Después de su impactante ópera prima ‘Tesis’, su complejo y absorbente segundo filme ‘Abre los ojos’ y su estupendo ejercicio de terror clásico de ‘Los otros’, Alejandro Amenábar aparcó el suspense y el terror con ‘Mar adentro’. Basada en la historia real del tetrapléjico Ramón Sampedro, la cuarta película del director es la más complicada de su filmografía, un film que habla de dignidad, sentimientos e incomprensión, toca el espinoso tema de la eutanasia y se zambulle en un biopic en el que no hay culpables y no se cae en sentimentalismos fáciles.
Es muy difícil contar la vida de una persona que sufrió tanto durante su vida y que lleva su nombre unido inseparablemente a la lucha por la legalización de la eutanasia y no caer en un retrato partidista. Cuando se habla de Ramón Sampedro, como cuando se habla de cualquier otra persona que haya pedido acabar con su vida dentro de la legalidad, uno no puede evitar posicionarse. Y esto ocurre en una medida mucho mayor si has tenido que documentarte sobre el caso, conocer a la familia del personaje, a sus amistades y, en fin, acercarte a la figura hasta el punto de formar parte de su mundo. Pero Alejandro Amenábar y Mateo Gil (co-guionista) no convirtieron ‘Mar adentro’ en una película propagandística, ya que no se muestra una sola cara de la moneda, también les ponen voz a aquellos que no entienden al protagonista o que, aún comprendiéndole en cierta medida, no comparten su punto de vista. ‘Mar adentro’ tan solo falla en un caso a la hora de poner voz a otra de las partes, aunque eso no impide que la podamos considerar una magnífica película.
La película de Amenábar comienza con la llegada de una abogada a la casa familiar de los Sampedro. Julia (Belén Rueda) se asienta en el que ha sido el único hogar para Ramón (Javier Bardem) en los últimos 30 años y comienza a conocer a ese hombre inteligente y lúcido que dice no tener una vida digna como para ser vivida. El hecho de tomar la historia cerca de 30 años después del comienzo del drama de este hombre no significa que se dejen a un lado todos esos años o la vida de Sampedro antes de su accidente. Hay flashbacks (preciosos y conmovedores, por cierto) que ilustran la juventud del protagonista y, sobre todo, ahí están sus más allegados para relatar lo que ha significado ver a un miembro de su familia condenado a ser dependiente de los demás por el resto de su vida. La película también muestra el impacto que tiene Ramón en las mujeres que lo rodean, desde su abogada (una mujer con más de un motivo para sentirse identificada con su cliente) hasta una sencilla madre soltera (Lola Dueñas), en la que la humanidad de Sampedro deja huella de un modo especial. La lucha del tetrapléjico en los tribunales, al igual que el drama de una familia tradicional que se debate entre el querer dar libertad a uno de sus miembros y retenerlo junto a ellos, son otros de los puntos tratados de forma respetuosa y apasionante en esta desgarradora película.
Javier Bardem, un gran actor al que por su físico nadie hubiese imaginado en la piel de Sampedro, interpreta al protagonista con una fuerza increíble. Sin otro recurso a su alcance que sus diálogos, Bardem trasmite con maestría el sentimiento de desamparo que siente ese hombre, culto y consciente, que ofrece ayuda a todo el que puede pero que no es comprendido cuando la pide para él. El trabajo del actor, recompensado con un Goya y el Premio del Cine Europeo, fue injustamente olvidado por la Academia de Hollywood, que ni siquiera se dignó a nominarle. Fue otra nueva ocasión en la que se demostró que el Oscar tiene a veces más de barómetro de popularidad que de premio a lo mejor que da el cine.
El cuadro de intérpretes del filme deja otros trabajos para el recuerdo: Lola Dueñas está insuperable en la piel de esa mujer enamorada de Ramón pero incapaz de comprender realmente su situación, una mujer que aprende a lo largo del filme que el amor puede requerir un sacrificio mucho mayor al que ella está dispuesta a hacer en un principio; Mabel Rivera, en una interpretación que emociona por su realismo, se convierte en una mujer capaz de describir el drama que ha vivido con su sola mirada, capaz de trasmitir cansancio y tristeza pero al mismo tiempo un sincero amor; Celso Bugallo, en un papel bastante menos entrañable, borda el retrato de ese hombre al que sus fuertes convicciones tradicionales impiden aceptar que su hermano quiera apartarse de los suyos; Joan Dalmau, por su parte, rompe el silencio en el que acostumbra estar el padre de Ramón con una frase (“hay una cosa peor que se te muera un hijo, que se quiera morir”) dolorosa donde las haya; Belén Rueda (en su debut cinematográfico), Tamar Novas, Clara Segura, y Alberto Jiménez también ofrecen interpretaciones mucho más que creíbles, aunque en un inevitable segundo plano si se les compara con los anteriores.
