En principio siempre será mejor un culebrón autóctono que una telenovela sudamericana, pero respecto a ‘C.L.A. No somos ángeles’ no hay mucho más que resaltar que la cantidad de actores locales a los que se puede dar trabajo, entre fijos y episódicos, al tratarse de una serie médica. Pero los asiduos a series como ‘Hospital Central’ o ‘MIR’, y cuánto más si lo son de sus versiones norteamericanas, se las verán mal para encontrarle alicientes a este serial.
Claudia Bassols, Alejandro Buzzoni, Ana Gracia y Verónika Moral
en 'C.L.A. No somos ángeles'
La nueva serie de Europroducciones para las tardes de Antena 3 parece haber tomado lo de la clínica más como pretexto que como estricta base física para sus historias. Hay pocas cosas que ocurren en ella que no ocurriesen ya en la empresa de elementos de energía eólica de ‘Obsesión’, de TVE-1, o entre las paredes de la empresa de perfumes de ‘Esencia de poder’, de Telecinco. Son los típicos líos de pasillo, engaños y tragedias, pero ahora los sujetos llevan batas blancas o uniformes azules y, supuestamente, tienen los sentimientos más a flor de piel.
Es una historia de profesionales de la medicina, pero bien diferente a las series de prime time. ¿Por qué? Pues porque a parte de no transcurrir en urgencias (olvidémonos de un ritmo rápido en la narración) los personajes que cogen el timón son ahora las enfermeras. Y esto, en una serie española, en Antena 3 y justo antes de ‘El diario de Patricia’, significa que los bisturís y la sangre dejan paso al constante lloriqueo y a uniformes indisimuladamente ajustados. No es high drama precisamente.
Así, las enfermeras, en especial las interpretadas por Verónika Moral y Claudia Bassols, parecen ser modelos que, en un intento por abrirse paso en el mundo de la interpretación, hayan enviado por error su curriculum a una clínica y hayan sido admitidas. Sólo Ana Gracia (‘Motivos personales’) parece hacer algún esfuerzo por creerse su papel de enfermera y hacer que otros se lo crean.
Los médicos, por su parte, no están mucho más metidos en sus batas. Mariano Alameda y William Miller siguen tan carilindos como siempre, pero en sus papeles de neurocirujano y ginecólogo, respectivamente, no parecen haber visto jamás un muerto. Ni ninguna otra cosa. Pilar Punzano y Héctor Colomé están más centrados, pero les falta vida, como a la propia serie.
La recepcionista dicharachera (Ángela Fuente), la luchadora chica de la limpieza (Lorena Vindel) y el manitas de turno (Daniel Fuster) ya son demasiados maniquíes para un mismo escaparate.
Al igual que personajes, problemas tampoco faltan. El guión y las aptitudes del reparto no parecen casar del todo bien. Por un lado nos quieren vender la historia de unas enfermeras que se implican demasiado en su trabajo y, por otro, vemos cómo esas mismas enfermeras dan la espalda a la cámara a la hora de llorar. La fluidez no se ve ni en los diálogos más convencionales, la tensión no ha hecho aún acto de presencia y los escenarios son de un colorista que a ratos la historia parece trasladarse a una galería de pintura contemporánea.
Esta aburrida deformación de la realidad de las enfermeras y médicos españoles tiene lugar en Antena 3 de lunes a viernes a las 18:15.
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