domingo, 29 de abril de 2007

Crítica | LA NOCHE DEL HERMANO; La larga sombra del monstruo

En la lista de óperas primas firmadas por españoles en las que se dan cita protagonistas melancólicos o desesperados, personajes que pasan “una mala racha” y escenarios opresivos, ‘La noche del hermano’ no llama la atención de forma especial. La primera película de Santiago García de Leániz tiene un guión lo suficientemente interesante para que la cosa tire, pero los protagonistas, por llamativa o extrema que sea la situación de sus personajes, no transmiten todo lo que ese guión les exige.
Jan Cornet y Pablo Rivero
en 'La noche del hermano' (Santiago García de Leániz, 2005)

Álex (Pablo Rivero) entra en su casa una noche y mata a sus padres con la frialdad de un maníaco. Su hermano pequeño, Jaime (interpretado por Jan Cornet), no está en casa esa noche en contra de lo que Álex había calculado. Pero tiempo después, y una vez encarcelado, el parricida comprende que ese imprevisto en sus planes puede serle de gran ayuda.

Me alegro de no haberte matado”, le dice Álex a su depresivo hermano en un momento de la película. Es el tipo de frase que parece intentar dotar de una insensibilidad inquietante al villano de la función, pero al igual que el personaje de Álex, ‘La noche del hermano’ tiene que vérselas de frente con sus propios imprevistos. Y estos rara vez se ponen de su lado.

A pesar de contar con un guión con cierta fuerza (Josep Bonet, Tatiana Rodríguez y el propio García de Leániz son los autores) la dirección no es muy fluida. Aunque quizás lo peor resida en la falta de inspiración de sus dos protagonistas, Pablo Rivero y el debutante Jan Cornet, que dado el ritmo excesivamente pausado del filme, están expuestos a un análisis con lupa durante la mayor parte del metraje. Un análisis que no superan con nota precisamente.

Jan Cornet parece metido en su melancólico papel, pero no puede dejar de parecer tenso en los momentos en los que su personaje da rienda suelta a su ira o rencor, que aunque no son muchos son la prueba del algodón para el actor. A favor de Cornet podríamos decir que sus maestros han sido, entre otros, Lydia Bosch, Ana Gracia, Begoña Maestre y Ginés García Millán (todos en ‘Motivos personales’). Dicho esto, tal vez se le pueden perdonar todavía unas cuantas más al actor.

Pablo Rivero, en cambio, ha tenido buenos maestros en los años que lleva en ‘Cuéntame cómo pasó’ y, por lo tanto, no hay a quién desviar las culpas. En ‘La noche del hermano’ el actor confirma lo que ya apuntaba en los 60 y 70 de Bernardeau: es un actor de dos notas, y dos bastante desafinadas.

En el comprometido papel del parricida, Rivero no acierta a hacer cortante la atmósfera por mucha fría impasibilidad que dibuje en su rostro. Interpreta a Álex con seguridad, eso sí. Pero bajo la seguridad que parece tener sobre sus cualidades de actor hay una gran falta de visión objetiva sobre sus limitaciones, que son muchas más.

Salen mejor parados María Vázquez, Luis Tosar y, sobre todo, Joan Dalmau e Icíar Bollaín, por más que algunos de ellos no tengan personajes dotados con la profundidad necesaria.

‘La noche del hermano’, que camina con demasiada lentitud cuando pasa sobre algunos hilos predecibles del argumento, no se para lo suficiente en los cara a cara entre Jaime y Álex. La razón que lleva al mayor a masacrar a sus progenitores, el hecho de que el pequeño siga queriendo al monstruo después de todo, la influencia que Álex ejerce sobre los que le rodean, las secuelas que padece Jaime (esas llamadas a su antiguo hogar)... Hay hilos que hubiesen merecido un tratamiento más cuidadoso.

El final de ‘La noche del hermano’ no puede evitar ser predecible. Parece una página de sucesos a la que le faltan detalles. Pero a la película le sobran minutos y le faltan dos protagonistas de más solidez.