Pero no solo es la interpretación lo que brilla en ‘Mar adentro’. La fotografía de Javier Aguirresarobe y el trabajo de maquillaje de Jo Allen (con nominación al Oscar) son impresionantes. También la dirección, elegante y cuidada, y la banda sonora del propio Amenábar son de recibo. Pero sobre todo es el guión el que sorprende, con una capacidad ilimitada para conmover al espectador y una galería de personajes muy bien dibujados que ayudan posteriormente al director a la hora de manejar a sus actores.
El único error en el guión puede considerarse el tratar con humor el debate entre Sampedro y el único tetrapléjico decidido a seguir adelante con su vida que vemos en la película. Aunque efectivo en clave de comedia, el “enfrentamiento” entre Ramón y el padre Francisco (José María Pou) no es un cara a cara en igualdad de condiciones (no es siquiera un cara a cara físico, lo que acentúa la impresión de lejanía respecto al debate que deja esta parte del filme). Mientras la película nos da la oportunidad de conocer a Sampedro y simpatizar con él, nos presenta al otro tetrapléjico como alguien capaz de defender su postura siendo cruel hacia la familia de Ramón. Más tarde, el mismo hombre se presenta en la casa familiar para comenzar un tira y afloja en el que el filme no puede evitar dejarle un tanto en ridículo. El personaje de Mabel Rivera termina por callarle la boca (con justicia viendo sus comentarios en televisión) y esta subtrama acaba dejando un mal sabor de boca. Si lo que pretendían era invitar al debate, los guionistas no hicieron bien en elegir un personaje que despierta una nula simpatía para representar a aquellos tetrapléjicos que optan, con todo el derecho, por seguir viviendo. En cualquier caso, es el único punto de todo el metraje que sugiere cierto partidismo.
No fue una tarea fácil la que eligió Alejandro Amenábar para su cuarta y oscarizada película, pero demostró una vez más que si es uno de los mejores directores del cine español no es por casualidad. No se le puede llamar casualidad a llegar a narrar una historia tan delicada con tanto tacto, respeto y profesionalidad. ‘Mar adentro’, que se emite esta noche en TVE-1, es mucho más que ‘La película de la semana’.
Es muy difícil contar la vida de una persona que sufrió tanto durante su vida y que lleva su nombre unido inseparablemente a la lucha por la legalización de la eutanasia y no caer en un retrato partidista. Cuando se habla de Ramón Sampedro, como cuando se habla de cualquier otra persona que haya pedido acabar con su vida dentro de la legalidad, uno no puede evitar posicionarse. Y esto ocurre en una medida mucho mayor si has tenido que documentarte sobre el caso, conocer a la familia del personaje, a sus amistades y, en fin, acercarte a la figura hasta el punto de formar parte de su mundo. Pero Alejandro Amenábar y Mateo Gil (co-guionista) no convirtieron ‘Mar adentro’ en una película propagandística, ya que no se muestra una sola cara de la moneda, también les ponen voz a aquellos que no entienden al protagonista o que, aún comprendiéndole en cierta medida, no comparten su punto de vista. ‘Mar adentro’ tan solo falla en un caso a la hora de poner voz a otra de las partes, aunque eso no impide que la podamos considerar una magnífica película.
La película de Amenábar comienza con la llegada de una abogada a la casa familiar de los Sampedro. Julia (Belén Rueda) se asienta en el que ha sido el único hogar para Ramón (Javier Bardem) en los últimos 30 años y comienza a conocer a ese hombre inteligente y lúcido que dice no tener una vida digna como para ser vivida. El hecho de tomar la historia cerca de 30 años después del comienzo del drama de este hombre no significa que se dejen a un lado todos esos años o la vida de Sampedro antes de su accidente. Hay flashbacks (preciosos y conmovedores, por cierto) que ilustran la juventud del protagonista y, sobre todo, ahí están sus más allegados para relatar lo que ha significado ver a un miembro de su familia condenado a ser dependiente de los demás por el resto de su vida. La película también muestra el impacto que tiene Ramón en las mujeres que lo rodean, desde su abogada (una mujer con más de un motivo para sentirse identificada con su cliente) hasta una sencilla madre soltera (Lola Dueñas), en la que la humanidad de Sampedro deja huella de un modo especial. La lucha del tetrapléjico en los tribunales, al igual que el drama de una familia tradicional que se debate entre el querer dar libertad a uno de sus miembros y retenerlo junto a ellos, son otros de los puntos tratados de forma respetuosa y apasionante en esta desgarradora película.
