domingo, 18 de febrero de 2007

Crítica | EL SECUESTRO DE AMBER; Pura (e inútil) propaganda

‘El secuestro de Amber’ (‘Amber’s Story’), un telefilme estrenado ayer a las 16:00 por Antena 3 dentro de su programa ‘Multicine’, no logra la más mínima complicidad con el espectador. Todo parece lejano en esta historia, falso, como salido de una revista de sucesos en la que el tratamiento frívolo se ha zampado el resto. Y en este caso el resto es un terrible caso de secuestro y homicidio basado en hechos reales. En este caso, por tanto, el telefilme de turno no merece el menor de los respetos en su análisis.
Elisabeth Röhm en 'El secuestro de Amber' (Keoni Waxman, 2006)
Amber (Sophie Hough) es una niña que vive con su madre, su hermano y sus abuelos en una casa situada en el estado de Texas (Estados Unidos). Forma parte de la típica familia tejana, con su típica vivienda (un chalet, faltaría más en los protagonistas de un ‘Multicine’), su típico barrio (residencial, imprescindible para saber que Amber es la buena, la de familia más o menos acomodada, de fiar) y sus aún más típicos quehaceres (vender galletitas de los scouts etc.). Pero no es oro todo lo que reluce, y un buen día (uno de esos que tienen más de días que de buenos) la niña sale a andar en bici con su hermano y es secuestrada. El espectáculo, porque así es como el guión parece entender el asunto, ha comenzado.

No se nos dice demasiado sobre la familia para lograr que nos identifiquemos con sus miembros llegado el momento del drama, pero se nos dan datos tan importantes para la comprensión de la historia como que el rapto ocurre a las “3:26 pm”. Si en vez de preocuparse de tales detalles los guionistas hubiesen puesto más empeño a la hora de orquestar con precisión los días que siguen a la tragedia, ‘El secuestro de Amber’ hubiese sido una película algo más digna.

Desde el momento en que el secuestrador de la niña entra en escena no solo el mundo de Donna Whitson (Elisabeth Röhm), su madre, se viene abajo. Lo hace todo el telefilme.

Ya el secuestro está rodado con una total falta de rigor. Se intercalan las imágenes a cámara lenta de un hombre con sombrero de cowboy secuestrando a la niña y los planos que nos muestran a un anciano presenciar el rapto. El que las imágenes del anciano no estén a cámara lenta da la sensación de que el hombre podría haber hecho algo más que pararse a mirar y llamar a la policía. La escena se hace larga y la reacción del testigo se torna insuficiente a ojos del espectador. No creo que el testigo real del caso (porque, tratándose de un ‘Multicine’, ésta es una historia real de principio a fin, que nadie lo dude) se sienta muy orgulloso de ver plasmada su labor en la película: lo que vemos es un hombre lento y necio que durante el rapto de una niña observa perplejo y en silencio los acontecimientos que se le ofrecen frente a su precioso jardín de (en)sueño americano.

Las cosas van a peor a medida que avanza el metraje. Interpretada por Elisabeth Röhm, la madre de la niña no parece en ningún momento tan preocupada o asustada como estaría una madre de verdad. La Donna Whitson de Röhm no es madre ni es nada, la actriz sólo sirve como maniquí que mueve la boca y trasmite los necios diálogos de Richard Leder, un guionista al que no se molesten en buscar entre los ganadores del Emmy en ediciones pasadas.

Pocas actrices pueden articular frases como “tienen que encontrarla, tienen que encontrar a mi niña” o “estoy sufriendo porque ahora mismo no puedo tocarla” con semejante falta de sentimiento. La prueba de fuego le llega a Röhm ('Ley y orden') cuando, mirando a cámara, con toda la atención del espectador en sus gestos, simula estar siendo entrevistada para la televisión y enviando un mensaje a su hija (ya muerta, como descubriremos después): “mamá está aquí”, suelta la actriz pareciendo más estar buscando a su hija en un patio de colegio que en un mensaje de socorro por televisión.

Ayer los periódicos informaban de la trama del telefilme del siguiente modo: “después de una desesperada búsqueda, en la que la madre pasa los peores momentos de su vida...”. ¿Los peores momentos? No es eso lo que yo vi.

Aunque no es Röhm la única que suspende. Tim Henry y Karen Austin, que interpretan a los abuelos de la niña, dicen cosas como “todo el mundo reza por ella, todo Texas” con la misma falta de entrega a sus papeles como la que muestra Greg Michaels maldiciendo “cabrón, hijo de puta” cuando el detective al que interpreta encuentra el cuerpo sin vida de la niña. El veterano Myron Natwick ('Como perros y gatos'), aunque acierta a ser desagradable en su papel, se queda a años luz de salvar la función. Era simplemente imposible.

