Los protagonistas de la serie
En la serie estadounidense (‘Marriage with children’), creada por Ron Levitt y Michael G. Moye, Ed O’Neill interpretaba a Al Bundy, un padre de familia cansado y aburrido de su vida en común con Peggy (Katey Sagal) y sus no muy perfectos hijos Bud (David Faustino) y Kelly (interpretada por Christina Applegate). La serie no era demasiado divertida pero conseguía crear un ambiente algo opresivo, angustioso y poco familiar, con aquella ratonera de casa en la que Peggy le hacía la vida imposible a su esposo sin apenas proponérselo, y el tono resultaba muy acertado, ya que nos venía a admitir que por mucho que intentasen hacernos reír aquello no era ningún ejemplo a seguir. Al Bundy se pasaba la vida con el morro torcido, sabiéndose tan desgraciado como el espectador le creía. La mujer, una hortera de campeonato, y aquellos idiotas de hijos se metían en toda clase de líos que terminaban por confirmar lo decadente de una familia en el callejón sin salida de la ignorancia y la ausencia de respeto mutuo.
En la versión renovada que emite Cuatro los domingos a las 21:30 el humor sigue siendo flojo, pero hay otros defectos más marcados. El ambiente es ahora bastante más colorista y alegre, como si las cosas no fuesen tan mal en esa familia cuyo padre (Ginés García Millán) fantasea con abandonarlos a todos y volverse vegetariano. El hombre que vive junto a la casa de esta familia le suelta por las buenas al padre “soy tu vecino y te odio”, este mismo padre sorprende a su hija con su novio (“le he conocido en un botellón”) en la oscuridad del salón y, para colmo, el hombre acaba admitiendo no haber comido sólido durante quién sabe cuánto tiempo. Todo esto podía funcionar como sátira familiar si se exagerase hasta extremos o como crítica si el ambiente de la serie fuese algo más sombrío, pero nada de eso se da en ‘Matrimonio con hijos’. El hogar de la serie parece el alma de la fiesta, como sus créditos y sus risas enlatadas, pero el espectador no puede evitar pensar que algo referente al mensaje se ha sacrificado en la búsqueda de una puesta en escena tan viva y apetecible.
La versión original no guardaba grandes sorpresas respecto a interpretaciones, pero la española sale peor parada. Los actores del nuevo ‘Matrimonio con hijos’ son más agradables de ver en lo físico que los anteriores (que no es decir mucho), pero lo malo es que la mayoría no tiene mucho que ofrecer a parte de esto (que ya es decir más). Ginés García Millán, un actor al que siempre le falta algo en papeles dramáticos, hace el ridículo más de la cuenta en esta ocasión, pero no por exagerar sino por tratar de divertirse en su nuevo registro sin conseguir que el espectador haga lo mismo en ningún momento. El actor se limita a poner una voz grave y soltar sus frases esperando a que suenen lo suficientemente sarcásticas para convertir su trabajo en una ácida interpretación, pero lo que logra en realidad es la actuación más forzada que hemos visto en años en televisión. Con semejante elemento a la cabeza del reparto, la falta de encanto de los hijos de la familia, interpretados por Elena de Frutos y Daniel Retuerta, está un tanto más camuflada, a pesar de que la primera parezca haber aprendido todo lo que sabe viendo a la Ana María Polvorosa de Aída y el segundo gesticule con tanta exageración como monotonía arrastra en el habla. Lilian Caro es la única de la familia que tiene gracia en el papel de maruja aprovechada. Por su parte, los vecinos (Roser Pujol y Alberto Lozano) no destacan, ni para bien ni para mal, y el perro (acreditado como Lastán, otro actor más en los créditos) ayer no hizo acto de presencia, por lo que habrá que esperar a otra ocasión para juzgar sus dotes interpretativas.
En el episodio de ayer, que respondía al título de ‘Fran va al dentista’ y que contaba con Juan Fernández ('Solas', 'La mala educación') como actor invitado, los únicos que disfrutaban de la función eran los propios actores al equivocarse en las inevitables tomas falsas. Pero lejos estaban de saber que por muy bien que saliese la siguiente toma, no había forma de enderezar algo que estaba podrido de raíz. Hay mil cosas mejores que hacer un domingo que ver un episodio de este desangelado ‘Matrimonio con hijos’.
1 comentario:
Mi desacuerdo total en la evaluación de la serie en su versión yanqui.
La sitcom yanqui, al igual que todas las que alcanzan cierta calidad, es cáustica, virtud que la comedia para cine hecha en ese país rarísima vez alcanza y esto incluye al dios de Fernando Trueba, Billy Wilder. En ese sentido, el cine yanqui tiene parvas que aprender del italiano de los años 50, 60 y 70.
La degradación de la familia como institución y la caída en el aburrimiento y la rutina de las prolongadas relaciones de pareja está presente todo el tiempo en la versión original de la serie.
El fallo más grande de la versión española es el mismo de todas las versiones de otras sitcoms: el tempo.
El Javier Cámara de "Siete vidas" era la gran excepción al respecto: un tipo que parecía tener el registro perfecto de lo que debe ser una sitcom efectiva.
Los actores españoles tienden a recrearse en el tiempo para lanzar las frases en búsqueda de expresividad, cuando son frases que en sí mismas lo dicen todo y deben ser lanzadas sin dar tiempo a que el espectador pueda verlas venir.
Los actores yanquis tienen aceitadísimo el mecanismo y los tiempos se los toman para dejar reír al público del parlamento que les precede y poner la cara adecuada. No hay más ni debe haberlo, si se quiere conseguir agilidad y risas.
El trabajo en las sitcom es siempre muy de la técnica italiana de la "macchietta". No debe buscar tres reacciones faciales distintas ante el parlamento anterior, sino una única y bien gráfica. Sólida, en una palabra.
De otro modo, lo único que se logra es dilatar los tiempos y perder pegada.
En la versión española de esta serie fallan en eso TODOS los actores.
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