaron la simpatía de muchos en su momento. Esta semana, en el capítulo No me acuerdo de olvidarte se despedían Alicia Bogo y Marco de Paula.
Ninguno de los dos pasará a la historia de la televisión, pero ambos tenían papeles que no les venían grandes. Si no han durado más, sobre todo él, ha sido cosa del guión: con algo más consistente no hubiesen aceptado otros trabajos (si es que se han ido por su propio pie) o, viéndolo desde otro ángulo, con algo más consistente se habrían ganado el cariño del público (si es que los han puesto de patitas en la calle como es bien sabido que hicieron con Jesús Cabrero, del SAMUR de la primera etapa).
Quizás sea porque al transcurrir sus tramas lejos de los pasillos del hospital se van quedando marginados del resto del equipo actoral. Las tramas personales van quedándose en circuito cerrado, entre ellos, tal vez porque de unirlos demasiado a alguien del resto del personal la presencia de los del SAMUR se vería multiplicada: aparecerían en las tramas de exteriores y en las de pasillo. Pero ha quedado claro que no es una buena fórmula el aislarlos, ya que la desaparición de uno de ellos no trastoca al resto, como pasaría si Laura desapareciese (cojo quedaría Sotomayor) o Maca o... Las salidas de los del SAMUR nos dejan más indiferentes, y eso es síntoma de que algo va mal.
Ahora queda ver qué pasará con los nuevos de la ambulancia. Por de pronto se nota un esfuerzo por implicar a Mónica (Bea Segura) en tramas personales ajenas al SAMUR, y habrá que esperar a ver si Raúl (Iván Sánchez) corre la misma suerte. Aunque la cosa es que esto tenga una continuidad, ya que de no ser así el SAMUR volverá a renovarse. Da lo mismo lo verdes que estén Segura y Sánchez, la clave está en el guión.
El ir y venir de actores en una serie longeva es algo normal, pero en esta serie las bajas son ya demasiados entre los que han pasado por el SAMUR a lo largo de estas doce temporadas. Este verano se empezaron a oir rumores de que los responsables de la serie querían buscar nuevas caras para la ambulancia, aunque también podrían haberse parado a pensar si lo que realmente fallaba eran las caras o lo que les tocaba en suerte decir, hacer y demás a esas caras. Hay que diferenciar bien entre un actor que no da la talla en un papel y un guión (o parte de él) que no la da. Está comprobado que en Hospital Central un actor puede funcionar (en el sentido de tener seguidores y despertar curiosidad) sin que se trate de un nombre de peso en la interpretación. Ahí están los casos de Rosa Mariscal y Amaia Lizarralde, dos actrices francamente menores que se ganaron la simpatía de muchos en su momento. Esta semana, en el capítulo No me acuerdo de olvidarte se despedían Alicia Bogo y Marco de Paula.
Ninguno de los dos pasará a la historia de la televisión, pero ambos tenían papeles que no les venían grandes. Si no han durado más, sobre todo él, ha sido cosa del guión: con algo más consistente no hubiesen aceptado otros trabajos (si es que se han ido por su propio pie) o, viéndolo desde otro ángulo, con algo más consistente se habrían ganado el cariño del público (si es que los han puesto de patitas en la calle como es bien sabido que hicieron con Jesús Cabrero, del SAMUR de la primera etapa).
Quizás sea porque al transcurrir sus tramas lejos de los pasillos del hospital se van quedando marginados del resto del equipo actoral. Las tramas personales van quedándose en circuito cerrado, entre ellos, tal vez porque de unirlos demasiado a alguien del resto del personal la presencia de los del SAMUR se vería multiplicada: aparecerían en las tramas de exteriores y en las de pasillo. Pero ha quedado claro que no es una buena fórmula el aislarlos, ya que la desaparición de uno de ellos no trastoca al resto, como pasaría si Laura desapareciese (cojo quedaría Sotomayor) o Maca o... Las salidas de los del SAMUR nos dejan más indiferentes, y eso es síntoma de que algo va mal.
Ahora queda ver qué pasará con los nuevos de la ambulancia. Por de pronto se nota un esfuerzo por implicar a Mónica (Bea Segura) en tramas personales ajenas al SAMUR, y habrá que esperar a ver si Raúl (Iván Sánchez) corre la misma suerte. Aunque la cosa es que esto tenga una continuidad, ya que de no ser así el SAMUR volverá a renovarse. Da lo mismo lo verdes que estén Segura y Sánchez, la clave está en el guión.
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