Hay un tipo de historias que conllevan ciertos riesgos. Las historias policíacas, de acción o de terror tienen sus peligros, pero películas como ‘Heroína’ (mañana a las 15:30 en Canal +), aparentemente más sencillas, no se quedan atrás: se trata del riesgo de caer en lo lacrimógeno o incluso épico cuando lo que se pretende es hacer un drama de denuncia social. La película de Gerardo Herrero (‘El misterio Galíndez’, ‘Malena es un nombre de tango’) tiene virtudes indiscutibles, pero al verla no puede uno quitarse de encima esa molesta sensación de estar viendo una especie de combate.
Hay dos voces en ‘Heroína’, ambas hablan sobre la forma de contar una historia y ambas parecen tener dificultades para convivir en un mismo filme sin pisarse la una a la otra. Dicen lo siguiente: ¿les hacemos llorar o pensar? Si esto fuese un telefilme de sobremesa, casi con total seguridad los responsables hubiesen optado por lo primero, pero no lo es. Aunque si bien ‘Heroína’ se pudo ver en pantalla grande, no acaban de decantarse del todo por la segunda opción, y cuando lo hacen se pasan.
No es bueno “programar” la acción de una película para manipular al espectador y que rompa a llorar en determinado momento, sienta odio hacia el malo en otro y se limite a asentir en otro, todo exactamente cuando los realizadores quieren y exactamente como ellos quieren. Pero al presentar los hechos para que sea el espectador quien juzgue (que es lo que hace ‘Heroína’) también hay que tener cuidado de hacerlo como es debido, con la suficiente fuerza, con los momentos de emoción convenientemente distribuidos y con un orden en la exposición que impida el caos. Aunque, sobre todo, hay que impedir los extremos. Igual de malo es caer en el lloriqueo fácil y en el grandiosismo falso que hacer una película fría que pasa ante los ojos del espectador como un rápido aire helador, de esos que alcanzan hasta hacerte saber que han pasado pero que te dejan prácticamente igual. Esto último es lo que hace sobre todo la película de Gerardo Herrero, pero no contenta con eso también tiene momentos, digamos, de “sensiblería que cruzó la línea” y heroísmo exagerado.
Lo peor es que a ratos se nos deja ver lo que pudo ser y no fue: ‘Heroína’ a veces parece un telefilme al que le cuesta soltarse la melena y otras, en cambio, resulta una película contenida pero muy dolorosa de ver. Así es el caso real en el que se basa, enmarcado en una Galicia devastada por la droga en la que el paisaje desolador de las calles se mete en los hogares sin llamar. Ese drama se lo encuentra en casa Pilar (Adriana Ozores) cuando su hijo Fito (Javier Pereira, ‘Tu vida en 65'’) cae en las redes de las drogas, pero lejos de rendirse se decide a luchar con todas las consecuencias que ello pueda tener: forma una nueva asociación junto a otros padres de toxicómanos, se echa a la calle a protestar, soporta constantes amenazas e insultos, sacrifica el tiempo de estar con su marido (Carlos Blanco)... Todo por ese hijo al que sabe enfermo.
Es delicado hablar sobre lo real, falso o lacrimógeno que es un filme basado en una desgarradora historia real, pero no por ello se puede obviar que ‘Heroína’ no consigue ser un drama social del todo efectivo. No puede ser que alguien que no conoce los hechos reales en los que se basa sepa cuándo va a gritar esa madre, cuándo se sentirá avergonzada, humillada, amenazada, cuándo le dirá su marido que no le presta la suficiente atención... Si esta historia se parece demasiado (desgraciadamente) a otras que ya hemos visto/oído, correspondía al guión saber sacar partido al relato y moldearlo para que el drama fuese cortante, deprimente y duro contra viento y marea, nunca visto o mil veces visto. Era posible lograrlo. De todos modos, en un caso como éste las buenas intenciones cuentan y mucho: ‘Heroína’ no es en absoluto divertida (un acierto) y es bastante clara en lo que quiere contar (aunque el debate interno de cómo hacerlo siga ahí en todo momento) y eso es algo que no se les puede negar ni a la guionista (Ángeles González Sinde, directora de la estimable ‘La voz dormida’) ni al director.
Otra cosa que tampoco se le puede negar a la película es la eficacia interpretativa de sus protagonistas. Carlos Blanco, Javier Pereira y María Bouzas (sobre todo ésta última) hacen trabajos francamente buenos. Lo de Adriana Ozores, ganadora del premio a la mejor actriz en el Festival de Cine de Montreal en 2005, es un caso aparte. Quizás su acento gallego (ella es madrileña) suene algo forzado en ocasiones, pero la actriz, una especie de Meryl Streep española, puede con todo y en esta ocasión no iba a ser menos. En el papel de Pilar (papel inspirado en Carmen Avendaño, una de las madres que plantaron cara a los narcotraficantes en la Galicia de los 80), Ozores no parece encontrar ningún obstáculo en su camino a la hora de transmitir sentimientos tan dispares como fuerza, culpabilidad y amor. No necesita llorar, le basta con callar y mirar para hacer de la coraza de Pilar un drama inmenso y descorazonador. Ojalá ‘Heroína’ estuviese en todo momento a la altura de su protagonista.
