viernes, 29 de diciembre de 2006
Crítica | SAW; "Que empiece el juego"
lunes, 25 de diciembre de 2006
Crítica | UN LOCO A DOMICILIO; Jim Carrey, tu peor enemigo
viernes, 22 de diciembre de 2006
Crítica | LEÓN Y OLVIDO; Piezas de una existencia difícil
‘León y olvido’ tiene el acierto de no juzgar a sus protagonistas, por más que el comportamiento de los mismos sea en ocasiones terrible. La película va llevando a los personajes a un callejón sin salida donde están solos y desamparados, y narra las reacciones de los mismos a su desgracia de una forma neutral. No hace dramas de pañuelo ni mira a Olvido bajo una lupa “oscurecedora”, ni siquiera cuando ésta lleva a cabo uno de los muchos “atentados” contra su hermano (los abandonos, el momento en el que le pide a León que coja la flor que hay en el borde del acantilado...).
martes, 19 de diciembre de 2006
Crítica | TERESA DE CALCUTA; La humilde monja, toda una estrella

sábado, 16 de diciembre de 2006
Crítica | LA MADRE DEL NOVIO; Jane Fonda regresa, pero en un vehículo destartalado

(Foto: póster español de 'La madre del novio')
martes, 12 de diciembre de 2006
Crítica | MUJERES; Combinación ganadora

A Chiqui Fernández puede que nunca le toque de nuevo otra como ‘Mujeres’, pero nadie le podrá quitar este triunfo de su currículum. Aunque a veces parece que le falta algo de entusiasmo a la hora de meterse en su personaje, la actriz interpreta a Irene con suficiente realismo. Como todo en ‘Mujeres’, Chiqui Fernández pone la balanza en el punto justo en lo que a los ingredientes de su personaje se refiere: hay algo de amargura en su Irene pero también un punto de alegría esperanzadora que siempre acaba saliendo.
(Foto: Carmen Ruiz en 'Mujeres')
lunes, 11 de diciembre de 2006
Crítica | HEROÍNA; El pulso inconcluso entre dos voces

Hay dos voces en ‘Heroína’, ambas hablan sobre la forma de contar una historia y ambas parecen tener dificultades para convivir en un mismo filme sin pisarse la una a la otra. Dicen lo siguiente: ¿les hacemos llorar o pensar? Si esto fuese un telefilme de sobremesa, casi con total seguridad los responsables hubiesen optado por lo primero, pero no lo es. Aunque si bien ‘Heroína’ se pudo ver en pantalla grande, no acaban de decantarse del todo por la segunda opción, y cuando lo hacen se pasan.
No es bueno “programar” la acción de una película para manipular al espectador y que rompa a llorar en determinado momento, sienta odio hacia el malo en otro y se limite a asentir en otro, todo exactamente cuando los realizadores quieren y exactamente como ellos quieren. Pero al presentar los hechos para que sea el espectador quien juzgue (que es lo que hace ‘Heroína’) también hay que tener cuidado de hacerlo como es debido, con la suficiente fuerza, con los momentos de emoción convenientemente distribuidos y con un orden en la exposición que impida el caos. Aunque, sobre todo, hay que impedir los extremos. Igual de malo es caer en el lloriqueo fácil y en el grandiosismo falso que hacer una película fría que pasa ante los ojos del espectador como un rápido aire helador, de esos que alcanzan hasta hacerte saber que han pasado pero que te dejan prácticamente igual. Esto último es lo que hace sobre todo la película de Gerardo Herrero, pero no contenta con eso también tiene momentos, digamos, de “sensiblería que cruzó la línea” y heroísmo exagerado.
Lo peor es que a ratos se nos deja ver lo que pudo ser y no fue: ‘Heroína’ a veces parece un telefilme al que le cuesta soltarse la melena y otras, en cambio, resulta una película contenida pero muy dolorosa de ver. Así es el caso real en el que se basa, enmarcado en una Galicia devastada por la droga en la que el paisaje desolador de las calles se mete en los hogares sin llamar. Ese drama se lo encuentra en casa Pilar (Adriana Ozores) cuando su hijo Fito (Javier Pereira, ‘Tu vida en 65'’) cae en las redes de las drogas, pero lejos de rendirse se decide a luchar con todas las consecuencias que ello pueda tener: forma una nueva asociación junto a otros padres de toxicómanos, se echa a la calle a protestar, soporta constantes amenazas e insultos, sacrifica el tiempo de estar con su marido (Carlos Blanco)... Todo por ese hijo al que sabe enfermo.
