Anunciarla como “una gran serie” dice mucho de la poca modestia de TVE a la hora de vender su mercancía. Pero la verdad es que esta mercancía no es una cualquiera, es un objeto delicado con el que la cadena pública debería andarse con cuidado, por una vez, sin cambios de horario ni día de emisión.
Adriana Ugarte y Raúl Peña en "La señora" Premio a las cosas hechas con esmero. “La señora”, que se emite los jueves a las 22:00 en La 1, es un serial (algunos dirán culebrón, folletín) que cuida cosas que otras series españolas ni siquiera saben que existen. Tejer una historia con personajes que de simples no tienen nada y enmarcarla en tiempo y lugar (la España de los años 20) que no han sido utilizados siquiera como fondo decorativo en la historia de nuestra ficción televisiva, conlleva un esfuerzo importante.
Es la clase de esfuerzo que las cadenas privadas no suelen estar dispuestas a hacer y, cuando lo están (véase “Vientos de agua”), los programadores hacen las cosas tan mal que hunden el barco. Frente a esto, para que podamos decir que un canal público tiene alguna razón de ser, éste deberá darnos lo que el resto nos niega.
Lo que TVE nos regala esta vez es otra historia sobre amores imposibles en tiempos convulsos, pero con muchos alicientes. La protagonista de esa historia es Victoria Márquez (Adriana Ugarte, “Mesa para cinco”), que ha crecido en el seno de una familia burguesa, con un padre empresario (Alberto Jiménez), dueño de una mina de hierro. Lo único que les ha faltado a su hermano (Alberto Ferreiro) y a ella ha sido una madre.
El protagonista masculino es Ángel González (Rodolfo Sancho), nacido en una familia humilde y criado por una madre (Pepa López) de firmes convicciones religiosas. Ángel ha crecido sin un padre, pero lo que le una a Victoria no será un simple sentimiento de identificación.
Nuestros protagonistas han tenido la relativa suerte de haber nacido en la misma época (que va más allá de simple envoltorio del argumento), pero la religión, las clases sociales a las que pertenecen, sus familias y la ambición, la envidia y el odio que se respira alrededor de los negocios de los Márquez, se ocuparán de separarlos en esta poco original pero agradecida historia.
El hecho de que, ya en el primer episodio, Ángel se ordene sacerdote para dejar que su familia respire económicamente, ha sido muy utilizado para promocionar la serie. Pocos serán los que no hayan visto a Rodolfo Sancho, con el clerman bien visible, besando a Adriana Ugarte con esos paisajes asturianos de testigos. Utilizar ese momento era algo completamente lícito (por más que incomode a aquellos a los que cualquier serie histórica, a palo seco, ya de por sí incomoda), por la importancia que tenía en la historia y lo bonito del momento, pero los que se sumen a la audiencia de “La señora” por puro morbo se verán decepcionados. Los guionistas de la serie tienen demasiado que ofrecer como para limitarse a ese tipo de situaciones.
El reparto también tiene mucho que ofrecer, como así lo ha demostrado en los primeros episodios. Sancho y Ugarte se entienden bien en pantalla y se advierte un esfuerzo notable ahí por hacer creíble su relación. A Roberto Enríquez le ha tocado ser el malo, pero cuenta con esa dimensión humana que le da el instinto paternal a su personaje para impedir caer en la trampa del villano fácil.
Laura Domínguez (“El comisario”) y Lucía Jiménez le dan el toque de belleza a la serie sin sacrificar la oportunidad de defender dos papeles que pueden dar juego: la primera, una criada que vive en secreto su amor por el marido de su hermana, y la segunda, una joven que mantiene posturas cercanas al anarquismo y que parece que podría estar interesada en el hermano de la protagonista.
Otra agradable sorpresa es Ana Wagener. Interpreta a Vicenta, una de las criadas de los Márquez, en particular a una que parece haber adoptado el papel de madre de Victoria y su hermano Pablo a lo largo de los años. Wagener, una buena actriz y estupenda dobladora, debería tener una presencia determinante en la serie si el olfato de los responsables de “La señora” ha funcionado como debía.
Ana Turpin, con su irritante voz y su... irritante voz, en fin, no es una actriz a la que se le de el aprobado con facilidad. Cuesta creérsela muchas veces (nunca llegó a convencerme en “Amar en tiempos revueltos”), pero en “La señora” su fingida inocencia en el papel de la desquiciada y frustrada Irene de Castro supone una burbuja de oxígeno cuando las cosas se ponen demasiado serias en el resto de hilos argumentales (lo dicho: lucha de clases, amores imposibles...).
Si el relato se sostiene como lo ha hecho el de “Amar en tiempos revueltos”, serie con la que “La señora” guarda no pocos puntos en común, ésta nueva creación de Diagonal TV podría convertirse en la joya de la corona de TVE en un futuro no muy lejano.
2 comentarios:
Hola, celebro el descubrimiento de tu blog, al cual llegué por la magistral nota anterior al film de Walter Hill. Saludos!
preciosa serie.Ya hacía mucho tiempo que no veía una serie tan bonita. Maravillosos Rodolfo Sancho y Adriana Ugarte
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