La película se estrenó ayer a las 22:00 en Canal+ y se repite esta noche a la misma hora en Canal+2.

domingo, 15 de abril de 2007

Crítica | KUTSIDAZU BIDEA, IXABEL; De Donosti al caserío, un singular viaje bochornosamente dirigido

Después de más de diez años sin ver estrenarse en euskera otra cosa que no fuese un episodio más de ‘Goenkale’ o la sitcom ‘Martin’, parece ser que vivimos un lento pero esperanzador renacer del euskal zinema: fue la divertida y entrañable ‘Aupa Etxebeste!’ la que dio el pistoletazo de salida en 2005, a la que siguieron ‘Kutsidazu bidea, Ixabel’ en 2006 y ‘Eutsi!’ en 2007. Esta de Fernando Bernués y Mireia Gabilondo es la peor de todas, una película en la que la escasez de medios, la completa falta de talento de sus directores y una poco acertada porción original del guión destrozan la que es una de las obras más divertidas y populares de la literatura en euskera.
Mikel Losada y Ainere Tolosa en 'Kutsidazu bidea, Ixabel'
ETB-1 estrena hoy (22:00) la versión para televisión de la cinta, que en su nuevo montaje constará de cinco episodios de unos 50 minutos cada uno. Pero viendo la versión que se estrenó en salas comerciales todo apunta a que ningún montaje, por meticuloso que sea, podrá hacer milagros con el material rodado. Aquellos que conozcan el libro de Joxean Sagastizabal (Eibar, 1956), que es a su vez uno de los autores del endeble guión, se verán profundamente decepcionados.

‘Kutsidazu bidea, Ixabel’ (‘Enséñame el camino, Isabel’) cuenta la historia de Juan Martin (Mikel Losada), un chico de diecinueve años que en el verano del 78 se dispone a pasar unos días en un caserío para aprender euskera. El chaval ya ha estado estudiando el idioma en su San Sebastián natal, pero pretende aprender el euskera “de verdad”, cosa que no resultará del todo fácil.

Ya de camino al caserío, el hombre (Angel Alkain) que le lleva en su Landrover advierte al pobre Juanma de que “los de Aranguren no hablan tan claro como yo, esos tienen fama de hablar mucho más ‘serrao’”. Aunque el incomprensible euskera de la familia que acoge al chico en su hogar al final resulta ser lo de menos. Nada más llegar el donostiarra es atacado por un pastor alemán, poco después tiene que empezar a soportar la maliciosa risa de la abuela del clan (Iñake Irastorza), queda en ridículo en la comida por ser el único incapaz de partir las nueces con la mano, pisa un regalito de vaca y, antes de darse cuenta, se ve durmiendo en la misma habitación que dos inmensos y rudos gemelos (Iñaki Zapirain y Xabier Zapirain), una abeja de película de ciencia-ficción y un calor desasosegante.

Aunque muchas de esas cosas se acaban por hacer medianamente soportables a ojos de Juan Martin, porque la hija pequeña de la familia, Ixabel (Ainere Tolosa), resulta ser la chica de sus sueños...

‘Kutsidazu bidea, Ixabel’ utiliza la fórmula de la comedia de malentendidos y, sobre todo, de situaciones ridículas, todas ellas con el protagonismo del incansable estudiante donostiarra, en una sucesión de tierra-trágames que han perdido prácticamente todo su encanto en su salto del libro a las imágenes.

Sagastizabal lograba en el libro que la incomprensión fuese el vehículo perfecto para el humor, haciendo que el choque de culturas (por llamarlo de alguna forma) no se hiciese asfixiante y despertando en el lector una sensación más de complicidad que de lástima hacia el protagonista. Era una especie de ‘Unico testigo’ en clave de comedia, con los baserritarras haciendo las veces de Amish desenfadados e impredecibles. Pero en la película (y, por tanto, a buen seguro en su paso a miniserie) las desventuras de Juan Martin se asemejan más a un programa de sketches humorísticos del tipo de ‘Vaya semanita’: el protagonista sufre una detrás de otra las consecuencias de sus meteduras de pata con un ritmo que no por rápido deja de resultar desinflado en contenido.