Es delicado hablar sobre lo real, falso o lacrimógeno que es un filme basado en una desgarradora historia real, pero no por ello se puede obviar que ‘Heroína’ no consigue ser un drama social del todo efectivo. No puede ser que alguien que no conoce los hechos reales en los que se basa sepa cuándo va a gritar esa madre, cuándo se sentirá avergonzada, humillada, amenazada, cuándo le dirá su marido que no le presta la suficiente atención... Si esta historia se parece demasiado (desgraciadamente) a otras que ya hemos visto/oído, correspondía al guión saber sacar partido al relato y moldearlo para que el drama fuese cortante, deprimente y duro contra viento y marea, nunca visto o mil veces visto. Era posible lograrlo. De todos modos, en un caso como éste las buenas intenciones cuentan y mucho: ‘Heroína’ no es en absoluto divertida (un acierto) y es bastante clara en lo que quiere contar (aunque el debate interno de cómo hacerlo siga ahí en todo momento) y eso es algo que no se les puede negar ni a la guionista (Ángeles González Sinde, directora de la estimable ‘La voz dormida’) ni al director.
Otra cosa que tampoco se le puede negar a la película es la eficacia interpretativa de sus protagonistas. Carlos Blanco, Javier Pereira y María Bouzas (sobre todo ésta última) hacen trabajos francamente buenos. Lo de Adriana Ozores, ganadora del premio a la mejor actriz en el Festival de Cine de Montreal en 2005, es un caso aparte. Quizás su acento gallego (ella es madrileña) suene algo forzado en ocasiones, pero la actriz, una especie de Meryl Streep española, puede con todo y en esta ocasión no iba a ser menos. En el papel de Pilar (papel inspirado en Carmen Avendaño, una de las madres que plantaron cara a los narcotraficantes en la Galicia de los 80), Ozores no parece encontrar ningún obstáculo en su camino a la hora de transmitir sentimientos tan dispares como fuerza, culpabilidad y amor. No necesita llorar, le basta con callar y mirar para hacer de la coraza de Pilar un drama inmenso y descorazonador. Ojalá ‘Heroína’ estuviese en todo momento a la altura de su protagonista.
(Foto: póster de 'Heroína')
jueves, 7 de diciembre de 2006
Crítica | DURMIENDO CON SU ENEMIGO; Cuando el enemigo es el guión

El director estadounidense Joseph Ruben (Briarcliff, Nueva York, 1951) ha firmado a lo largo de su carrera películas como ‘El buen hijo’ y ‘Misteriosa obsesión’, y ésta de ‘Durmiendo con su enemigo’ (ayer a las 17:55 en Cuatro) está en esa misma línea: es una película muy comercial, con un suspense de tipo doméstico, en la que lo visual es sospechosamente superior al desarrollo del argumento. Esto no hace del todo malo al filme, pero sí que juega en su contra: la película se hace muy llevadera (cabría decir que demasiado teniendo en cuenta el tema) y no hay problemas para enganchar al espectador (un 8,4% de la audiencia la siguió ayer, una cifra a tener en cuenta para un canal como Cuatro), pero el peso dramático y la capacidad de conmover o inquietar se ven enterradas bajo esa capa de belleza estética.
Si la trama fuese de corte sobrenatural (como en el caso de la ‘Misteriosa obsesión’ de Julianne Moore) o descabelladamente improbable de darse en la realidad (como en el caso de ‘El buen hijo’ que estaba hecho Macaulay Culkin) el error habitual de Ruben podría haber pasado una vez más como esa “asignatura pendiente” de siempre, que impide hacer del nuevo filme algo realmente bueno pero que tampoco molesta. El problema es que ‘Durmiendo con su enemigo’ tiene como protagonista a una mujer maltratada y este tema ya no es algo que se pueda maquillar bajo colores cautivadores. La historia merecía haber sido tratada con más cuidado, poniendo el énfasis en los acontecimientos y no en la fotografía, en la música o en la cara bonita de la protagonista.
(Foto: póster español de 'Durmiendo con su enemigo')
miércoles, 6 de diciembre de 2006
Crítica | IMPULSO SANGRIENTO; La digna adaptación de lo comercial

La serie ‘Impulso sangriento’ (‘Wire in the blood’), que emite desde hace semanas Calle 13 los martes alrededor de las 23:00, sigue los casos del doctor Tony Hill (Robson Green) y la inspectora Carol Jordan (Hermione Norris). Ambos forman un equipo perfecto, siendo él un psicólogo clínico experto en dibujar perfiles de criminales y ella una inspectora consagrada a su profesión.
El doctor Hill parece trabajar al modo del científico-escritor; cada vez que se da un acontecimiento complejo (un crimen de lo más rebuscado) él comienza a escopetear posibles teorías, “inventando” los posibles caminos, motivos y oportunidades que han podido llevar a la mente enferma de turno a cometer el acto brutal. Digo lo del científico-escritor porque a veces no está claro si el doctor ata cabos, fantasea o ata cabos a base de fantasear. Hay momentos en los que sus palabras parecen pura literatura (“... o sufrió una crisis nerviosa, a veces las personas intentan dejar atrás su antigua vida [...] el fuego puede ser un intento por recuperar el poder o el éxito en una vida en la que todo se ha descontrolado”), pero con el tiempo se descubre que nada de lo que dice o piensa en alto el protagonista son hipótesis vacías o cuentos descabellados.