Keoni Waxman, un director claramente incompetente, ni siquiera se molesta en encubrir la falta de talento de sus actores. En una escena de ‘El secuestro de Amber’ se nos muestra de frente a la familia viendo, con sus caras supuestamente rotas de dolor, e insisto, supuestamente, la noticia que informa de que una niña muerta ha sido hallada en un bosque (porque esta es la clase de telefilme en el que alguien enciende la tele y justo en ese preciso instante, en esa precisa cadena, informan sobre esa precisa noticia que precisamente tú estás buscando). Sólo diré que he visto a niños de preescolar más afectados por haber perdido a las canicas.

El resto de la película, que es un cúmulo de despropósitos unidos por un montaje sin ritmo ni tensión, sigue las andanzas de esa madre coraje haciendo política y dando charlas frente a gente importantísima, pero importantísima, al mismo tiempo que se nos muestra la historia (ya no tan grandiosa) de otra mujer cuya hija es también secuestrada.

Y esto sí que es importantísimo, al menos para entender por fin el grado de manipulación al que hemos estado expuestos durante la hora y media escasa que dura ‘El secuestro de Amber’: en este segundo secuestro los guionistas invierten bastante más tiempo en presentarnos a los personajes (casualmente ahora sabemos quién es el secuestrador y todo); donde no invierten tiempo es en explayarse en los detalles que siguen a la detención del captor (porque esta vez le detienen, y vaya si le detienen), ya que todo se soluciona con una escena de persecución policial que termina (imagínense qué tensión) con el secuestrador parando su furgoneta a un lado de la carretera y saliendo del coche por su propio pie para ser detenido.

Todo gracias a una “Alerta Amber”, que es la medida que la administración Bush aprobó gracias al esfuerzo y a la campaña llevada a cabo por la madre de la verdadera Amber Hagerman para agilizar el proceso de búsqueda de niños secuestrados.

Si esas alertas son realmente tan eficaces como se nos quiere vender en ‘El secuestro de Amber’, no tenemos los datos necesarios para juzgar por nosotros mismos. No se nos dan en este telefilme. Todo lo que tenemos es, en resumidas cuentas, lo siguiente: una niña es secuestrada y la madre lo pasa fatal (o eso se suponía que la actriz de tercera debía trasmitir); después de muchos lloros (de esas “lágrimas de cocodrilo” que solemos decir nosotros) y a pesar de contar con la ayuda de “todo Texas” y de un despliegue informativo de altura, la niña es encontrada muerta; para colmo, los señores policías son negligentes y “no saben nada, eso es lo que saben” (ingeniosas palabras de la ingeniosa protagonista); después viene lo de que las “Alertas Amber” son puestas en marcha durante la última legislatura en Estados Unidos, y entonces los secuestros se solucionan de forma tan rápida que todo parece una comedia de situación con viejos verdes y persecuciones de pacotilla de por medio.

Pero la guinda se la pone al telefilme el mismísimo George W. Bush, famoso por ser presidente electo de los Estados Unidos de América o por su falta de destreza a la hora de engullir galletitas saladas, no estoy seguro de cuál de sus facetas conocerán mejor.

El señor Bush aparece en imágenes de archivo pronunciándose sobre la gran eficiencia de las “Alertas Amber”, imágenes que se intercalan con las de la actriz Elisabeth Röhm en su papel de Donna Whitson mirando hacia un conferenciante con cara de plena satisfacción. ¿Pensaban realmente que esto ayudaba?¿Pensaban que poniendo a Mr. President y a la protagonista en la misma escena, como si él estuviese rodando igual que lo hace ella, como si el conferenciante al que ella mira fuese realmente él, podrían conferir una mayor credibilidad al telefilme?

Si bien ‘El secuestro de Amber’ es una TV movie que no logra transmitir ni la gravedad de hechos como el secuestro de niños ni la tristeza, impotencia y desesperación de las familias que sufren desgracias como éstas en la vida real, la poca credibilidad que podía tener la destruye el señor Bush con la misma facilidad con la que destruye países enteros.

Propaganda, pura propaganda. Y lo más triste es que es tan mala... Parece imposible hacerlo peor.

(Foto2: Elisabeth Röhm y Sophie Hough en ‘El secuestro de Amber’)

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