Javier Bardem, un gran actor al que por su físico nadie hubiese imaginado en la piel de Sampedro, interpreta al protagonista con una fuerza increíble. Sin otro recurso a su alcance que sus diálogos, Bardem trasmite con maestría el sentimiento de desamparo que siente ese hombre, culto y consciente, que ofrece ayuda a todo el que puede pero que no es comprendido cuando la pide para él. El trabajo del actor, recompensado con un Goya y el Premio del Cine Europeo, fue injustamente olvidado por la Academia de Hollywood, que ni siquiera se dignó a nominarle. Fue otra nueva ocasión en la que se demostró que el Oscar tiene a veces más de barómetro de popularidad que de premio a lo mejor que da el cine.
El cuadro de intérpretes del filme deja otros trabajos para el recuerdo: Lola Dueñas está insuperable en la piel de esa mujer enamorada de Ramón pero incapaz de comprender realmente su situación, una mujer que aprende a lo largo del filme que el amor puede requerir un sacrificio mucho mayor al que ella está dispuesta a hacer en un principio; Mabel Rivera, en una interpretación que emociona por su realismo, se convierte en una mujer capaz de describir el drama que ha vivido con su sola mirada, capaz de trasmitir cansancio y tristeza pero al mismo tiempo un sincero amor; Celso Bugallo, en un papel bastante menos entrañable, borda el retrato de ese hombre al que sus fuertes convicciones tradicionales impiden aceptar que su hermano quiera apartarse de los suyos; Joan Dalmau, por su parte, rompe el silencio en el que acostumbra estar el padre de Ramón con una frase (“hay una cosa peor que se te muera un hijo, que se quiera morir”) dolorosa donde las haya; Belén Rueda (en su debut cinematográfico), Tamar Novas, Clara Segura, y Alberto Jiménez también ofrecen interpretaciones mucho más que creíbles, aunque en un inevitable segundo plano si se les compara con los anteriores.
Pero no solo es la interpretación lo que brilla en ‘Mar adentro’. La fotografía de Javier Aguirresarobe y el trabajo de maquillaje de Jo Allen (con nominación al Oscar) son impresionantes. También la dirección, elegante y cuidada, y la banda sonora del propio Amenábar son de recibo. Pero sobre todo es el guión el que sorprende, con una capacidad ilimitada para conmover al espectador y una galería de personajes muy bien dibujados que ayudan posteriormente al director a la hora de manejar a sus actores.
El único error en el guión puede considerarse el tratar con humor el debate entre Sampedro y el único tetrapléjico decidido a seguir adelante con su vida que vemos en la película. Aunque efectivo en clave de comedia, el “enfrentamiento” entre Ramón y el padre Francisco (José María Pou) no es un cara a cara en igualdad de condiciones (no es siquiera un cara a cara físico, lo que acentúa la impresión de lejanía respecto al debate que deja esta parte del filme). Mientras la película nos da la oportunidad de conocer a Sampedro y simpatizar con él, nos presenta al otro tetrapléjico como alguien capaz de defender su postura siendo cruel hacia la familia de Ramón. Más tarde, el mismo hombre se presenta en la casa familiar para comenzar un tira y afloja en el que el filme no puede evitar dejarle un tanto en ridículo. El personaje de Mabel Rivera termina por callarle la boca (con justicia viendo sus comentarios en televisión) y esta subtrama acaba dejando un mal sabor de boca. Si lo que pretendían era invitar al debate, los guionistas no hicieron bien en elegir un personaje que despierta una nula simpatía para representar a aquellos tetrapléjicos que optan, con todo el derecho, por seguir viviendo. En cualquier caso, es el único punto de todo el metraje que sugiere cierto partidismo.
No fue una tarea fácil la que eligió Alejandro Amenábar para su cuarta y oscarizada película, pero demostró una vez más que si es uno de los mejores directores del cine español no es por casualidad. No se le puede llamar casualidad a llegar a narrar una historia tan delicada con tanto tacto, respeto y profesionalidad. ‘Mar adentro’, que se emite esta noche en TVE-1, es mucho más que ‘La película de la semana’.
1 comentario:
Buenas noches! Le escribo desde Buenos Aires (Argentina). Quisiera comentarle que en el día de hoy he visto la pelicula,y, aunque ya había escuchado sobre ella, nada mi impactó más que verla.
Tuve la oportunidad de sentirla no solo de mirarla, sino tambien de poder trascender la esfera de lo real respecto d e la eutanasia y las personas.
Lo hice porque soy estudiante de la Universidad de Buenos Aires (Facultad de psicología) y en el marco de una materia donde trabajamos muchisimo sobre derechos humanos, una de las consignas es ver la pelicula. Fue una experiencia unica e inolvidable para mi.
Ma. Celeste García
Publicar un comentario