Carol Jordan no se parece demasiado a su compañero; ella parece más “normal”, una mujer de trato más cercano, amable y sonriente, aunque igual de eficiente en su trabajo. Ella es la que pregunta eso de “¿pero eso no es posible, no?” cuando él suelta su nueva teoría, pues sus métodos tienen más que ver con los hechos y las pruebas, con tener los pies en el suelo y no imaginar. Ella trabaja con lo que está a la vista mientras él siempre intenta ir más allá, poniéndose en la piel del criminal y tratando de adivinar su próximo paso. Es eso que los diferencia en los métodos lo que los une y convierte en un equipo tan bien conjuntado.
‘Impulso sangriento’, con su duración de hora y media, tiene la oportunidad de adaptar las historias de Val McDermid con más libertad de movimiento. Hasta la fecha la serie ha tomado como punto de partida las novelas de la escocesa en dos ocasiones: en el episodio ‘El canto de las sirenas’ (basado en ‘The Mermaids Singing’’, 1995) y ‘Crecen las sombras’ (basado en ‘The wire in the blood’, 1997). Ayer le tocó el turno a ‘Las sombras de la luz’ (‘The Darkness of Light’), un episodio escrito por Alan Whiting y dirigido por Nick Laughland que aunque no tenía su base en ninguna historia de McDermid estaba en la misma línea. En él, una periodista llamada Joanna Draper (la siempre apreciable Caroline O'Neill –‘Queer as folk’, ‘La chica del bus’–), investigaba un extraño crimen que parecía guardar relación con otros cadáveres encontrados en un perímetro muy concreto. Lo más inquietante del caso era el hecho de que junto a los cadáveres más recientes hubiese enterrados otros de 500 años de antigüedad. La desaparición de Joanna, el incendio en su hotel y la aparición de nuevas víctimas en lo que parecía una cadena de asesinatos rituales hacían del de ayer un claro caso para Carol Jordan y el doctor Hill.
En lo técnico, la factura de la serie no tiene demasiado que envidiar a las de las ficciones estadounidenses actuales, ya que está todo cuidado hasta la meticulosidad. Siendo de temática criminal, a día de hoy es inevitable la comparación con ‘CSI’, con la que guarda más de un punto en común, pero hay que decir que, a pesar de no llegar a tan alto nivel, ‘Impulso sangriento’ tiene su propia personalidad y no desmerece elogios. Lo mismo hay que decir sobre Robson Green y Hermione Norris, que no son William Petersen y Marg Helgenberger pero cumplen con nota, en especial en el caso de Green, cuyo Tony Hill parece un curioso Hércules Poirot moderno, nacionalizado británico y metido a psicólogo.
Es curioso como en Estados Unidos las historias originales propician los guiones más impactantes y conseguidos (series como ‘CSI’ son la prueba de ello) mientras algunas novelas de misterio comerciales no encuentran espacio más que en forma de bochornoso telefilme. Val McDermid, cuyas novelas son bastante comerciales, se topó con la ITV británica. Tuvo verdadera suerte. Por duración, los episodios de ‘Impulso sangriento’ se pueden denominar tv-movies, de hecho como tal se han anunciado en España, pero no tienen nada en común con esos subproductos de sobremesa que nacen de los libros de autores estadounidenses comerciales como Mary Higgins Clark.
(Foto: Robson Green y Hermione Norris)
lunes, 4 de diciembre de 2006
Crítica | COSAS QUE HACEN QUE LA VIDA VALGA LA PENA; Reír o llorar, o ninguna de las dos
Ella es otra mujer entrada en edad, divorciada y algo solitaria. Toma valerianas para dormir, organiza fiestas de cumpleaños como una madre ejemplar, dice creer en Dios a su manera y conduce a velocidad de mamá homicida. Hortensia es una mujer con no pocas contradicciones en su comportamiento, se pasa la vida manejando en su cabeza datos como que “un 70% de la gente sólo se enamora una vez en la vida” y, aunque dice de Jorge que es bajito y está en paro y no descarta la posibilidad de que se trate de “un sádico”, se duerme en su hombro en el cine a la primera ocasión. Más tarde vienen una comunión, un baile en el lujoso banquete de bodas, la parte trasera de un coche y otras cosas que los protagonistas parecen vivir como experiencias únicas pero que se terminan haciendo bastante pesadas para el espectador.
