Al final del primer capítulo de Balbemendi, una nueva serie de intriga que se estrenaba el domingo por la noche en ETB-1, sabemos prácticamente lo mismo que en los diez primeros minutos. En un parque natural se ha producido la desaparición de una pareja de jóvenes. No es la primera vez que ocurre en el lugar, pero esta vez uno de los jóvenes ha reaparecido y esto empuja a una mujer cuya hermana también desapareció años atrás a comenzar una investigación por su cuenta y riesgo. La trama llama la atención, pero el guión da demasiadas vueltas, está plagado de tópicos y todo suena muy falso.
El episodio se abría con la típica escena de la parejita adolescente que disfruta de una noche a la intemperie junto a una hoguera. Por desgracia para los dos jóvenes (y por suerte para los actores que interpretaban tan trillada situación), antes de poder tontear demasiado la chica desaparece sin dejar rastro y él se empieza a sentir indispuesto. En la civilización, Ane (Edurne Azuara), que trabaja como doctora, decide dejar su puesto temporalmente para hospedarse en una casa rural del parque natural de Balbemendi, donde el caso de los dos jóvenes está haciendo disminuir las visitas notablemente. Fingiendo ser fotógrafa de profesión, la protagonista comienza a moverse por el lugar conociendo a los habitantes, que en su mayoría parecen tener algo que esconder, e intentando buscar cualquier cosa que le conduzca a una respuesta a las desapariciones.
A pesar de que la trama puede interesar, Balbemendi acaba por echar a perder casi todas sus bazas. La falta de originalidad en la historia no puede contarse como defecto de por sí en una historia como esta, es más, tratándose del género del serial de intriga eso puede ser una virtud. Pero cuando cada plano de la historia contiene, de una u otra forma, algún tópico, se puede decir que se ha pasado una línea. Ventanas que se cierran al paso de la protagonista, personajes que la ignoran como si no estuviese ahí, personas que la ven como una amenaza antes incluso de saber si se queda a pasar más de unas horas, niñas que se dedican a irrumpir en los dormitorios ajenos en plena noche o se dan a la caza de renacuajos según le convenga al guionista...
Solo el enigmático escenario está realmente logrado en la serie, esos bosques bellos y frondosos pero solitarios y deprimentes. Los actores, en cambio, se pierden en ese bosque de tópicos que está hecho el guión, con sus pretensiones de dibujar personajes complejos que al final son solo hostiles o, por el contrario, el alma de la fiesta. La protagonista, Edurne Azuara, sobre la que descansa buena parte del peso de la historia por ser la que tiene que lograr que el espectador se identifique con ella, no lo hace demasiado bien, aunque no es suya toda la culpa. Se le pide ser inteligente (es la heroína) y a la vez perderse en el parque a los dos minutos de llegar al escenario de la acción; se le pide ser cauta al no explicar el motivo de su estancia en Balbemendi, y a la vez torpe para ser vista por todos aquellos a los que espía. La Ane de Edurne Azuara no llega a despertar simpatía, deja más bien indiferente. Aunque la contenida aportación de esta actriz está por encima de la sobreactuación de otras piezas del anodino rompecabezas, como ese actor con voz de ultratumba que es Kandido Uranga, entre otros casos.
Otro de los personajes, que respondía al nombre de Irati (Naiara Etxebarria) y que hablaba con un excesivo desparpajo, resumía en una frase todo el primer episodio: “La gente de este pueblo guarda muchos secretos”. Cuales son no sabemos, y viendo lo que le cuesta avanzar a la historia, muchos tampoco queremos. Si Balbemendi fuese un libro, sería el típico que o bien se deja después del primer capítulo, o bien se retoma en las últimas páginas solo para saber qué ha sido de esa despistada heroína y que fue de su hermana y de todos los que eligieron esa hoguera para pasar la noche.
El episodio se abría con la típica escena de la parejita adolescente que disfruta de una noche a la intemperie junto a una hoguera. Por desgracia para los dos jóvenes (y por suerte para los actores que interpretaban tan trillada situación), antes de poder tontear demasiado la chica desaparece sin dejar rastro y él se empieza a sentir indispuesto. En la civilización, Ane (Edurne Azuara), que trabaja como doctora, decide dejar su puesto temporalmente para hospedarse en una casa rural del parque natural de Balbemendi, donde el caso de los dos jóvenes está haciendo disminuir las visitas notablemente. Fingiendo ser fotógrafa de profesión, la protagonista comienza a moverse por el lugar conociendo a los habitantes, que en su mayoría parecen tener algo que esconder, e intentando buscar cualquier cosa que le conduzca a una respuesta a las desapariciones.
A pesar de que la trama puede interesar, Balbemendi acaba por echar a perder casi todas sus bazas. La falta de originalidad en la historia no puede contarse como defecto de por sí en una historia como esta, es más, tratándose del género del serial de intriga eso puede ser una virtud. Pero cuando cada plano de la historia contiene, de una u otra forma, algún tópico, se puede decir que se ha pasado una línea. Ventanas que se cierran al paso de la protagonista, personajes que la ignoran como si no estuviese ahí, personas que la ven como una amenaza antes incluso de saber si se queda a pasar más de unas horas, niñas que se dedican a irrumpir en los dormitorios ajenos en plena noche o se dan a la caza de renacuajos según le convenga al guionista...
Solo el enigmático escenario está realmente logrado en la serie, esos bosques bellos y frondosos pero solitarios y deprimentes. Los actores, en cambio, se pierden en ese bosque de tópicos que está hecho el guión, con sus pretensiones de dibujar personajes complejos que al final son solo hostiles o, por el contrario, el alma de la fiesta. La protagonista, Edurne Azuara, sobre la que descansa buena parte del peso de la historia por ser la que tiene que lograr que el espectador se identifique con ella, no lo hace demasiado bien, aunque no es suya toda la culpa. Se le pide ser inteligente (es la heroína) y a la vez perderse en el parque a los dos minutos de llegar al escenario de la acción; se le pide ser cauta al no explicar el motivo de su estancia en Balbemendi, y a la vez torpe para ser vista por todos aquellos a los que espía. La Ane de Edurne Azuara no llega a despertar simpatía, deja más bien indiferente. Aunque la contenida aportación de esta actriz está por encima de la sobreactuación de otras piezas del anodino rompecabezas, como ese actor con voz de ultratumba que es Kandido Uranga, entre otros casos.
Otro de los personajes, que respondía al nombre de Irati (Naiara Etxebarria) y que hablaba con un excesivo desparpajo, resumía en una frase todo el primer episodio: “La gente de este pueblo guarda muchos secretos”. Cuales son no sabemos, y viendo lo que le cuesta avanzar a la historia, muchos tampoco queremos. Si Balbemendi fuese un libro, sería el típico que o bien se deja después del primer capítulo, o bien se retoma en las últimas páginas solo para saber qué ha sido de esa despistada heroína y que fue de su hermana y de todos los que eligieron esa hoguera para pasar la noche.
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