miércoles, 31 de octubre de 2007

Crítica | DESAPARECIDA; En un lugar ficticio, pero a la vez tan cercano a nosotros

Terror, impotencia, solidaridad y, después, el dolor que causa ese olvido paulatino por parte de los medios. ‘Desaparecida’, la impactante nueva serie para los miércoles de La 1, recoge bien en su argumento las fases y sentimientos que suelen rodear a los familiares de las personas desaparecidas.
Carlos Hipólito y Luisa Martín en 'Desaparecida', de La 1
Nunca cesan los casos. Serán más sonados o menos, pero es un goteo incesante (por eso esta serie no es oportunista ahora, como no lo sería dentro de dos años, desgraciadamente). La serie de TVE-1, estrenada el pasado día 3, no toma uno concreto como fuente de inspiración. Son todos y, a la vez, parecen intentar insinuar que es uno solo: ese en el que podríamos estar implicados.

La serie nos pone ante los ojos la posibilidad de que algo tan terrible nos puede pasar a nosotros, que la pesadilla se puede hacer realidad. Porque en eso intentan convertir a la familia de Cristina Marcos (Beatriz Ayuso), intentan convertirla en la nuestra propia o, al menos, en una que se le parezca de forma casi dolorosa.

Para eso están ahí esos padres destrozados, Alfredo (Carlos Hipólito) y Lola (Luisa Martín), que vieron marchar a su hija a las fiestas de su pueblo para no volver. Para eso están el hermano mayor de la desaparecida, el joven Diego (Francesc Tormos), y la hermana pequeña, Sonia (Bárbara Meier), entre otros. Los guionistas nos los ponen delante, quizás con la esperanza de que nos recuerden a alguien cercano. Y no es algo agradable, pero es imposible imaginar una serie como ‘Desaparecida’ sin que el argumento intentase invocar una cierta implicación por nuestra parte. De no hacerlo, la serie sería un cuento más sobre detectives modélicos y víctimas desgraciadas.

Es una pena que, al igual que los casos reales van desapareciendo (aun no siendo resueltos) de las pantallas, la serie de La 1 esté experimentando una suerte paralela en materia de audiencias. ‘Desaparecida’ empezó fuerte (un 18,6% de share es una cifra importante para cualquier cadena en el panorama competitivo actual), pero se ha ido debilitando.

No lo merece, desde luego. La serie tiene una factura impecable, con ese tándem fotografía-iluminación que transmite un desasosiego tan eficaz, y un plantel de actores en plena forma, que se enfrenta, además, al reto de hacer de este dramón un ejercicio de control constante.

De lo mejor de la serie es esa dosificación de los datos que se nos dan a conocer. Sabemos que el paradero de Patricia Marcos no se puede esclarecer en el tercer episodio, por ejemplo, pero los trucos que despliega el guión (que nos llevan a pensar que el final puede estar a la vuelta de la esquina) no nos hacen sentir manipulados. Cada giro, cada paso en falso, cada decepción (la de los padres de la serie y, por tanto, la nuestra misma) está perfectamente convertida en parte de la historia.

La serie es muy dura, sí, y da miedo pensar en el desenlace más probable de una historia que se ha perfilado de forma tan real, pero es tan buena, tan redonda...