‘Cosas que hacen que la vida valga la pena’ se debate entre contarnos el drama de dos personas adultas que no tienen otra que ver a dónde les lleva su extraña relación y, por el contrario, hacer que nos tomemos el asunto como una comedia, poniendo el acento en cosas como un chino cantando en una boda (algo que parecen considerar que resultará divertido por sí solo) o los andares de borracho de un personaje. El problema es que no se nos deja tiempo para llegar a conectar con los protagonistas, con lo que no podemos identificarnos con la parte dramática, y tampoco nos ofrecen una base cómica demasiado sólida, dejando todo chiste en pura excepción. Al final, todo aparece mezclado de tal forma que el espectador ya no sabe muy bien si reír o llorar, y acaba no haciendo ninguna de las dos. Y es verdad que no es algo mil veces visto, no es el tipo de película que encontremos al doblar cada esquina, pero tampoco es lo suficientemente diferente o especial como para que deseemos hacerlo.
Ana Belén (que aparenta mucho menos de los 53 años que tiene en ésta película) y Eduard Fernández son dos actores que se hacen muy disfrutables de ver trabajando, pero en esta ocasión ella no parece lo suficientemente cómoda o preparada en escenas que le requieren romper el tono tranquilo que reina en la película, por lo que en momentos como el del “accidente” con los niños del bar la cosa parece írsele de las manos. Tal vez sea un cambio muy brusco el que tiene que hacer, pero esa no es excusa para bajar la guardia. En cualquier caso, ambos intérpretes se erigen con facilidad en lo más destacable de la función.
‘Cosas que hacen que la vida valga la pena’ funciona sólo hasta el nivel de modesto entretenimiento. Toda pretensión que fuese más allá de ese punto no se ha visto cumplida, ya que una comedia romántica o dramática como la que, suponemos, quisieron hacer, no puede permitirse tener momentos tan rematadamente poco acertados (más allá del mal gusto) como ese en el que uno de los personajes habla y ríe, borracho perdido, frente a un chico que permanece en coma en parte por su culpa. Tampoco hacen gran favor personajes como el de Rosario Pardo, haciendo de la típica amiga lanzada cuya mayor aportación a la película es la frase “hay que follar”, y las canciones de la banda sonora, aunque apreciables, no acaban de encajar. Es cierto que la película de Manuel Gómez Pereira tiene sus golpes (cualquiera de los momentos que implican a José Sacristán), pero el conjunto es una sosada de cuento, un filme con buenas intenciones y un resultado amable cuando mejor.
sábado, 2 de diciembre de 2006
Crítica | MARTIN; Ficción en Euskera, ¡y no es 'Goenkale'!

Protagonizada por José Ramón Soroiz y Elena Irureta, ‘Martin’ gira entorno a las andanzas de un locutor radiofónico, cuyas aventuras no van más allá de la anécdota inofensiva. Martin Manterola vive con su mujer y sus hijas y, con sus maneras de padre de familia que nunca llega a estar curado de espanto, va de aquí para allá a ver lo que toca encontrarse en cada nuevo episodio, de su colorido piso a la ajetreada radio y de allí al bar de la serie, un lugar imprescindible en cualquier producción de estas características.
En el capítulo de ayer noche, ‘Xagu txiki, xagu maite’ (‘Pequeño ratón, querido ratón’), escrito por Arkaitz Kano y dirigido por Eneko Olasagasti (‘Sí, quiero...’), las tramas eran tan descafeinadas como de costumbre. Estaba el padre que intentaba en cierto modo impedir que su hija (Amaia Iraundegi) se alejara más de él, y para ello intentaba superar en conocimientos al amigo de ésta, Benito (Xabier Mitxelena), aunque para ello hubiese que robar y mentir.
José Ramón Soroiz tiene suficientes tablas como para saber moverse en comedia sin problemas, pero su trabajo en ‘Martin’ se ve claramente limitado por lo intrascendente de su papel, eso teniendo el personaje que da nombre a la serie, con que sobre el resto ya se ha dicho bastante. Elena Irureta se las apaña mejor que el anterior a pesar de tener, en lo que al guión se refiere, una base peor, pero su naturalidad y buen hacer no son explotados hasta el punto en que debieran.
Aunque hay que aclarar que los actores tienen la menor de las culpas. Cuando el guión es tan simplón que parece haberse escrito sobre un par de servilletas, la labor de aquellos que dependen de él no suele ser muy llevadera. La cosa se queda en un mero entretenimiento, que no roba demasiado tiempo pero que lo roba. Las insípidas aventuras de Martin y los suyos están por encima de las vividas por los telefílmicos personajes de ‘Goenkale’, pero no son excusas para dar por buena esta otra serie de la ETB.
