martes, 7 de noviembre de 2006

Crítica | ME LLAMO EARL; El giro de un hombre hacia la bondad "obligada"

El protagonista de ‘Me llamo Earl’ (‘My name is Earl’) se presentaba a sí mismo en el primer capítulo dejando bien claro que lo que tenía de buena persona estaba enterrado muy en el fondo de sí mismo. El protagonista, al salir de un establecimiento, veía a una familia en un coche y observaba cómo esperaban prudentemente a que él se alejase para abandonar el vehículo. En ese momento, utilizando el tan extendido recurso de la voz en off, el personaje encarnado por Jason Lee se sinceraba: “Si se molestan en intentar conocerme y descubrir qué clase de persona soy en vez de juzgarme por mi aspecto... estarán perdiendo el tiempo, ya que soy exactamente como piensan que soy”. Acto seguido se ponía manos a la obra a robar a la buena familia.

No hay que ver demasiado del entorno de Earl para descubrir que es un desgraciado de manual, el típico fracasado de película que divierte pero que puede inspirar muchísima lástima. De no ser por el ritmo vertiginoso de la acción, de la rapidez con la que se suceden las situaciones casi paródicas, ‘Me llamo Earl’ sería un verdadero drama, el drama de alguien que se acaba de dar cuenta de lo podrida que está su vida. Earl es la clase de tipejo que se emborracha hasta el punto de casarse con una embarazada (Jaime Pressly) y no enterarse de nada, y como “el matrimonio es sagrado” para él, ni siquiera es lo suficientemente rastrero como para abandonarla, es más, la acompaña todavía cuando ésta alumbra al que se supone es su primer hijo en común, un precioso bebé negro (ni que decir que Earl no es negro). Si la dignidad no estaba precisamente asociada a él, Earl es abandonado por su mujer a la mínima ocasión que tiene ella a la vista, concretamente cuando es atropellado por una anciana.

La cosa está en que ha sido atropellado en un ataque de euforia al descubrir que ha ganado la lotería. Pero el billete desaparece en el accidente y ya en el hospital, viendo un programa de televisión, Earl escucha algo que le hace cambiar de rumbo: “estoy convencido de que si haces el bien te pasan cosas buenas y de que si haces el mal vivirás atormentado, es el karma”. Es entonces cuando el protagonista escribe una lista con todas las cosas malas que ha hecho, con cada una de las personas a las que ha herido, y toma la determinación de arreglarlo todo. El billete de lotería no tarda en volver a él, otra señal para el simpático y patético Earl, un hombre con la “suerte” de ser un ignorante con dinero y, por lo que parece, buenas intenciones.

Aunque las buenas intenciones de Earl, y la serie lo deja bien claro, no son más que la consecuencia de haber vivido en sus carnes el revés, tan gráfico como suena, de haber ganado y perdido en cuestión de 10 segundos. El intelecto del protagonista alcanza para comprender que la mala suerte la puede tomar con él, y la superstición y la falta de educación le motivan a cambiar para que la buena suerte llame a su puerta. Ha sido malo y si no es bueno será castigado nuevamente. Se siente amenazado, no es realmente una buena persona (al menos por lo que hemos visto hasta ahora) y sus intenciones no son tan puras, él mismo describe el modo en que siente todo esto con un “no tengo alternativa”.

Es muy curiosa la manera en que esa especie de superstición afecta a Earl. Lo hace de un modo positivo, pero el hecho de no haber llegado a donde está razonando por sí solo lo sigue convirtiendo en un ignorante (hasta extremos insultantes en ocasiones). Esto hace que ‘Me llamo Earl’ tenga la suerte de contar con un personaje principal mucho más cómico e imprevisible. Aunque también los que le rodean son joyas para una comedia televisiva, como “el mejor hermano que se pueda tener” (Ethan Suplee), es decir, un hombre obeso, borracho y aún más ignorante y ridículo que Earl, y una mujer de la limpieza (Nadine Velazquez) que, sin esfuerzo alguno, se convierte en la intelectual de esta pandilla.

Todos los anteriores personajes, además de la divertida ex-mujer de Earl y algún otro, están interpretados por actores muy capaces. Jason Lee resulta simpático con solo ser visto, y consigue sin problemas ser divertido y patético cuando trabaja con su diálogo, además de despertar incluso cierta compasión en el espectador. Ethan Suplee encarna con gracia a Randy, el hermano, ayudado enormemente por ese físico dejado que tiene. A Nadine Velazquez y a Eddie Steeples, que no tenían gran cosa que decir en el piloto, habrá que seguir viéndoles para juzgarles más adecuadamente, pero por de pronto se puede decir que Jaime Pressly interpreta a Joy, la ex de Earl, con bastante brocha gorda, aunque eso no es un defecto en una serie que recurre a la caricatura y al humor gamberro en todo momento.

El relato, como buena serie que ronda los 25 minutos, es rápido y no es de esos que se van por las ramas. Se recurre al flashback bastante a menudo, y eso le da mayor agilidad si cabe. La primera temporada de la serie, creada por Gregory Thomas Garcia, está compuesta por 24 episodios y, a juzgar por los numerosos premios que ha obtenido (cuatro Emmys, entre otros), la calidad no parece que vaya a decaer en los próximos capítulos.

Muy prometedora, por tanto, esta nueva serie, con un protagonista capaz de aguantar hijos ilegítimos con la misma parsimonia con la que recibe golpes y atropellos. ‘Me llamo Earl’ se estrenó en La Sexta el 18 de octubre (todos los miércoles a las 21:45) y lo hizo en FOX ayer a las 00:05. Al final del primer episodio, habiendo ayudado a un antiguo compañero de colegio al que había martirizado, Earl sacaba su lista y decía que “solo me quedan 258”. No sé si para tanto, pero ‘Me llamo Earl’ tiene pinta de poder dar de sí bastante más de una temporada.

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