No hay mejor manera de preparar una sorpresa que camuflar lo que precede a esta con un tono clásico, como visto y acostumbrado por decirlo de algún modo. ‘Ley y orden’ ('Law & Order') es una serie policíaca de la vieja escuela, con ese aire tan correcto pero que se antoja poco asombroso. Aunque está claro que no puede uno subestimar un producto de la televisión estadounidense.
En el episodio ‘La hermandad’, de la decimoquinta temporada (emitido hoy a las 16:05 en Calle 13), se narraba el conflicto (y algo más que eso) entre un funcionario de prisiones (Gary Basaraba, ‘Tomates verdes fritos’) y una hermandad de reclusos, de los rencorosos concretamente. Todo transcurría en una cierta “normalidad” para tratarse de algo relacionado con crímenes y castigos. ¿O esa es la errónea sensación que se crea en nuestro interior ahora que conocemos ese espectáculo de asesinato sórdido y magistral que es ‘CSI’?
En ‘Ley y orden’ (la primera y original, ni ‘Ley y orden: unidad de víctimas especiales’ ni ‘Ley y orden: acción criminal’) todo adquiere un tono como añejo, el tono de una serie policíaca correcta, buena, pero nada más, ni explosiones ni fuegos artificiales que dejen boquiabierto. A esa imagen clásica contribuían en el episodio de hoy la presencia de Dennis Farina en la primera mitad, con su camisa y corbata amarillas y esas gafas colocadas en el punto “abuelo” de la nariz, y Sam Waterston en la segunda, con su rostro y maneras cansadas. También tenía algo que ver en lo de antiguo o pasado lo de esos malhechores tatuados hasta la frente y su aspecto “sospechosamente latino”, algo que no hace ningún favor a la serie en lo que a incursión de tópicos se refiere.
En lo visual, la serie no es tan atrayente como ‘CSI’, pero también está lejos de los extremos de clasicismo que han alcanzado en la historia del cine y la televisión las historias de este tipo. El ritmo de la serie, por otro lado, tampoco se hace tan espectacularmente vertiginoso como en las series policíacas y criminales de nueva hornada, pero ‘Ley y orden’ cuenta lo que quiere de un modo claro y, salvando las distancias, bastante rápido, aunque también sabe exactamente dónde y cuándo hace falta un silencio.
La calidad no se la negaremos (otra cosa es si estamos ante algo sobresaliente, que más bien no), pero todo esto del tono algo antiguo, el cierto clasicismo visual y el ritmo no tan vertiginoso (a pesar de no ser características que signifiquen defectos en sí mismos) hacen que ‘Ley y orden’ parezca una serie de segundo plano a día de hoy : si tenemos a ‘CSI’ ahí mismo, ¿por qué recurrir a lo anterior, a lo menos moderno, sorprendente, rompedor? Es la pregunta que los responsables de esta serie deberían temer, pero la respuesta, sencilla, pone a cada cual en su sitio: es un valor seguro y, además, es algo que se aprovecha de su tono, estética, ritmo y corrección para pillarte desprevenido.
Las sorpresas de ‘La hermandad’ no dejarán a nadie sin aliento pero tampoco habrá quien niegue que no faltan ases en las mangas de los guionistas, tanto en el de hoy como en la mayoría de episodios, y cabe decir además que, en una serie estrenada en 1990, cada nuevo logro del guión merece ser tomado como uno mayor. El resto, unas interpretaciones eficaces (las de Candice Bergen y Gary Basaraba en el episodio de hoy, por ejemplo), la últimamente inevitable rubia inteligente y todo terreno (Elisabeth Röhm) y de nuevo corrección por los cinco costados. Técnicamente no es ‘Ley y orden’ lo que más llama la atención en la pequeña pantalla actual, pero las de esta serie son historias interesantes, entretenidas y serias que, al contrario que en otros productos más “de hoy”, no se ven eclipsadas por luces, flashes y estruendos. Tal y como están las cosas, eso es ya de por sí logro y sorpresa.
(Foto: Sam Waterston)
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