Una pequeña isla es el escenario donde ocurren supuestos sucesos paranormales, hay asesinatos brutales, conviven familias acaudaladas que guardan más de un secreto y donde, como no podía ser de otro modo, los protagonistas se enamoran perdidamente. Demasiado para una sola serie, y cuánto más si es una miniserie. Se trata de ‘Dolmen’, una producción de origen francés que emiten ETB2 y Canal 9. Es la típica miniserie que intenta tener de todo en su argumento con el propósito de resultar divertida, aunque a la hora de la verdad sea un castigo para la mayoría.
Ingrid Chauvin interpreta a Marie Kermeur, una oficial de policía que regresa a Ty Kern, la isla donde nació, para casarse. Pero su hermano Gildas (Luc Thuillier) es asesinado y poco a poco los habitantes de la isla comienzan a ser testigos de extraños sucesos que guardan relación con algún antiguo ritual celta. La llegada del inspector Lucas Fersen (Bruno Madinier) a la isla provoca más de un giro en los acontecimientos.
Llegado el quinto episodio, ‘Domen’ ya ha perdido toda timidez y el desmelene es tal que ya no importa si lo que vemos son persecuciones rodadas por niños de parvulario o si lo que oímos son frases más propias de una conversación entre humoristas sin escolarizar. Didier Albert (director) y Nicole Jamet y Marie-Anne Le Pezennec (guionistas) buscan el entretenimiento a cualquier precio, y seguro que habrá a quien esto le sirva como tal.
‘Dolmen’ parece haber salido de una especie de laboratorio en el que se han mezclado sustancias de todo tipo con la intención de dar con el producto perfecto, ese que lo tiene todo para enganchar al mayor número de personas posible, cada cual atraída por determinada pieza del puzzle (acción, drama, crimen, sexo, sucesos sobrenaturales...). Es como si hiciésemos un cursillo intensivo de zapping en esa noche de la semana en la que hay de todo en televisión: hay algo de ‘CSI’, algo de ‘Twin Peaks’ y algo de cualquier culebrón latinoamericano. Pero en todo laboratorio hay que andarse con cuidado para no olvidar aquello que impida que el invento salte por los aires. En ‘Dolmen’ es la calidad lo que se hecha en falta, y aunque parece una sola pieza en el puzzle, esa falta funciona como el incendio más peligroso, creciendo sin cesar hasta arrasarlo todo.
‘Dolmen’, que está funcionando mejor en Canal 9 (en torno al 15% de share) que en ETB2 (rondando el 7%), tiene paisajes bellos (de la Bretaña francesa) que no sabe retratar, escenas de acción que no sabe controlar y un presupuesto que no sabe aprovechar. Los actores, con el doblaje más pobre que quepa imaginar (típico de los productos cuyos derechos adquiere La Forta), suenan poco reales, pero quitándoles el sonido sus propias actitudes escénicas también los delatan. Los protagonistas, Ingrid Chauvin y Bruno Madinier, se creen menos que nosotros sus personajes, y otras caras de la lista de actores, entre ellos Yves Rénier, Xavier Deluc, Martine Sarcey y Jean-Louis Foulquier, se mueven delante de la cámara sin llegar a importarnos lo más mínimo.
Preguntada por si le pasa algo, la protagonista dice lo siguiente en determinado momento: “La mitad de mi familia ha muerto, mi madre me ha mentido siempre, casi me violan, estoy obsesionada con visiones terribles y no puedo impedir estar fascinada con un perverso”. Quien se sienta atraído por esta enumeración tiene en ‘Dolmen’ algo hecho a su medida. Para el resto, ésta es una miniserie que no se disfruta, se padece.
Ingrid Chauvin interpreta a Marie Kermeur, una oficial de policía que regresa a Ty Kern, la isla donde nació, para casarse. Pero su hermano Gildas (Luc Thuillier) es asesinado y poco a poco los habitantes de la isla comienzan a ser testigos de extraños sucesos que guardan relación con algún antiguo ritual celta. La llegada del inspector Lucas Fersen (Bruno Madinier) a la isla provoca más de un giro en los acontecimientos.
Llegado el quinto episodio, ‘Domen’ ya ha perdido toda timidez y el desmelene es tal que ya no importa si lo que vemos son persecuciones rodadas por niños de parvulario o si lo que oímos son frases más propias de una conversación entre humoristas sin escolarizar. Didier Albert (director) y Nicole Jamet y Marie-Anne Le Pezennec (guionistas) buscan el entretenimiento a cualquier precio, y seguro que habrá a quien esto le sirva como tal.
‘Dolmen’ parece haber salido de una especie de laboratorio en el que se han mezclado sustancias de todo tipo con la intención de dar con el producto perfecto, ese que lo tiene todo para enganchar al mayor número de personas posible, cada cual atraída por determinada pieza del puzzle (acción, drama, crimen, sexo, sucesos sobrenaturales...). Es como si hiciésemos un cursillo intensivo de zapping en esa noche de la semana en la que hay de todo en televisión: hay algo de ‘CSI’, algo de ‘Twin Peaks’ y algo de cualquier culebrón latinoamericano. Pero en todo laboratorio hay que andarse con cuidado para no olvidar aquello que impida que el invento salte por los aires. En ‘Dolmen’ es la calidad lo que se hecha en falta, y aunque parece una sola pieza en el puzzle, esa falta funciona como el incendio más peligroso, creciendo sin cesar hasta arrasarlo todo.
‘Dolmen’, que está funcionando mejor en Canal 9 (en torno al 15% de share) que en ETB2 (rondando el 7%), tiene paisajes bellos (de la Bretaña francesa) que no sabe retratar, escenas de acción que no sabe controlar y un presupuesto que no sabe aprovechar. Los actores, con el doblaje más pobre que quepa imaginar (típico de los productos cuyos derechos adquiere La Forta), suenan poco reales, pero quitándoles el sonido sus propias actitudes escénicas también los delatan. Los protagonistas, Ingrid Chauvin y Bruno Madinier, se creen menos que nosotros sus personajes, y otras caras de la lista de actores, entre ellos Yves Rénier, Xavier Deluc, Martine Sarcey y Jean-Louis Foulquier, se mueven delante de la cámara sin llegar a importarnos lo más mínimo.
Preguntada por si le pasa algo, la protagonista dice lo siguiente en determinado momento: “La mitad de mi familia ha muerto, mi madre me ha mentido siempre, casi me violan, estoy obsesionada con visiones terribles y no puedo impedir estar fascinada con un perverso”. Quien se sienta atraído por esta enumeración tiene en ‘Dolmen’ algo hecho a su medida. Para el resto, ésta es una miniserie que no se disfruta, se padece.
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