(Foto: José Ramón Soroiz y Elena Irureta)
viernes, 1 de diciembre de 2006
Crítica | ARRESTED DEVELOPMENT; Una familia no muy ejemplar en un canal que lo es menos aún
‘Arrested development’, uno de cuyos productores ejecutivos es el director Ron Howard (‘El código Da Vinci’), narra, como dicen en los créditos de la serie, “la historia de una familia acaudalada que lo perdió todo y de un hijo que no tuvo más remedio que mantenerlos unidos a todos”. Podríamos dejarlo en que antes que acaudalada es disfuncional, pero la familia Bluth merece un análisis más a fondo.
Todo comienza cuando George Bluth Senior (un estupendo Jeffrey Tambor, nominado al Emmy en 2004 y 2005 por este trabajo) es arrestado en el episodio piloto. Los trapos sucios de su trabajo como cabeza de la empresa familiar se irán revelando como bastante más gordos de lo que parecen en un principio. Encarcelado el patriarca, su hijo Michael (perfecto Jason Bateman) toma el mando de la empresa y pasa a ocuparse a su vez del resto de la familia. Y no es tarea fácil. Ningún miembro de la familia Bluth, a excepción del adorable, preocupado e irónicamente serio Michael, pasaría el examen de conducta más elemental.
La madre de Michael, Lucille (una insuperable Jessica Walter, recordada por ‘Escalofrío en la noche’ de Clint Eastwood), dista mucho de ser toda una señora. Es ácida cuando mejor, pero en la serie vemos en ella otras caras mucho menos amables: es racista, homófoba, cruel e hiriente, además de alcohólica e insultantemente clasista (“¡Luz, ese abrigo cuesta más que tu casa!” le propina a su asistenta en un capítulo, aunque acto seguido se vuelve hacia su hijo y rectifica con un “sólo es una broma, si ni siquiera tiene casa”). Lindsay (Portia de Rossi, que es más que una guapísima actriz), la hermana de Michael, es una inconsciente de campeonato y una “madre durmiente” que no sabe en qué curso está su hija (Alia Shawkat), aunque se ve superada por su marido, el “doctor” Tobias Fünke (David Cross), que parece luchar por el título al hombre más patético del mundo. El extraño y enfermizamente enmadrado Buster (Tony Hale) y el sinvergüenza Gob (Will Arnett), los otros dos hermanos de Michael, y el hijo de éste (Michael Cera), un adolescente que no tiene precisamente el don de la oportunidad, completan la galería de estrafalarios personajes de esta fantástica serie.
Los Bluth, residentes en un Orange County bastante más apasionante que el que se ve en ‘The O.C.’, no reportarán audiencias importantes a los canales de televisión, pero pueden presumir de no dejar indiferente a nadie que siga sus andaduras. ‘Arrested development’ es rápida (hay que tener los cinco sentidos a punto a la hora de ver un episodio de la serie), divertida, mordaz y tremendamente crítica, la típica producción que no sentaría demasiado bien a una familia burguesa norteamericana. Los guiones y el montaje son de los más ágiles que se hayan visto en televisión en mucho tiempo.
En la primera temporada aparecen en papeles episódicos actores como Liza Minnelli (divertidísima en la piel de Lucille Austero, amiga y eterna rival de Lucille Bluth), Judy Greer (la secretaria Kitty), Leonor Varela (que fue sustituida a mitad de temporada por la inferior Patricia Velasquez), Amy Poehler (la fugaz esposa de Gob), Julia Louis-Dreyfus (una peculiar abogada “ciega”) y Heather Graham (una profesora de ética que “adora a Saddam Hussein”). En la tercera entrega de la serie participa la oscarizada Charlize Theron, pero esto en España lo sabemos de oídas.
miércoles, 29 de noviembre de 2006
Crítica | MÉDIUM; Saltos peligrosos

Combinar géneros, si se hace como es debido, puede ser un pasaporte hacia el éxito: acertar en un tipo de producto significa atraer al público potencial de éste y, por lo tanto, en televisión hacerlo en más de un tipo puede significar aumentar la acogida en cuanto a espectadores. Pero si uno no tiene cuidado puede caer en el error de no “combinar” géneros sino “saltar” entre ellos. Eso es lo que hace ‘Médium’, la serie creada por Glenn Gordon Caron, y aunque no sea algo que pueda herir de muerte a esta ficción, sí es algo que habría que corregir o tratar de pulir.
El salto se nota enseguida. Es tan simple como coger cualquiera de los episodios de ‘Médium’, el emitido hoy (‘Hoyo 9’) por ejemplo, y ver la diferencia de tono entre una trama y la otra. En ‘Hoyo 9’, de la primera temporada, Allison (Patricia Arquette), una madre con poderes psíquicos para ver y oír a los fallecidos, predecir el futuro en sueños y leer el pensamiento, recibía el encargo por parte del fiscal del distrito (Miguel Sandoval, ‘Cosas que diría con sólo mirarla’) de aclarar si el acusado por un caso de asesinato fue o no injustamente encarcelado. Por otro lado, y ya en casa, Allison recibía a la madre (Kathy Baker) de su marido (Jake Weber) en lo que comenzaba pareciendo una simple visita pero que se iba convirtiendo en amenaza de traslado. Ambos argumentos eran interesantes por su cuenta y mérito, ambos despertaban curiosidad y estaban bien desarrollados, pero tenían un problema en común: no encajaban el uno con el otro.
