Una sola cámara y unos cuantos personajes. Poco más le hace falta a ‘Cámera café’, la serie de Telecinco, para hacer reír a millones de espectadores todos los domingos. En una época en la que los efectos especiales son el eje central de algunas series, cada vez hay más exteriores y el protagonismo de muchas series se reparte entre un pequeño grupo de intérpretes, ‘Cámera café’ es símbolo de la ficción a contracorriente. Una buena idea, unos actores compenetrados y unos guiones sin fisuras para la serie del momento.
Parte del reparto de 'Cámera café'
En la oficina en la que transcurre cada sketch de ‘Cámera café’ debe haber mesas, papel, sillas de oficina y ventanas a la calle. El baño debe ser como todos los baños de oficina y el ascensor debe llegar al resto de pisos, pero nada de eso lo llegamos a ver en esta serie. Ni falta que nos hace, bastante tenemos con lo que se nos pone delante: en cada capítulo el personal de la empresa, se dedique a lo que se dedique, deja lo que está haciendo para acudir, fiel a su cita, a la máquina de café que hay en el pasillo. Lo que vemos es un grupo de gente que nadie en su sano juicio contrataría para llevar adelante un negocio, aunque sólo se tratase de hinchar globos.
Está el típico borde de oficina, el típico chulo, las típicas cotillas y el no tan típico señor de mediana edad que se asusta con su sombra, se pone hecho unos nervios con el aire que le pega en la cara, que convive aún con su madre, a la que se supone que adora, y que con “desguace” se refiere al hogar del jubilado que visita la señora en cuestión. También está la chica infantil y de aspecto ridículo que está enamorada del señor anterior. Y estos son sólo dos de los casos clínicos que hacen acto de presencia frente a la máquina de café.
Creados semejantes personajes, a más raro, extremo y surrealista cada uno, los guiones no tienen más que tirar del hilo para conseguir crear situaciones capaces de arrancar la carcajada a un espectador que está de luto. Cualquier pretexto es válido, desde una fiesta de cumpleaños hasta el ir y venir de una grapadora. Los personajes de ‘Cámera café’ son semejante mina de oro por explotar que da lo mismo el tema que se trate en el sketch, no hay nada que se le resista a esa estrambótica galería de especimenes para hacer reír al espectador. Los guionistas, conscientes de esto, les han sabido coger el punto a todos y cada uno de ellos, aprovechando hasta el último recurso.
Los actores y humoristas (todos se han revelado como ambas cosas) son de recibo: César Sarachu y Esperanza Pedreño (ganadora de un premio de la Unión de Actores por este trabajo) parecen haber nacido para dar vida a esos eternos niños que son Bernardo y Cañizares; Esperanza Elipe está perfecta en la piel de Marimar, esa singular ama de casa y eterna aspirante a encontrar su media naranja; el veterano Luis Varela está inmenso como ese director gerente ácido, gruñón y sarcástico; Arturo Valls, por su parte, demuestra ser más que un showman a merced de los no siempre acertados guiones de ‘Caiga quien caiga’. Quizás las interpretaciones de Ana Ruiz y Carolina Cerezuela sean algo más rutinarias, pero tampoco desentonan en ese potente conjunto.
‘Cámera café’ no parece gran cosa a simple vista, pero tiene todo lo necesario para triunfar en la comedia. Pocas veces algo tan básico como poner a unos actores frente a una cámara ha dado tan buenos frutos. Algunos se parten el espinazo buscando localizaciones para sus escenas de exteriores o intentando dar con platós con el mayor número de metros cuadrados posibles. Otros, en cambio, lo bordan con un pasillo y una máquina de café.
Está el típico borde de oficina, el típico chulo, las típicas cotillas y el no tan típico señor de mediana edad que se asusta con su sombra, se pone hecho unos nervios con el aire que le pega en la cara, que convive aún con su madre, a la que se supone que adora, y que con “desguace” se refiere al hogar del jubilado que visita la señora en cuestión. También está la chica infantil y de aspecto ridículo que está enamorada del señor anterior. Y estos son sólo dos de los casos clínicos que hacen acto de presencia frente a la máquina de café.
Creados semejantes personajes, a más raro, extremo y surrealista cada uno, los guiones no tienen más que tirar del hilo para conseguir crear situaciones capaces de arrancar la carcajada a un espectador que está de luto. Cualquier pretexto es válido, desde una fiesta de cumpleaños hasta el ir y venir de una grapadora. Los personajes de ‘Cámera café’ son semejante mina de oro por explotar que da lo mismo el tema que se trate en el sketch, no hay nada que se le resista a esa estrambótica galería de especimenes para hacer reír al espectador. Los guionistas, conscientes de esto, les han sabido coger el punto a todos y cada uno de ellos, aprovechando hasta el último recurso.
Los actores y humoristas (todos se han revelado como ambas cosas) son de recibo: César Sarachu y Esperanza Pedreño (ganadora de un premio de la Unión de Actores por este trabajo) parecen haber nacido para dar vida a esos eternos niños que son Bernardo y Cañizares; Esperanza Elipe está perfecta en la piel de Marimar, esa singular ama de casa y eterna aspirante a encontrar su media naranja; el veterano Luis Varela está inmenso como ese director gerente ácido, gruñón y sarcástico; Arturo Valls, por su parte, demuestra ser más que un showman a merced de los no siempre acertados guiones de ‘Caiga quien caiga’. Quizás las interpretaciones de Ana Ruiz y Carolina Cerezuela sean algo más rutinarias, pero tampoco desentonan en ese potente conjunto.
‘Cámera café’ no parece gran cosa a simple vista, pero tiene todo lo necesario para triunfar en la comedia. Pocas veces algo tan básico como poner a unos actores frente a una cámara ha dado tan buenos frutos. Algunos se parten el espinazo buscando localizaciones para sus escenas de exteriores o intentando dar con platós con el mayor número de metros cuadrados posibles. Otros, en cambio, lo bordan con un pasillo y una máquina de café.
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