Una gran productora, una correcta y cuidada banda sonora, una fotografía más luminosa y colorista y un muñeco más expresivo. Son los cambios que parece ofrecer a simple vista la primera secuela de ‘Muñeco diabólico’ (Tom Holland, 1988), y todos parecen positivos. Pero basta con quedarse para el primer asesinato para descubrir que son muchos más los cambios, y que no hacen precisamente corregir los errores de la primera parte. Cometido el segundo crimen de la función, en el que la víctima es un tontorrón Greg Germann (años antes de ‘Ally McBeal’), queda claro que ‘Muñeco diabólico 2’ ('Child's Play 2') , ayer noche en Sci-Fi, es exactamente el modelo a evitar a la hora de estirar el chicle de la rentabilidad.
Alex Vincent, más crecidito y descuidado por el director (John Lafia en esta ocasión), repite como protagonista interpretando a Andy Barclay, el niño del que se quiere apoderar Charles Lee Ray, que permanece atrapado en un trozo de plástico desde que, en la primera entrega, hizo un conjuro que le ayudó a separarse de su moribundo cuerpo. Para volver a tener aspecto humano el maníaco debe depositar su alma en el cuerpo de aquella persona a la que le confesó primero su verdadera identidad. Quién sino Andy, el pobre niño que en esta película ha sido separado de su madre (por lo que respecta a Catherine Hicks parece que triunfó el sentido común a la hora de firmar), que está en un psiquiátrico, y comienza a vivir con una familia de acogida. Allí llegará Chucky, recién reconstruido y con ganas de matar. Los padres de acogida (Jenny Agutter y Gerrit Graham) no harán gran cosa para ayudar a Andy, pero a falta de su madre otra rubia (Christine Elise) entrará en el juego dispuesta a jugarse el cuello por salvar al crío.
El hecho de que Chucky deba darse prisa para introducir su alma en el cuerpo de Andy (sino quedará atrapado en el muñeco para siempre) no ayuda a la hora de crear tensión, y es que ya debería saber el muñequito de marras que las prisas no son sinónimo de eficacia. Ir al grano no es una virtud en una película de suspense, donde la tensión se crea a base de silencios inquietantes y ritmo medido, preferiblemente un in crescendo que dura hasta el climax final. En ‘Muñeco diabólico 2’ no hay tensión, todo es predecible, repetitivo, de una originalidad nula y, para colmo, el enfrentamiento final es risible, de auténtica pena. Todo es susto (más quisieran ellos), persecución (no suelen durar mucho dada la poca inteligencia de las víctimas), asesinato (a cual más patético) y fin. Susto, persecución, asesinato y fin.
Lo de ser más colorista hace a esta secuela algo más apetecible de mirar (que no ver), la banda sonora es de Graeme Revell, lo que indica que había un cheque más generoso de por medio, y la dirección parece querer recordarnos de cuando en cuando que ahora es la Universal la que está detrás del proyecto (esas vistas aéreas del comienzo...). Pero ninguno de los puntos anteriores funciona si no hay un guión pasable (todo suena a drama doméstico en vez de terror, con Vincent escuchando conversaciones detrás de una puerta, o diciendo cosas como “vaya a donde vaya Chucky me encontrará”), unas imágenes que inspiren al compositor y un mínimo conocimiento a la hora de utilizar los medios. Si encima el humor negro (el muñeco que escribe “jódete guarra” en un trabajo de colegio de Andy para escándalo de la profesora) no funciona en ningún momento, las interpretaciones han empeorado notablemente (lo de Christine Elise merece mención aparte, ya que interpreta a Kyle como si conducir amenazada cuchillo en mano por un muñeco fuese algo que le pasa cada día) y los asesinatos son rebuscados pero dejan indiferente, entonces la película no tiene literalmente nada que ofrecer.