Un abanico de tramas que se mueven entre el thriller, misterio, suspense, acción o todo a la vez no suelen presentar grandes incompatibilidades. Cuando un género tan diferente como el drama (más aún tratándose de un drama tan doméstico, costumbrista) se pone de por medio, la cosa cambia. Los guionistas de ‘Médium’ no han encontrado todavía la fórmula con la que evitar un choque tan claro. En ‘Hoyo 9’ se veía a la primera que saltar de la terrible visión de un cadáver ensangrentado al tema de “la suegra en casa (y para quedarse)” no era precisamente algo acertado.
Otro punto en el que suele notarse el peligroso salto al que es asidua la serie es en la relación entre la protagonista y su afable y simpático marido. Cuando Patricia Arquette trata de crear tensión o transmitir preocupación en relación con un tema del trabajo de su personaje, Jake Weber interpreta al hombre de la casa de manera que todo intento de alcanzar un tono de seriedad queda enterrado bajo palabras suaves de esposo paciente y, a veces, salidas inoportunamente divertidas: “la justicia no solo es ciega, está en coma” decía hoy Allison, a lo que Joe contestaba con un alegre (y fuera de lugar) “¡vale!”. Para algunos el trabajo parece sobrar de puertas para adentro.
Por lo demás, hay que admitir que ‘Médium’ es una buena serie, un entretenimiento elaborado y una incursión en el género fantástico nada incoherente o descabellada. La protagonista hace un buen trabajo (logró un Emmy en 2005 que causó sorpresa general), las notas desagradables están bien medidas, en el plano técnico todo está muy cuidado y, encima, la serie nos recompensa con la presencia de invitados como Kathy Baker. La verdad es que no se puede pedir mucho más.
(Foto: Patricia Arquette)
martes, 28 de noviembre de 2006
Crítica | LEY Y ORDEN; La sorpresa de lo correcto

En el episodio ‘La hermandad’, de la decimoquinta temporada (emitido hoy a las 16:05 en Calle 13), se narraba el conflicto (y algo más que eso) entre un funcionario de prisiones (Gary Basaraba, ‘Tomates verdes fritos’) y una hermandad de reclusos, de los rencorosos concretamente. Todo transcurría en una cierta “normalidad” para tratarse de algo relacionado con crímenes y castigos. ¿O esa es la errónea sensación que se crea en nuestro interior ahora que conocemos ese espectáculo de asesinato sórdido y magistral que es ‘CSI’?
En ‘Ley y orden’ (la primera y original, ni ‘Ley y orden: unidad de víctimas especiales’ ni ‘Ley y orden: acción criminal’) todo adquiere un tono como añejo, el tono de una serie policíaca correcta, buena, pero nada más, ni explosiones ni fuegos artificiales que dejen boquiabierto. A esa imagen clásica contribuían en el episodio de hoy la presencia de Dennis Farina en la primera mitad, con su camisa y corbata amarillas y esas gafas colocadas en el punto “abuelo” de la nariz, y Sam Waterston en la segunda, con su rostro y maneras cansadas. También tenía algo que ver en lo de antiguo o pasado lo de esos malhechores tatuados hasta la frente y su aspecto “sospechosamente latino”, algo que no hace ningún favor a la serie en lo que a incursión de tópicos se refiere.
En lo visual, la serie no es tan atrayente como ‘CSI’, pero también está lejos de los extremos de clasicismo que han alcanzado en la historia del cine y la televisión las historias de este tipo. El ritmo de la serie, por otro lado, tampoco se hace tan espectacularmente vertiginoso como en las series policíacas y criminales de nueva hornada, pero ‘Ley y orden’ cuenta lo que quiere de un modo claro y, salvando las distancias, bastante rápido, aunque también sabe exactamente dónde y cuándo hace falta un silencio.
La calidad no se la negaremos (otra cosa es si estamos ante algo sobresaliente, que más bien no), pero todo esto del tono algo antiguo, el cierto clasicismo visual y el ritmo no tan vertiginoso (a pesar de no ser características que signifiquen defectos en sí mismos) hacen que ‘Ley y orden’ parezca una serie de segundo plano a día de hoy : si tenemos a ‘CSI’ ahí mismo, ¿por qué recurrir a lo anterior, a lo menos moderno, sorprendente, rompedor? Es la pregunta que los responsables de esta serie deberían temer, pero la respuesta, sencilla, pone a cada cual en su sitio: es un valor seguro y, además, es algo que se aprovecha de su tono, estética, ritmo y corrección para pillarte desprevenido.
