jueves, 7 de diciembre de 2006

Crítica | DURMIENDO CON SU ENEMIGO; Cuando el enemigo es el guión

En una época en la que la violencia de género está tan desgraciadamente presente y de actualidad en nuestra sociedad, ‘Duermiendo con su enemigo’ (‘Sleeping with the Enemy’) está lejos de ser la mejor película para ilustrar este drama. Es bien cierto que tampoco es la peor idea que han tenido los programadores en una sobremesa, pero al guión le falta tensión y no acierta a crear ni terror ni un drama alejado de lo más rutinariamente telefílmico.

El director estadounidense Joseph Ruben (Briarcliff, Nueva York, 1951) ha firmado a lo largo de su carrera películas como ‘El buen hijo’ y ‘Misteriosa obsesión’, y ésta de ‘Durmiendo con su enemigo’ (ayer a las 17:55 en Cuatro) está en esa misma línea: es una película muy comercial, con un suspense de tipo doméstico, en la que lo visual es sospechosamente superior al desarrollo del argumento. Esto no hace del todo malo al filme, pero sí que juega en su contra: la película se hace muy llevadera (cabría decir que demasiado teniendo en cuenta el tema) y no hay problemas para enganchar al espectador (un 8,4% de la audiencia la siguió ayer, una cifra a tener en cuenta para un canal como Cuatro), pero el peso dramático y la capacidad de conmover o inquietar se ven enterradas bajo esa capa de belleza estética.

Si la trama fuese de corte sobrenatural (como en el caso de la ‘Misteriosa obsesión’ de Julianne Moore) o descabelladamente improbable de darse en la realidad (como en el caso de ‘El buen hijo’ que estaba hecho Macaulay Culkin) el error habitual de Ruben podría haber pasado una vez más como esa “asignatura pendiente” de siempre, que impide hacer del nuevo filme algo realmente bueno pero que tampoco molesta. El problema es que ‘Durmiendo con su enemigo’ tiene como protagonista a una mujer maltratada y este tema ya no es algo que se pueda maquillar bajo colores cautivadores. La historia merecía haber sido tratada con más cuidado, poniendo el énfasis en los acontecimientos y no en la fotografía, en la música o en la cara bonita de la protagonista.

Julia Roberts, que estaba en plena fiebre ‘Pretty Woman’ (Garry Marshall, 1990) en el momento de rodar este filme, interpreta a Laura, una mujer inteligente y atractiva que cometió el error de su vida al casarse con Martin Burney. Él, interpretado por Patrick Bergin, es un hombre claramente desequilibrado: salta a la vista desde los primeros minutos de la película que su afición a escuchar esa música tan tétrica, esas maneras amables que reprimen una ira incontrolable, esa obsesión enfermiza por el orden y esos celos patológicos no son simples “rarezas”. Ni siquiera unas rarezas, digamos, preocupantes. Martin está loco, y como una cabra además (no hay más que verle intentando sonar cariñoso con frases como “siempre estaremos juntos, nada podrá separarnos”).

En los primeros minutos de metraje Joseph Ruben se las apaña para que el tono sea al menos un tanto inquietante, malsano: la música de Jerry Goldsmith, aunque tenga algo de televisiva y romántica, tiene un aroma dramático que deja ciertamente intranquilo; la interpretación de Patrick Bergin es suficientemente turbadora; lo solitario del escenario resulta amenazador, y el guión se esfuerza en presentar la historia con un ritmo agobiante. Pero la película comienza una pronunciada cuesta abajo justo en el momento en el que menos debería: Laura escapa de su captor (porque no es otra cosa) y se dispone a comenzar una nueva vida. Pero el guión de ‘Durmiendo con su enemigo’ pretende entonces que creamos que la valiente heroína, esa que ha aprendido a nadar a espaldas de su marido y se las ha ingeniado para llegar en plena tormenta hasta la boya, es lo suficientemente estúpida como para arrojar su alianza al retrete, donde a buen seguro acabará apareciendo (esto es Hollywood, y no la parte alta). Para colmo Laura encuentra una acogedora casa en otro lugar en la que desordenar a gusto las toallas y comenzar una nueva relación con su vecino, un hombre de cuento. ¿Dónde queda el drama? ¿Y la tensión? ¿La seriedad?

La impactante (aunque no original) escena que pone fin a la película llega demasiado tarde, ya que para entonces hemos tenido que aguantar por demasiado tiempo un guión que parece pensar más en la recaudación que en hacer un retrato creíble sobre un problema social, como también hemos tenido que soportar la falta de encanto del príncipe azul encarnado por Kevin Anderson. Pero, sobre todo, llegado el final hemos tenido que soportar durante más de hora y media la multimillonaria sonrisa de una actriz que está francamente perdida en esta función. Julia Roberts no supo poner rostro a todas aquellas mujeres que se ven en la situación de su personaje en la vida real. Le faltó fuerza y le faltó, en especial, parecer más real que cinematográfica.

En una escena de la película, cuando comienza a poner en marcha su plan de escape, la protagonista rompe con una piedra una farola que hay junto a su casa haciendo estallar los cristales de la misma. Posteriormente, en la oscuridad de la noche, la mujer se guía por la ausencia de esa luz en el paseo marítimo para saber por dónde llegar al que ha sido su hogar. La incógnita de si se cortará o no con esos cristales es lo más inquietante y macabro de ‘Durmiendo con su enemigo’. Ya es decir mucho.

(Foto: póster español de 'Durmiendo con su enemigo')

No hay comentarios: