miércoles, 4 de julio de 2007

Crítica | CÍRCULO ROJO; Pobre familia rica

En las familias mafiosas no debe haber muchos más conflictos que en el clan protagonista de ‘Círculo rojo’, el último culebrón nocturno de Antena 3. Infidelidades, violaciones, intentos de violación, persecuciones, conversaciones escuchadas detrás puertas entreabiertas, engaño, traición, chantaje, asesinato, intentos de asesinato, supuestos suicidios, acusaciones de todo tipo, sexo, prostitución... El resultado del cóctel podría ser cómico si no resultase todo tan gratuito.
María Adánez y María Botto en 'Círculo rojo' (2007)
Como ‘Motivos personales’, que pertenecía a la misma productora (Ida y Vuelta), ‘Círculo rojo’ también arrancaba con una muerte en la familia. Todo apuntaba a que una influyente y misteriosa diseñadora de moda, Clara Villalobos (Paloma Mozo), había decidido quitarse de en medio, dejando destrozadas y ansiosas de respuestas a su hermana Patricia (María Adánez, ‘Aquí no hay quien viva’) y a su cuñada Andrea (María Botto, ‘7 días al desnudo’).

Pronto, en cambio, se empezaba a liar la manta: la muerta escondía sus propios secretos y compartía otros tantos con su hermana y su cuñada. Los flashbacks a la noche de San Juan de 1988 no se harían esperar.

El rompecabezas que plantea ‘Círculo rojo’ es de lo más molesto. Es enrevesado hasta decir basta, pero lo peor es que está repleto de detalles que no por muy grotescos son necesarios para el desarrollo del argumento. Toda la violencia que no pueden meter en las telenovelas de sobremesa parece estar concentrada en esta radiografía del oscuro mundo de la alta costura, y aunque la realización está más cuidada que en ‘Motivos personales’, las cosas van igual de mal: se dan demasiadas vueltas, se estiran los acontecimientos en exceso y la base sobre la que se levanta la historia es igual de floja e innecesaria.

Quien elija pasar una noche con ‘Círculo rojo’ no puede esperar aprender nada. Los comportamientos de los personajes no sirven ni como ejemplo a evitar, la banda sonora sólo acentúa el vacío de contenido de las imágenes, el intento de mantener un ritmo trepidante durante la eternidad que dura cada episodio acaba por hacer inmune al espectador y las interpretaciones, incluso eso, son del montón.

A María Adánez podríamos compararla con la Lydia Bosch de ‘Motivos personales’, lo que ya es medirse en un estadio bastante pequeño. No podemos culpar a la actriz por querer alejarse del registro cómico que tan bien le funcionó en ‘Aquí no hay quien viva’, pero la mudanza le ha salido mal.

Entre sus nuevos vecinos destacan, para mal, una María Botto que al intentar parecer torpe y frágil cae en lo perseverantemente risible y una Esmeralda Moya que no es precisamente una promesa. Marta Calvó tiene un hablar demasiado falso en esta ocasión, como si intentase dotar a cada frase que articula, por necia que sea ésta, de un trasfondo teatral. Carmen Maura también está bastante más falsa que de costumbre, demasiado elegante y recta, como si tratase de soltar sus diálogos sin quedar demasiado implicada en el asunto. Jorge Bosch resulta mucho más creíble, pero la parte que le toca en el guión es tan anodina...

Tratándose de una serie de suspense (qué grande le queda esta palabra) muchos preguntarán si engancha después de todo. Sus cifras de share y nueva ubicación en la medianoche de los lunes hablan por sí solas. Es tan fácil dejar de verla...