Las sorpresas de ‘La hermandad’ no dejarán a nadie sin aliento pero tampoco habrá quien niegue que no faltan ases en las mangas de los guionistas, tanto en el de hoy como en la mayoría de episodios, y cabe decir además que, en una serie estrenada en 1990, cada nuevo logro del guión merece ser tomado como uno mayor. El resto, unas interpretaciones eficaces (las de Candice Bergen y Gary Basaraba en el episodio de hoy, por ejemplo), la últimamente inevitable rubia inteligente y todo terreno (Elisabeth Röhm) y de nuevo corrección por los cinco costados. Técnicamente no es ‘Ley y orden’ lo que más llama la atención en la pequeña pantalla actual, pero las de esta serie son historias interesantes, entretenidas y serias que, al contrario que en otros productos más “de hoy”, no se ven eclipsadas por luces, flashes y estruendos. Tal y como están las cosas, eso es ya de por sí logro y sorpresa.
(Foto: Sam Waterston)
lunes, 27 de noviembre de 2006
Crítica | SMS; Una botella más que vacía

Algunos de los protagonistas de 'SMS'
El argumento de ‘SMS’ es el siguiente según la página web de La Sexta: “la historia de un grupo de adolescentes de clase alta cuya vida cambia bruscamente tras la llegada de un joven de barrio”. No estoy en posición de decir que trata sobre otra cosa, pero desde luego las cosas no quedan ahí. En el capítulo de hoy, titulado con lo que parece un gran esfuerzo creativo ‘La botya ½ yena’ (lo que sería ‘La botella medio llena’ para cualquier otra serie que no quisiera dárselas de moderna), veíamos amores imposibles, una madre acusada (injustamente, faltaría más) de estafa, una hija “humillada” hasta extremos insospechados porque su madre no paga las mensualidades de sus clases y un etcétera de cosas que no vale la pena enumerar. Todo con tanta falta de originalidad como de talento, y con una torpeza a la hora de intentar involucrar al espectador en la trama que no se ve superada ni por el peor culebrón que podamos encontrar en la última de las cadenas locales.
Recursos como el de dividir la pantalla en recuadros que muestran a los distintos personajes (y alguna otra cosa que se quiera destacar) al mismo tiempo, tienen de modernos lo que de idiotas. Si lo que pretenden es emular a ‘24’ en una serie como esta, permitid que me carcajee. Si lo que pretenden, por otro lado, es resaltar (como en el capítulo de hoy) la expresividad de los ojos de actores como Mario Casas o Aroa Gimeno, permitid que me carcajee de nuevo. Ninguno de los anteriores tiene en sus ojos, por decirlo de un modo amable, la expresividad de las grandes estrellas, esas que no tienen necesidad de diálogos para decir cualquier cosa. Aunque, también es cierto, nunca hay gran cosa que expresar en ‘SMS’, nada que merezca la pena hacer llegar al espectador al menos.
Como suele ocurrir, los actores pagan en esta serie los platos rotos de un guión sin la menor sustancia. Lola Marceli tiene el papel de seria, aburrida y autoritaria de la función, esa madre que parece haber sido creada solo para fastidiar a su hija. Es una lástima que Marceli, una sólida actriz, se lo tome tan en serio, ya que se acaba echando a perder entre gritos y muecas de madre desesperada. Aunque mucho peor parado sale Javier Albalá, un actor que parece pensar que hacer de padre se limita a hablar con tono pausado, alto y cantarín, casi silabeando.
Los más jóvenes del reparto no parecen grandes promesas precisamente, y para muestra un botón: Raúl Peña interpretaba hoy el esperado reencuentro de su personaje con su padre (que al parecer acababa de salir de prisión) como si de un saludo incómodo se tratara. Peña tendrá que aprender que por fuerte que se abrace a alguien hay algo llamado lenguaje corporal que está ahí y que puede delatar lo falso de un movimiento por exagerado que se intente hacer.
