sábado, 3 de noviembre de 2007

Crítica | HEREDEROS; Concha Velasco no ha hecho un buen negocio (ni falta que le hace)

Hasta hace algún tiempo, una RTVE endeudada hasta extremos solía tirar la casa por la ventana sólo ante adaptaciones de clásicos literarios españoles, que eran de las pocas cosas en ficción que podían justificar como servicio público. La jugada, por cierto, a veces salía bien (‘Arroz y tartana’) y otras muy bien (‘La regenta’). Ahora, una RTVE convertida en Corporación RTVE que, se supone, ha eliminado el endeudamiento de su política de gastos, firma su cheque más cuantioso a ‘Herederos’, o la historia de una familia rica por la que cuesta llorar, con la que cuesta reír, a la que cuesta comprender...
Félix Gómez y Cristina Brondo en 'Herederos'
‘Herederos’ no cumple ningún servicio público y tampoco le reporta a La 1, por ahora, audiencias demasiado importantes. Pero está visto que a TVE le rondaba desde hacía tiempo la idea de dar con una serie que se convirtiese en su ‘Falcon Crest’ particular. Lo intentó con ‘La dársena de poniente’, que disfruto de una vida fugaz. Ahora le toca a ‘Herederos’.

¿Qué tiene ‘Herederos’ que no tuviese ‘La dársena de poniente’? Primero, un día de emisión mucho mejor que la serie de Sancho Gracia. Segundo, un presupuesto más holgado y mejor aprovechado (lo que se traduce en decorados con más clase, más exteriores...). El reparto también es más redondo en ‘Herederos’. Pero, por lo demás, los ingredientes son casi clónicos. Y cuando no lo son, como si lo fuesen. No hay más historia que la familia y alrededores.

Familia con negocio próspero, muy próspero, una lista de enemigos declarados y por declarar que llenaría cuatro agendas, unos padres más que defectuosos y unos hijos que no son lo que quieren ser, ni lo que sus padres quieren que sean.

Está la matriarca, Carmen Orozco (Concha Velasco), que aun no despeinándose ni en camisón de noche, defiende con uñas y dientes (y con otros medios más sofisticados) lo que es suyo. Y suyo es el negocio (un holding que abarca negocios con toros, inmobiliarias y demás fauna) y también, por lo que parece, la familia, a la que controla, prohíbe, persigue, presiona y, por supuesto, ama con locura.

Después tenemos al inevitable marido infiel (Helio Pedregal), que no es tan censurable a ojos de su mujer siempre y cuando sus juergas no repercutan en el negocio familiar. Incluso un lío (y no precisamente pasajero) con la hermana de su esposa, Julia (una estupenda Mar Regueras), puede ser el mal menor si no levanta polvareda.

Los hijos, Jacobo (Félix Gómez, bastante más creíble como hijo de Velasco que como su amante, si no véase ‘Las cerezas del cementerio’) y Verónica (Lidia Navarro), son los típicos niñatos por los que el guión se tiene que aplicar a fondo para que despierten en nosotros algún sentimiento que no sea antipatía o la más absoluta indiferencia. Así es que, antes de darnos cuenta, Jacobo se enamora de lo que parece una buena chica (Cristina Brondo) y a Verónica la viola un viejo conocido (Octavi Pujades).

No es una sorpresa el que las tramas y personajes de ‘Herederos’ no lo estén teniendo fácil para atrapar al espectador. Por un lado, es cierto que competencia hay para rato, ya que los martes parecen haberse citado, en diferentes canales pero a la misma hora, casi todas las ficciones nacionales del momento. Pero también es cierto que la serie no se deja la piel en crear una historia que tenga vida más allá del interés que puedan suscitar las miserias de una familia bien.

La puesta en escena tiene su nivel y los guiones tampoco están mal hechos, pero la historia que se afanan en tejer es todo menos original. A esta familia ya la conocíamos. Por eso, al final, casi todo lo que brilla (a excepción de ese gran reparto) resulta ser aquello que depende de un desembolso masivo de dinero.

Lo mejor es Concha Velasco. Por más que ella diga lo contrario, no creo que ‘Herederos’ le pueda suponer mayor dificultad que la de tener que esquivar a su paso todo ese carísimo mobiliario. A esta gran actriz, que ha hecho de todo en su carrera y siempre lo ha hecho tan bien, este enorme culebrón le queda pequeño. Pero, así y todo, sigue brillando.

Lo único que aspira a enseñarnos ‘Herederos’, en definitiva, es que hay que escapar de mamá cuando tiene un gran negocio, o lo que es lo mismo, que el dinero quema, corta, escuece, pervierte y degenera.