Es uno de los milagros de la tele. Ningún otro medio puede darle a un actor la posibilidad de explayarse tanto en la definición de un personaje. En las seis temporadas de que consta (por ahora) la serie estadounidense ‘Monk’, su protagonista, Tony Shalhoub, ha tenido la oportunidad de desplegar un sinfín de recursos interpretativos hasta convertir a este desequilibrado detective en uno de los personajes más carismáticos y únicos del panorama televisivo.
Tony Shalhoub, protagonista de 'Monk'
Es cierto que la prolongación de la serie ha ralentizado el desarrollo del personaje protagonista en lo que a su progreso psicológico se refiere. Al igual que los náufragos de ‘Perdidos’ no pueden descubrir el secreto de su isla y las amas de casa de ‘Mujeres desesperadas’ no pueden encontrar una estabilidad duradera, Adrian Monk tampoco puede curarse y enterrar sus manías. Eso significaría el final de la serie, de modo que, por así decirlo, le deseamos lo peor.
El señor Monk tiene miedo a los gérmenes, a las multitudes, a las alturas, a la leche... A pesar de haber contado con la ayuda constante de dos asistentes-enfermeras-niñeras a lo largo de los años (la enfermera a la que interpretó Bitty Schram y la camarera a la que da vida Traylor Howard), a veces parece increíble que haya resuelto un caso en su vida.
Para aproximarse un poco a su figura hay que decir que Adrian Monk no siempre padeció ese desorden obsesivo compulsivo de la manera en que la serie lo retrata en cada nueva aventura. El detective llegó a su estado tras el asesinato de su esposa, todavía irresuelto, que desencadenó un verdadero huracán de inseguridades y fobias.
Pero lejos de significar el fin de su carrera (y a pesar de ser despedido del departamento de policía de San Francisco), Monk, ahora como detective privado, continúa sorprendiendo a su antiguo jefe (Ted Levine) y dando lecciones de investigación al que aspira a ser la nueva estrella del departamento (Jason Gray-Stanford).
Podríamos describir al personaje de Shalhoub como un cruce entre el escritor obsesivo compulsivo al que interpretaba Jack Nicholson en ‘Mejor imposible’ (James L. Brooks, 1997) y el Inspector Gadget.
Al igual que el primero (un personaje que, de entrada, parece simplemente odioso), Monk también sabe despertar una singular simpatía en el espectador. Puede sacarnos de nuestras casillas alguna vez, pero sabemos que, al fin y al cabo, está sólo y, sobre todo, enfermo. Por otro lado, y al igual que al personaje animado, a Monk casi todo acaba saliéndole bien.
Aunque hay que aclarar que por muy patológicamente maniático que sea el inspector protagonista, éste sigue siendo inteligente y despierto, y posee una especie de sexto sentido para encontrar el orden en el caos más rotundo. De ahí que no se le escape una sola prueba en el lugar del crimen.
Los avispados guionistas de la serie han mantenido el pulso en el relato a lo largo de las temporadas, pero como ocurre en la mayoría de series que pasan la barrera de las tres temporadas, hay espectadores que pueden empezar a encontrar repetitiva la serie. No es que hayan bajado la guardia, ni que las reservas de obsesiones y rarezas estén agotadas. Ocurre con el interminable sarcasmo de Hugh Laurie en ‘House’ y con la bordería aplastante de Jane Kaczmarek en ‘Malcolm in the middle’. Sí, con el tiempo se pierde cierta frescura. Es normal. Pero ‘Monk’, que se emite en Calle 13 y en algunas autonómicas, sigue siendo un producto superior y la interpretación de Tony Shalhoub un trabajo meticuloso y plausible.
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