viernes, 10 de noviembre de 2006

Crítica | LOS 4400; Estirar la manta (y romperla, o casi)

Fue un varapalo terrible para Telecinco que ‘Motivos personales’, la que fuera una de sus grandes apuestas hace un par de temporadas, se viese superada por una miniserie de Antena 3 justo en el capítulo que le servía de desenlace. Normalmente el éxito suele ser mayor en las series porque tienen más semanas para ir enganchando al público. También el cine de estreno suele atraer a muchos espectadores, porque las cintas que se estrenan en prime time suelen ser aquellas que lograron bastante fama en las salas y porque, además, una película no les exige a los espectadores poco dados a consumir series seguir la trama durante semanas. Pero las miniseries están en un punto intermedio: no son productos que terminan en una sola noche (a menos que las cadenas las destrocen con un único pase de más de tres horas), y tampoco pueden ir ganando audiencia durante demasiadas semanas. Por eso, tiene su merito que una miniserie logre un gran éxito contando con un par de capítulos o tres. ‘Los 4400’ ('The 4400') lo logró en su primera etapa.

La serie, que se mueve entre la ciencia-ficción, el drama y la acción, narra la historia de unos ciudadanos norteamericanos que desaparecen en extrañas circunstancias a lo largo del siglo XX y que reaparecen, todos al mismo tiempo y en el mismo lugar, en la actualidad. ‘Los 4400’ se centra en algunos de los “regresados”, como los llaman en la serie, entre ellos el joven Shawn (Patrick Flueger), la embarazada Lily (Laura Allen), Richard (Mahershalalhashbaz Ali, un actor al que habría que poner una estatua por haberse abierto camino como actor en USA con semejante nombre), la pequeña Maia (Conchita Campbell) y el enigmático Jordan Collier (Bill Campbell). También seguimos las aventuras de dos agentes federales, Diana (Jacqueline McKenzie) y Tom (Joel Gretsch), que tratan de investigar los extraños poderes que tienen los 4400 al tiempo que evitan que sean víctimas de los ataques de una sociedad que ve el retorno de esas personas como una amenaza.

La primera temporada de ‘Los 4400’, que llegó a superar el 30% de cuota de pantalla en España, es de una calidad bastante notable. El ritmo es rápido y se va al grano todo el rato, intercalando la andadura de los protagonistas con historias más breves de otros de los “regresados”. Quizás el problema de esa primera temporada sea la excesiva velocidad que coge en algunos tramos, y no en las escenas de acción, que están a la altura en todo momento, pero sí en las dramáticas. Cuando el personaje de Laura Allen, Lily, vuelve a su hogar tras estar años en paradero desconocido, descubre que su marido (Andrew Airlie) ha rehecho su vida y que, para su horror, la hija que tienen en común (Genevieve Buechner) cree que su madre biológica es la actual pareja de su padre. La historia, una de las más duras de la miniserie, muestra cómo el padre impide a Lily ver a su propia hija, pero todo ocurre demasiado deprisa, como si a ‘Los 4400’ no le interesase del todo detenerse en el drama de esa mujer. Cuando Lily vuelve a quedarse embarazada la trama de su primera hija se aparta por completo hasta la segunda temporada. También ocurre lo mismo con el drama que supone para la “niña-vidente”, Maia, el ser abandonada por sus primeros padres adoptivos ya que no se aprovechan esos momentos todo lo que se hubiera podido. Algunas tramas dramáticas transcurren tan rápido que la miniserie deja la impresión de estar demasiado a merced del género de la ciencia-ficción.

Por lo demás, la primera temporada es bastante redonda y mantiene el interés de principio a fin, siendo efectiva en todas y cada una de las historias contadas. Es en la segunda etapa cuando las cosas se tuercen. En esa segunda temporada, que consta de doce episodios y que fue retirada por Antena 3, la historia pierde fuerza volviéndose demasiado pausada, y se intentan alargar las cosas más de la cuenta perdiendo la tensión de la primera tanda de episodios. Respecto a la continuidad de las historias, uno de los grandes errores reside en hacer que Lily de a luz. Durante el embarazo del personaje la incógnita de no saber qué habrá en el interior de la mujer se convierte en uno de los enigmas más elaborados de la trama. También el coma del personaje de Kyle (Chad Faust) es otro de los puntos fuertes hasta que, en la segunda temporada, le vemos completamente recuperado. Las interpretaciones son eficaces por parte de la mayoría de intérpretes, exceptuando a Bill Campbell, que convierte a su personaje en un villano demasiado obvio, y a Patrick Flueger, que no cambia de expresión en toda la serie haciendo que te preguntes si no tendrá esa cara de preocupación de nacimiento.

‘Los 4400’ se erige en toda una lección para los avariciosos productores televisivos. Cuando se trata de alargar el éxito de una producción hay que tener cuidado para que los elementos que la hicieron célebre no se vean demasiado alterados. Quitar la tensión y el misterio (y el embarazo y el coma y...) a una miniserie como esta es desnudarla por completo. La segunda temporada de ‘Los 4400’ se emite ahora en Calle 13 los jueves a las 21:30 y, para ser justos, hay que decir que, por más que fuese retirada en Antena 3, su calidad sigue siendo inmensamente superior a la que llegó a conseguir jamás ‘Motivos personales’, aquel culebrón de Lydia Bosch.

(Foto: los protagonistas de 'Los 4400')

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