El guión, que firman ambos directores y el autor del libro junto a Carlos Zabala y Nagore Aranburu, carece de verdadero pulso. El mayor error, de todos modos, se debe al haber intentado estirar la trama sumando al enredo cómico un amago de retrato sociopolítico de la época. La línea argumental que tiene que ver con ese supuesto etarra escondido en los alrededores del caserío de Aranguren, los guardias civiles y la detención de buena parte de los personajes (inexistente en la historia original), está absolutamente impostada, un pegote como pocos se han visto en una película. Resulta difícil de entender que el autor del libro, siendo parte del equipo de guionistas, no se negase a semejante intrusión en el argumento, un patético intento de thriller político que no había forma de casar con esta historia.

Aunque el guión tampoco acierta a la hora de dibujar correctamente a los protagonistas, que parecen simples estereotipos y, lo que es peor, unos ciertamente planos.

Mikel Losada (‘Cuéntame cómo pasó’), aunque aparente bastante más que los diecinueve años de su personaje, es un actor que puede dibujar en su rostro el aspecto de ingenuo y despistado que era necesario. Lo que Losada no logra con este guión es evitar parecer un idiota de ciudad metido a tonto del pueblo, cosa que en el libro era impensable por muchas meteduras de pata que hiciese su personaje (en su papel de narrador de la historia, Juan Martin mencionaba entonces a Stephen Hawking, Walt Whiteman y Agamenón, entre otros muchos, demostrando tener cultura –aunque nunca el don de la oportunidad–).

La Ixabel de la debutante Ainere Tolosa tampoco está muy bien perfilada, y a la actriz, aunque sea lo suficientemente adorable, se la ve tirando a hipertensa en la mayoría de sus apariciones, demostrando no estar en el mejor de sus momentos. El resto de intérpretes principales se mueve en una tónica similar, con una Mireia Gabilondo incapaz de lucirse siquiera en su propia película y unos gemelos que parecen haber salido de un curso rápido de interpretación impartido por esta misma dama. Asier Ormaza y los veteranos José Ramón Soroiz y Teresa Calo, con sus breves apariciones, superan a todos los anteriores sin despeinarse lo más mínimo.

Algunos de los protagonistas del film de
Mireia Gabilondo y Fernando Bernués

Todo esto, claro está, no hubiese ocurrido con una dirección más cuidada que la de Fernando Bernués y Mireia Gabilondo: a ese guión se le hubiese podido sacar algo de partido, los actores hubiesen estado mejor guiados, las escenas mejor planificadas, los bellos paisajes más aprovechados... Ambos directores se muestran incapaces de controlar la situación desde que aparecen los créditos iniciales, con una poca mano que sorprende.

La falta de medios se sabe aplastante, no hay que ser muy astuto para advertirlo, pero una cámara ya tenían y también unos cuantos actores sobrados de buena voluntad. ¿Por qué no supieron mantenerlo todo, al menos, en los límites de la corrección? El resultado del trabajo tras la cámara deja claro un alto nivel de ignorancia, falta de experiencia y poca destreza en sus responsables. La dirección, tan descuidada como poco complaciente, es un pequeño desastre tras otro que invita al espectador a un visionado incómodo: la cámara de Bernués y Gabilondo rara vez enfoca a lo que queremos ver, a los que queremos ver, a lo que tenemos que ver.

Los 41.120 espectadores (según el Ministerio de Cultura) que tuvo la película tras su estreno en salas de cine parecen demasiados para un producto así. Nadie ha sabido en mucho tiempo destrozar carismáticos originales del papel como lo han hecho Fernando Bernués y Mireia Gabilondo con su ‘Kutsidazu bidea, Ixabel’.

A estos dos sí que habría que mostrarles su camino.

(Foto2: Ainere Tolosa y Mikel Losada en ‘Kutsidazu bidea, Ixabel’)