Hay dos voces en ‘Heroína’, ambas hablan sobre la forma de contar una historia y ambas parecen tener dificultades para convivir en un mismo filme sin pisarse la una a la otra. Dicen lo siguiente: ¿les hacemos llorar o pensar? Si esto fuese un telefilme de sobremesa, casi con total seguridad los responsables hubiesen optado por lo primero, pero no lo es. Aunque si bien ‘Heroína’ se pudo ver en pantalla grande, no acaban de decantarse del todo por la segunda opción, y cuando lo hacen se pasan.
No es bueno “programar” la acción de una película para manipular al espectador y que rompa a llorar en determinado momento, sienta odio hacia el malo en otro y se limite a asentir en otro, todo exactamente cuando los realizadores quieren y exactamente como ellos quieren. Pero al presentar los hechos para que sea el espectador quien juzgue (que es lo que hace ‘Heroína’) también hay que tener cuidado de hacerlo como es debido, con la suficiente fuerza, con los momentos de emoción convenientemente distribuidos y con un orden en la exposición que impida el caos. Aunque, sobre todo, hay que impedir los extremos. Igual de malo es caer en el lloriqueo fácil y en el grandiosismo falso que hacer una película fría que pasa ante los ojos del espectador como un rápido aire helador, de esos que alcanzan hasta hacerte saber que han pasado pero que te dejan prácticamente igual. Esto último es lo que hace sobre todo la película de Gerardo Herrero, pero no contenta con eso también tiene momentos, digamos, de “sensiblería que cruzó la línea” y heroísmo exagerado.
Lo peor es que a ratos se nos deja ver lo que pudo ser y no fue: ‘Heroína’ a veces parece un telefilme al que le cuesta soltarse la melena y otras, en cambio, resulta una película contenida pero muy dolorosa de ver. Así es el caso real en el que se basa, enmarcado en una Galicia devastada por la droga en la que el paisaje desolador de las calles se mete en los hogares sin llamar. Ese drama se lo encuentra en casa Pilar (Adriana Ozores) cuando su hijo Fito (Javier Pereira, ‘Tu vida en 65'’) cae en las redes de las drogas, pero lejos de rendirse se decide a luchar con todas las consecuencias que ello pueda tener: forma una nueva asociación junto a otros padres de toxicómanos, se echa a la calle a protestar, soporta constantes amenazas e insultos, sacrifica el tiempo de estar con su marido (Carlos Blanco)... Todo por ese hijo al que sabe enfermo.
Es delicado hablar sobre lo real, falso o lacrimógeno que es un filme basado en una desgarradora historia real, pero no por ello se puede obviar que ‘Heroína’ no consigue ser un drama social del todo efectivo. No puede ser que alguien que no conoce los hechos reales en los que se basa sepa cuándo va a gritar esa madre, cuándo se sentirá avergonzada, humillada, amenazada, cuándo le dirá su marido que no le presta la suficiente atención... Si esta historia se parece demasiado (desgraciadamente) a otras que ya hemos visto/oído, correspondía al guión saber sacar partido al relato y moldearlo para que el drama fuese cortante, deprimente y duro contra viento y marea, nunca visto o mil veces visto. Era posible lograrlo. De todos modos, en un caso como éste las buenas intenciones cuentan y mucho: ‘Heroína’ no es en absoluto divertida (un acierto) y es bastante clara en lo que quiere contar (aunque el debate interno de cómo hacerlo siga ahí en todo momento) y eso es algo que no se les puede negar ni a la guionista (Ángeles González Sinde, directora de la estimable ‘La voz dormida’) ni al director.
Otra cosa que tampoco se le puede negar a la película es la eficacia interpretativa de sus protagonistas. Carlos Blanco, Javier Pereira y María Bouzas (sobre todo ésta última) hacen trabajos francamente buenos. Lo de Adriana Ozores, ganadora del premio a la mejor actriz en el Festival de Cine de Montreal en 2005, es un caso aparte. Quizás su acento gallego (ella es madrileña) suene algo forzado en ocasiones, pero la actriz, una especie de Meryl Streep española, puede con todo y en esta ocasión no iba a ser menos. En el papel de Pilar (papel inspirado en Carmen Avendaño, una de las madres que plantaron cara a los narcotraficantes en la Galicia de los 80), Ozores no parece encontrar ningún obstáculo en su camino a la hora de transmitir sentimientos tan dispares como fuerza, culpabilidad y amor. No necesita llorar, le basta con callar y mirar para hacer de la coraza de Pilar un drama inmenso y descorazonador. Ojalá ‘Heroína’ estuviese en todo momento a la altura de su protagonista.
(Foto: póster de 'Heroína')
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