Para entender de una forma rápida y esquemática lo fallido de esta secuela hay que decir que de lo mejor de la primera parte no hay nada en esta segunda, y todo lo que fallaba en aquella puebla de comienzo a fin ésta. Sabemos desde el principio quién es el malo, como mata, como habla, como ríe, como grita... Hay más presupuesto, sí, pero eso no impide que los 80 minutos que dura el filme se hagan eternos. ‘Muñeco diabólico 2’ es como una cuchilla de afeitar sin filo; irrita pero no corta, que es lo que tiene que hacer.
Alex Vincent, más crecidito y descuidado por el director (John Lafia en esta ocasión), repite como protagonista interpretando a Andy Barclay, el niño del que se quiere apoderar Charles Lee Ray, que permanece atrapado en un trozo de plástico desde que, en la primera entrega, hizo un conjuro que le ayudó a separarse de su moribundo cuerpo. Para volver a tener aspecto humano el maníaco debe depositar su alma en el cuerpo de aquella persona a la que le confesó primero su verdadera identidad. Quién sino Andy, el pobre niño que en esta película ha sido separado de su madre (por lo que respecta a Catherine Hicks parece que triunfó el sentido común a la hora de firmar), que está en un psiquiátrico, y comienza a vivir con una familia de acogida. Allí llegará Chucky, recién reconstruido y con ganas de matar. Los padres de acogida (Jenny Agutter y Gerrit Graham) no harán gran cosa para ayudar a Andy, pero a falta de su madre otra rubia (Christine Elise) entrará en el juego dispuesta a jugarse el cuello por salvar al crío.
El hecho de que Chucky deba darse prisa para introducir su alma en el cuerpo de Andy (sino quedará atrapado en el muñeco para siempre) no ayuda a la hora de crear tensión, y es que ya debería saber el muñequito de marras que las prisas no son sinónimo de eficacia. Ir al grano no es una virtud en una película de suspense, donde la tensión se crea a base de silencios inquietantes y ritmo medido, preferiblemente un in crescendo que dura hasta el climax final. En ‘Muñeco diabólico 2’ no hay tensión, todo es predecible, repetitivo, de una originalidad nula y, para colmo, el enfrentamiento final es risible, de auténtica pena. Todo es susto (más quisieran ellos), persecución (no suelen durar mucho dada la poca inteligencia de las víctimas), asesinato (a cual más patético) y fin. Susto, persecución, asesinato y fin.
Lo de ser más colorista hace a esta secuela algo más apetecible de mirar (que no ver), la banda sonora es de Graeme Revell, lo que indica que había un cheque más generoso de por medio, y la dirección parece querer recordarnos de cuando en cuando que ahora es la Universal la que está detrás del proyecto (esas vistas aéreas del comienzo...). Pero ninguno de los puntos anteriores funciona si no hay un guión pasable (todo suena a drama doméstico en vez de terror, con Vincent escuchando conversaciones detrás de una puerta, o diciendo cosas como “vaya a donde vaya Chucky me encontrará”), unas imágenes que inspiren al compositor y un mínimo conocimiento a la hora de utilizar los medios. Si encima el humor negro (el muñeco que escribe “jódete guarra” en un trabajo de colegio de Andy para escándalo de la profesora) no funciona en ningún momento, las interpretaciones han empeorado notablemente (lo de Christine Elise merece mención aparte, ya que interpreta a Kyle como si conducir amenazada cuchillo en mano por un muñeco fuese algo que le pasa cada día) y los asesinatos son rebuscados pero dejan indiferente, entonces la película no tiene literalmente nada que ofrecer.
Para entender de una forma rápida y esquemática lo fallido de esta secuela hay que decir que de lo mejor de la primera parte no hay nada en esta segunda, y todo lo que fallaba en aquella puebla de comienzo a fin ésta. Sabemos desde el principio quién es el malo, como mata, como habla, como ríe, como grita... Hay más presupuesto, sí, pero eso no impide que los 80 minutos que dura el filme se hagan eternos. ‘Muñeco diabólico 2’ es como una cuchilla de afeitar sin filo; irrita pero no corta, que es lo que tiene que hacer.
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