La vuelta de Antonio Hortelano a la ficción adolescente habrá alegrado a más de uno (y sobre todo a más de una), pero solo se puede decir de él que su presencia en ‘SMS’ no le hace ningún favor: no es muy agradable comprobar que, habiendo como hay tantos y tantos actores en paro, un intérprete que ha sido admirado durante años no sepa todavía llorar en pantalla. Cualquiera hubiese interpretado la única escena que tenía hoy con mejores resultados, pero viendo ‘SMS’ queda claro que los resultados no son algo que preocupen demasiado a los responsables de este disparate. Los creadores de la serie son Daniel Écija, Ernesto Pozuelo y Carmen Ortiz. Mejor hubiesen hecho en firmar bajo seudónimo.
domingo, 26 de noviembre de 2006
Crítica | A FLOR DE PIEL; Thriller con maníaco, superior pero no sobresaliente

en 'A flor de piel' (Sarah Harding, 2005)
Pero tampoco sería justo decir que es el hecho de haber sido gestada para la pequeña pantalla lo único que ha perjudicado a esta producción. Estrenada en la ITV (Independent Television) en 2005, está dirigida por Sarah Harding, que firmó en su momento algunos de los episodios de la versión original de ‘Queer as folk’, lo que en este caso no viene a decir gran cosa. La dirección de ‘A flor de piel’, si bien no llega a ser caótica, sí es algo molesta, incómoda, con esos planos tan cortos que dan la impresión de que la cámara va a golpear a los actores, y por tanto esa misma cámara, a ratos hiperactiva, lejos de servir únicamente de ojos para el espectador, se hace notar tanto que saca a éste de la historia constantemente. Si Harding tuvo algo que ver en el resultado del ‘Queer as folk’ británico, debió dirigir esta miniserie en pleno catarro directoral.
Por otro lado, ‘A flor de piel’ está basada en una novela de Nicci French que no pasará a la historia por su originalidad, como tampoco lo hará la labor de adaptación de Gwyneth Hughes: la trama, bastante previsible, se centra en las vivencias de tres mujeres amenazadas por el típico desequilibrado.
Una joven profesora de educación primaria es la primera en vivir la pesadilla. Al ser testigo de un robo en plena calle, Zoe (Stephanie Leonidas) golpea con una sandía al ladrón en pleno intento de fuga. La cosa parece haber acabado bien y la joven incluso sale en el periódico convertida en “la chica de la sandía”, lo que hace que comience a recibir cartas de admiradores que la felicitan por su valentía. Pero hay una carta que llama su atención sobre el resto, una que dice así: “¿A quién le va a importar que estés muerta?”.
La segunda víctima es Jennifer (Emma Fielding), un ama de casa y madre de dos chicos (Hugh Mitchell y Beans Balawi) a la que, sin detención con sandía de por medio, las cartas no tardan en llegar. Pero el tono es algo diferente es sus misivas, pues el autor parece saber bastante sobre algunos problemas por los que atravesó la mujer con su marido (David Westhead) años atrás.
Una joven e impulsiva vendedora de mascotas, Nadia (Rebecca Palmer), es la tercera mujer en ser acosada, y ésta lo es además durante todo el segundo episodio, aunque para cuando la vemos en el apuro ya nos ha sido desvelada la identidad de la persona que acecha a estas mujeres.
La premisa argumental suena inquietante, pero el guión rara vez llega a aprovechar la situación en la que coloca a sus protagonistas. A la historia le falta tensión y un ritmo más firme, en especial en el segundo capítulo. Los personajes, eso sí, están mejor dibujados de lo normal en este tipo de ficciones (inmensamente mejor que en las producciones españolas de estas características) y las actrices logran transmitir el miedo y la angustia que los rodean: Stephanie Leonidas se gana la simpatía del espectador sin apenas proponérselo; Emma Fielding, en un papel que le exige hacer cosas más inverosímiles como pintar su casa de naranja en un arrebato de histeria, está lo suficientemente creíble; Rebecca Palmer, como protagonista absoluta del segundo episodio, aprovecha bien la oportunidad de desarrollar más su personaje, valiente y decidido en un principio (“Es sólo una carta, no la Tercera Guerra Mundial”) pero desesperado y atormentado cuando por fin es consciente del peligro que corre. Los actores que acompañan a las anteriores, sobre todo Daniel Mays (‘El secreto de Vera Drake’) y Jamie Draven (un estupendo actor visto en ‘Billy Elliot, quiero bailar’ y ‘El mesías: los primeros asesinatos’), tampoco desaprovechan una sola línea de sus diálogos.
A la hora de repartir las culpas, y siendo ésta una miniserie cuyo guión tampoco es lo peor que hemos visto en una sobremesa televisiva y cuyos actores saben exactamente lo que hacen, conviene decir que parte de ellas están dentro de nuestras fronteras: algún día tendrán que explicarnos los programadores de la ETB el por qué de su empeño en emitir de un tirón algo que ha sido rodado expresamente para ser dividido en dos partes. Vista ayer en la ETB, ‘A flor de piel’ parecía una montaña rusa, una película que, de repente, abandonaba el ritmo logrado en la primera hora para caer hasta el punto en que había comenzado: ganar tensión y perderla de un plumazo. Pero ese plumazo sería en realidad, vista en la ITV, un día o quién sabe si una semana entre ambos capítulos, espacio de tiempo que hubiese hecho más comprensible el altibajo.